Jujuy llora a Adriana Armella, una docente cuyo corazón se detuvo tras una extenuante jornada. Su muerte no es solo una tragedia personal, sino un grito ahogado que expone la brutal presión laboral y la creciente violencia que carcomen las escuelas. ¿Cuántas vidas más se perderán antes de que alguien escuche?
Adriana, de 56 años, amaba enseñar. Pero el amor no bastó para resistir la vorágine de exigencias, la falta de recursos y el desamparo. El 21 de marzo, un ACV apagó su vida, un día después de desplomarse en una tensa reunión escolar. Su historia es el espejo de una realidad que miles de docentes enfrentan: jornadas interminables, aulas superpobladas, salarios insuficientes y la constante amenaza de la violencia.
El clamor desde las aulas: “Nos están matando lentamente”
El dolor se transformó en rebelión. Las compañeras de Adriana, con el alma herida, redactaron una carta que se viralizó, un desgarrador testimonio de la realidad docente: “Nos exigen ser psicólogos improvisados, mediadores familiares, y burócratas perfectos en un sistema que prioriza papeles sobre personas”, escribieron con la voz temblorosa.
La carta revela la carga invisible que soportan los docentes: lidiar con niños heridos por la pobreza y la violencia, contener familias desesperadas y enfrentar la burocracia implacable de un sistema que los ve como números. En este contexto, la frase resuena con fuerza:
“La escuela educa, pero la verdadera formación de un niño o niña comienza en casa. Los valores y empatía no se enseñan en una pizarra”
La falta de apoyo y la criminalización de su labor los hacen sentir solos y desamparados. Su carta es un pedido de auxilio, un ruego por ser reconocidos como aliados en la titánica tarea de educar.
La marcha de las antorchas: Jujuy enciende la esperanza
El silencio se rompió con el fuego de las antorchas. Docentes, estudiantes, padres y madres marcharon por las calles de San Salvador de Jujuy, iluminando la noche con su dolor y su exigencia de justicia. “Exigimos escuelas donde nadie muera por enseñar”, “Basta a la violencia psicológica y laboral”, rezaban los carteles, condensando la rabia y la esperanza.
La marcha fue un grito colectivo contra la desidia y el maltrato, una exigencia al Estado para que revise sus políticas y priorice el bienestar de quienes educan a las futuras generaciones.
Testimonios que duelen: “Nos persiguen por querer ayudar”
Brenda, una docente con la voz quebrada, compartió su cruda experiencia durante la marcha: “Una manifiesta la problemática con un alumno para ayudar y terminás denunciada. Y comienza una persecución entre adultos y al alumno lo dejan de lado”. Su testimonio revela la desprotección que sufren los docentes al intentar proteger a sus alumnos.
Su relato expone la judicialización de los conflictos escolares, donde se castiga a quienes denuncian los problemas en lugar de buscar soluciones. Brenda clama por la necesidad de profesionales que acompañen a docentes y alumnos, creando un ambiente escolar más sano y seguro.
Virginia Alemán, otra docente con años de experiencia, recordó la muerte de una colega en 2013, un caso similar al de Adriana. “Nos sentimos solos, desahuciados, desamparados”, lamentó, reflejando la persistente sensación de abandono.
Virginia reflexiona sobre la devaluación de la figura docente: “Hace 31 años que trabajo y en aquellos tiempos lo que decía el maestro era ley y ahora se transformó”. Urge a involucrar a las familias, tejer lazos entre la escuela y el hogar para fortalecer el proceso educativo.
Gremios unidos: La promesa de un cambio
La muerte de Adriana unió a los gremios docentes en un reclamo común. ADEP y CEDEMS alzaron la voz, denunciando las exigencias desmedidas que afectan la salud física y mental de los docentes. CEDEMS advirtió que el caso de Adriana es “la punta del iceberg de una cotidianidad en la que las escuelas son caja de resonancia de la crisis económica y social”.
El Ministerio de Educación prometió talleres para docentes y alumnos, un primer paso para abordar las problemáticas que envenenan las escuelas. Pero, ¿será suficiente? ¿O se necesita una transformación profunda del sistema educativo?
La muerte de Adriana Armella debe ser un punto de inflexión. Su historia, un legado de lucha y compromiso, nos interpela como sociedad. Es hora de valorar a nuestros docentes, de crear escuelas donde la vocación no se apague por la presión y la violencia. Es hora de construir un futuro donde nadie muera por enseñar.
Firma aquí la petición para exigir mejores condiciones laborales para los docentes: [Enlace a la petición]
Comparte tu experiencia y opinión en la sección de comentarios.
Encuentra apoyo y recursos para docentes en las siguientes organizaciones: [Enlaces a organizaciones de apoyo]