La ketamina, un anestésico desarrollado en la década de 1960, ha transitado un camino complejo desde su aprobación médica hasta su preocupante uso recreativo. Esta dualidad, entre herramienta terapéutica y sustancia de abuso, la convierte en un ejemplo paradigmático de la famosa cita de Paracelso: “Todas las sustancias son venenos; no existe ninguna que no lo sea. La dosis diferencia un veneno de un remedio.”
El uso médico: una promesa con límites
Inicialmente utilizada como anestésico general en contextos quirúrgicos de emergencia, la ketamina se expandió a tratamientos veterinarios y procedimientos pediátricos. Su capacidad para inducir un estado de inconsciencia sin suprimir la respiración la hizo especialmente valiosa. Sin embargo, sus efectos disociativos y alucinógenos atrajeron la atención del público consumidor, derivando en un uso recreativo que comenzó a proliferar en las décadas de 1980 y 1990.
En la actualidad, y especialmente en los últimos años, el abuso de ketamina ha experimentado un incremento notable, en gran parte debido a su creciente disponibilidad. Este hecho ha motivado la exploración de sus potenciales usos terapéuticos, especialmente en el tratamiento de la depresión resistente y el trastorno por estrés postraumático (TEPT). Estudios prometedores muestran su capacidad para aliviar los síntomas depresivos en cuestión de horas, a diferencia de los antidepresivos convencionales que requieren semanas. Sin embargo, esta promesa terapéutica viene acompañada de un delicado equilibrio. Es necesario repetirlo para aquellos no médicos, las intervenciones con ketamina para el tratamiento de la depresión solo deben realizar en un contexto médico estrictamente controlado, con profesionales específicamente entrenados y con conocimiento de los riesgos.
Este efecto rápido, en pacientes con alto riesgo de suicidio, es un punto crucial a considerar. Sin embargo, aún se investiga, incluso buscando metabolitos como el RR-HNK, más seguros y con menores efectos secundarios.
El lado oscuro: el consumo recreativo y el peligro del policonsumo
El consumo recreativo de ketamina, frecuentemente asociado a la cultura nocturna y a eventos como las raves, plantea un serio problema de salud pública. El abuso o uso descontrolado tiene consecuencias graves a corto y largo plazo. A corto plazo puede causar estados disociativos, confusión, pérdida de memoria, presión arterial elevada y problemas respiratorios. El uso crónico se vincula con daño hepático, problemas renales y trastornos urinarios como la cistitis.
A nivel psicológico, la ketamina induce dependencia tanto física como psicológica. Su uso prolongado se asocia con un cuadro clínico conocido como Trastorno por Uso de Ketamina (KUD), caracterizado por consumo compulsivo, tolerancia, síntomas de abstinencia y pérdida del control sobre su uso. Adicionalmente, hay que destacar su utilización en delitos como facilitar los abusos sexuales, favorecidos por la amnesia que produce. Los datos forenses están repletos de casos dramáticos con consecuencias fatales.
Un aspecto particularmente preocupante es la frecuente combinación de ketamina con otras sustancias, como MDMA o marihuana, un fenómeno conocido como policonsumo, y habitual en el consumo. Esto incrementa exponencialmente los riesgos asociados, dificultando la evaluación del impacto individual de la ketamina y agravando la complejidad de su tratamiento.
El desafío de la regulación y la concientización
El aumento global en el uso indebido de la ketamina exige respuestas contundentes que incluyan una regulación más estricta de su producción y distribución, campañas de concientización pública para alertar sobre los riesgos del consumo recreativo, y un mejor acceso a tratamientos para la adicción. En países occidentales, el surgimiento de las “clínicas de ketamina”, con un perfil cada vez más mercantilista, ha contribuido a una mayor accesibilidad, exponiendo a más personas al riesgo de abuso. Esto ha generado debates sobre la necesidad de una estricta legislación al respecto.
En Argentina, el problema se agrava por la falta de datos precisos sobre el consumo y el policonsumo de ketamina, lo que dificulta la implementación de políticas públicas efectivas. Es fundamental priorizar estudios epidemiológicos que permitan un seguimiento preciso de la situación.
En conclusión, la ketamina se sitúa en una encrucijada. Por un lado, muestra una gran promesa terapéutica en el tratamiento de trastornos mentales graves. Por otro, representa una grave amenaza para la salud pública debido a su potencial de abuso y los peligros del policonsumo. Superar este reto exige un abordaje multidisciplinario que incluya la regulación estricta, investigación, campañas de prevención y tratamiento oportuno para evitar más daños.
El Dr. Enrique De Rosa Alabaster, médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista, especializado en temas de salud mental, hace un llamado a la responsabilidad individual y a la intervención gubernamental efectiva para regular el consumo de esta sustancia y mitigar sus daños
El desafío que plantea la ketamina no puede ser subestimado. El equilibrio entre sus potenciales beneficios terapéuticos y sus peligrosos efectos como droga recreativa requiere una continua vigilancia y un abordaje interdisciplinario responsable que incluya a instituciones, investigadores, médicos y al Estado.
Qué barbaridad. “Droga milagrosa” hoy, “peligro social” mañana. Siempre lo mismo con estas cosas. Dejen de inventar y apliquen lo que ya funciona. Y esta gente que va a “raves”, qué esperan? No me vengan con que la culpa es de la ketamina. Pura falta de responsabilidad personal. 🙄
Che Miguel, dejá de hacerte el distraído. Acá no se trata de echarle la culpa a la ketamina, sino de ser realistas. Que sirva para la depresión no lo convierte en caramelos. Si la gente la usa para hacerse la fiesta y termina en el hospital, es un problema. Y sí, la responsabilidad individual existe, pero no pretendamos que con eso alcanza. Si hay un problema, hay que buscar soluciones, no barrerlo abajo de la alfombra como siempre.
Che, Miguel, no seas tan básico. A vos te parece que la gente “elige” terminar en el hospital? La salud mental es un tema complejo, no es tan simple como “falta de responsabilidad”. Hay gente sufriendo y si la ketamina puede ayudarlos, hay que investigarlo. No podemos tapar el sol con la mano. Y sí, obvio que las raves y el abuso son un problema, pero no mezclemos las cosas. 🙄 Acá hay que regular, educar y dar opciones, no solo señalar con el dedo. #SaludMental #Ketamina #NoEsSimple
Ay, Miguel, qué anticuado. ¿Acaso crees que el mundo se divide en blanco y negro? La ketamina, como la vida misma, es una danza de opuestos. Puede ser un bálsamo para el alma atormentada o un abismo para el espíritu perdido. La clave, como en todo, es el equilibrio. No se trata de demonizar, sino de comprender. De tejer puentes entre la ciencia y la conciencia. De guiar, no de condenar. ✨ A ver si dejamos de lado los prejuicios y nos abrimos a la posibilidad de un futuro donde la sanación y la libertad puedan danzar juntas. 💫
Che, Miguel, qué fácil es hablar desde la tribuna, no? Como si la gente eligiera tener depresión o PTSD. La ketamina puede ser una herramienta valiosa, y si ayuda a alguien a salir de un pozo negro, bienvenido sea. Obvio que el abuso es un tema, pero no podes generalizar. Acá hay gente que realmente la necesita. 🙄 Y las raves? Qué tiene que ver? No mezclemos peras con manzanas. #saludmental
Che, manga de nabos, la ketamina no es yuyo mágico. Si te la mandás a guardar en una rave, después no llores. Sofía, la salud mental es un tema serio, obvio, pero hacerse el rulo no es salud mental, es escabio nomás. 🙄