Diane Sindall fue más que un nombre en un epitafio; era una promesa silenciada. En una noche fatídica de 1986, su vida fue brutalmente arrebatada en Birkenhead, un crimen que conmocionó a la comunidad. Ahora, 38 años después, su caso resurge, marcado por una brutalidad inimaginable, para desafiar nuestra idea de justicia. Un nuevo análisis de ADN ha puesto en tela de juicio la culpabilidad de Peter Sullivan, planteando una pregunta escalofriante: ¿hemos encarcelado a un inocente?
ADN al rescate: ¿Error judicial en el caso de la Bestia de Birkenhead?
El pasado 13 de noviembre, la Comisión de Revisión de Casos Penales (CCRC) remitió el caso de Peter Sullivan al Tribunal de Apelación tras obtener un perfil de ADN que no coincide con el suyo. Fuentes del Daily Mail aseguran que existen pruebas ‘indiscutibles’ de su inocencia, lo que podría llevar a su exoneración el próximo 13 de marzo. Pero, ¿qué llevó a Sullivan a prisión en primer lugar?
La Bestia de Birkenhead: El terror se instala en la comunidad
Los detectives de Merseyside describieron el caso de Diane Sindall como uno de los más brutales que habían enfrentado. Imagina el miedo paralizante en los ojos de Diane mientras la Bestia la acechaba en esa fatídica noche. La joven fue golpeada salvajemente, violada, mutilada y abandonada en un callejón. La violencia del crimen le valió al perpetrador el apodo de ‘la Bestia de Birkenhead’, un nombre que evoca el horror y la barbarie.
Aquel 1 de agosto de 1986, Diane trabajaba en la floristería de su tío. Por la noche, se dirigió al hotel The Wellington, donde trabajaba para ahorrar para su boda. Alrededor de las 23:30, terminó su turno y se dirigió a casa, sin saber que la Bestia acechaba en la oscuridad. Apenas quince minutos después de salir del hotel, el Fiat Fiorino de Diane se detuvo cerca de una rotonda por falta de combustible. Testigos la vieron, vestida con una camiseta de lunares, jeans y tacones, mirando hacia atrás, quizás sintiendo una presencia amenazante. A las 00:10, un taxista observó una discusión entre Diane y un hombre, una escena que presagiaba la tragedia inminente. Doce horas después, su cuerpo sin vida fue descubierto en un callejón, marcando el inicio de una pesadilla que aún no termina.
Sullivan: ¿Chivo expiatorio o culpable?
La policía de Merseyside lanzó una investigación masiva, y pronto las sospechas recayeron sobre Peter Sullivan, un hombre de 29 años descrito como un ‘tonto del pueblo’. Sullivan tenía antecedentes penales por delitos menores, pero no por violencia sexual. Sin embargo, las pruebas circunstanciales y una confesión lo convirtieron en el principal sospechoso.
El patólogo Geoffrey Garrett describió la escena del crimen como un ‘frenesí’ de violencia. Dos semanas después del asesinato, objetos pertenecientes a Diane fueron encontrados quemados. Un testigo recordó haber visto a un hombre con características similares a Sullivan cerca del lugar. El 22 de septiembre, un policía lo identificó en un pub por su nariz puntiaguda y tatuajes. Tres días después, tras registrar su casa, se encontró una palanca que ‘podría haber sido’ el arma homicida. Todo parecía encajar, pero, ¿era la verdad o una trampa?
El Juicio y las Pruebas: ¿Cimientos de Arena?
En el juicio, se relató que Sullivan había estado bebiendo mucho el día del crimen. Al salir del bar, se cruzó con Diane y la atacó con una palanca. Inicialmente, Sullivan confesó, pero luego se retractó, afirmando que lo habían presionado. Una ‘confesión de celda’ de un delincuente llamado Stephen France también lo incriminó, una práctica hoy inadmisible en los tribunales del Reino Unido. Además de la palanca, se encontraron fibras coincidentes con la ropa de Diane en la casa de Sullivan. Pero la prueba clave fueron las marcas de mordeduras en el cuerpo de la víctima. Dos dentistas forenses concluyeron que las mordidas provenían de la boca de Sullivan, una afirmación que el fiscal calificó como ‘la parte crítica del caso’. En noviembre de 1987, Sullivan fue declarado culpable y condenado a cadena perpetua, sellando, aparentemente, el destino de la Bestia de Birkenhead.
¿Error Judicial o Búsqueda de la Verdad?
Durante 38 años, Peter Sullivan ha mantenido su inocencia, presentando apelaciones que fueron rechazadas. La CCRC también señaló posibles infracciones de la Ley de Policía y Pruebas Penales de 1984 durante los interrogatorios a Sullivan, quien era un hombre vulnerable con dificultades de aprendizaje. Tras su confesión inicial, Sullivan solicitó ver a un psiquiatra, afirmando que era ‘tonto’ y que no entendía por qué mentía. ‘Necesito averiguar qué me pasa en la cabeza porque creo que estoy loco. Sigo con todas estas mentiras, pero nunca maté a Diane’, escribió.
Una evaluación psicológica realizada seis años atrás subrayó su ‘capacidad intelectual limitada y su sugestionabilidad’, lo que generó ‘preocupaciones sobre las respuestas y confesiones del solicitante en sus entrevistas policiales’. Garrett, en sus memorias, describió a Sullivan como un ‘perdedor’ que buscaba llamar la atención, un hombre con ‘posibilidades casi nulas de lograr algo que valiera la pena’.
Si Peter Sullivan es inocente, su caso se convertiría en uno de los errores judiciales más graves en la historia del Reino Unido. Un hombre vulnerable, posiblemente presionado para confesar un crimen que no cometió, ha pasado 38 años en prisión, mientras el verdadero asesino de Diane Sindall sigue libre. Este caso nos obliga a cuestionar la fiabilidad de las pruebas forenses de la época, el trato a personas con discapacidades intelectuales en el sistema judicial y la búsqueda incansable de la verdad, incluso décadas después.
Mientras esperamos la decisión del Tribunal de Apelaciones, el fantasma de Diane Sindall sigue presente en Birkenhead, exigiendo justicia. Si Sullivan es liberado, la investigación deberá reabrirse, y la Bestia de Birkenhead volverá a acechar en las sombras, recordándonos que la justicia, a veces, tarda demasiado en llegar, y que los errores pueden tener consecuencias devastadoras. Este caso no solo es un llamado a la reflexión sobre el sistema judicial, sino también un recordatorio de la fragilidad de la verdad y la importancia de proteger a los más vulnerables. La historia de Diane Sindall y Peter Sullivan es un grito de indignación que resuena en nuestros oídos, instándonos a no olvidar y a exigir justicia, sin importar cuánto tiempo haya pasado.