En Alta Córdoba, el silbato final no trajo alivio, sino la confirmación de una agonía que se extiende. Instituto y Godoy Cruz empataron 1-1, y la Gloria ya acumula seis partidos sin saborear la victoria. ¿Se diluye la clasificación como un azucarillo en el café caliente de la desilusión? El hincha siente el gusto metálico de la derrota, mientras la esperanza pende de un hilo.
Un partido que prometía un nuevo amanecer, pero terminó en penumbras
El encuentro arrancó con un Instituto voluntarioso, buscando redimirse ante su gente. Las primeras embestidas encendieron la ilusión, pero Petroli, el arquero mendocino, se erigió como un muro infranqueable.
A los 37 minutos, un balde de agua helada silenció el Juan Domingo Perón. Santino Andino aprovechó un rebote fortuito para adelantar a Godoy Cruz. La incredulidad se palpaba en el aire.
Pero la Gloria, herida en su amor propio, reaccionó con fiereza. Cuatro minutos después, Damián Batallini, cual depredador del área, igualó las acciones. El gol, un grito de liberación, buscaba insuflar ánimo al equipo.
Segundo tiempo: Voluntad sin ideas
El complemento fue una batalla de trincheras, un derroche de energía sin claridad en el ataque. Instituto lo intentó, pero careció del ingenio para perforar el cerrojo mendocino. La impaciencia crecía en las gradas.
Un disparo de Luna, tras una asistencia de Cordero, fue la aproximación más peligrosa de Instituto. Sin embargo, la falta de contundencia y la muralla defensiva de Godoy Cruz ahogaron el grito sagrado.
El pitido final retrató a un Instituto exhausto, con la frustración tatuada en el rostro de sus jugadores. La sensación de una nueva oportunidad dilapidada calaba hondo.
En la tabla de posiciones, la realidad golpea como un mazazo: ocho puntos, a dos de la zona de clasificación. Una distancia que se antoja sideral ante la falta de victorias y la fragilidad anímica.
- Próximo partido: Visita a Lanús
- Posición actual: A dos puntos de la clasificación
La Frustración en el alma del hincha
El hincha de Instituto siente el impacto. La ilusión de pelear por objetivos ambiciosos se desvanece con cada partido que pasa sin sumar de a tres. La paciencia se agota y el murmullo de la crítica se intensifica.
El equipo necesita un shock, un cambio radical que le permita recuperar la confianza y reconciliarse con el triunfo. La visita a Lanús, en la próxima jornada, emerge como una prueba de fuego para demostrar que aún queda esperanza.
Pero el reloj corre en contra. La clasificación se aleja y el fantasma del descenso acecha con su sombra alargada. Instituto debe reaccionar, dejar atrás la frustración y recuperar la fe en su potencial. De lo contrario, el sufrimiento de sus fieles seguidores se prolongará hasta el infinito.
“Necesitamos el apoyo de la gente. Juntos podemos salir adelante”, declaró el entrenador tras el partido.
La voz de la tribuna
El incondicional aliento del pueblo Albirrojo merece una respuesta en la cancha. Los hinchas colman el Juan Domingo Perón en cada encuentro, impulsando al equipo hacia adelante a pesar de los resultados adversos.
Pero la lealtad tiene un límite. La falta de victorias y la incapacidad para cambiar el rumbo generan un clima de descontento que se exterioriza en cánticos y reproches.
Los jugadores deben comprender el mensaje que baja desde las gradas: se necesita actitud, entrega y coraje. Se necesita sudar la camiseta, demostrar que se sienten los colores y que están dispuestos a darlo todo por el escudo.
Solo así se podrá recuperar la confianza de la gente y volver a soñar con un Instituto protagonista. El camino es arduo y empinado, pero con esfuerzo y dedicación se puede revertir este presente sombrío.
¿Qué le depara el futuro a Instituto?
Los próximos compromisos serán determinantes para definir el destino de Instituto en el torneo. La visita a Lanús, el clásico frente a Belgrano y los duelos ante rivales directos marcarán el camino a seguir.
El cuerpo técnico deberá hallar las piezas que faltan, el sistema táctico que mejor se adapte a las características de los jugadores y la motivación necesaria para afrontar cada partido como una final.
Los jugadores deberán desterrar los fantasmas, recuperar la confianza y demostrar que tienen la capacidad para revertir este presente desalentador. Se necesita actitud, entrega y compromiso. Se necesita sudar la camiseta, demostrar que se sienten los colores y que están dispuestos a darlo todo por el escudo.
La afición de Instituto anhela una reacción. Anhela ver un equipo que se entregue por completo, que luche cada pelota como si fuera la última y que demuestre que tiene el temple para superar la adversidad.
¿Podrá Instituto salir de esta crisis? Deja tu comentario y comparte tu opinión.