El viento azota el valle, silbando una melodía desoladora entre las ruinas de Maalula. El sol, un disco pálido en el cielo invernal, apenas logra entibiar las piedras milenarias que han sido testigos de imperios y guerras, de oraciones en arameo, la lengua de Jesús, y del miedo que ahora se aferra a los corazones de sus habitantes cristianos.
La caída de Al-Assad, un evento que parecía inimaginable, ha desatado una tormenta de incertidumbre en este antiguo pueblo sirio. La llegada del grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS) ha sembrado la angustia entre la comunidad cristiana, que teme por su futuro y su libertad religiosa en una tierra que ha sido su hogar durante siglos.
Maalula: Un oasis de fe en el desierto del miedo
Enclavado en las montañas Qalamoun, Maalula es un lugar donde el tiempo parece haberse detenido. Sus casas de piedra, aferradas a las laderas escarpadas, se funden con el paisaje ocre, creando un escenario de belleza austera. Aquí, el arameo, la lengua que Jesús hablaba, aún resuena en las calles, un eco de un pasado que se resiste a desaparecer. Pero la guerra ha dejado sus cicatrices: Monasterios centenarios marcados por las balas, iglesias reducidas a cenizas y un silencio opresivo que se cierne sobre la comunidad cristiana.
Antes de la guerra, Maalula era un crisol de culturas y religiones, donde cristianos y musulmanes convivían en armonía. La llegada de Al-Nusra en 2013 destrozó ese equilibrio. Iglesias fueron quemadas, reliquias saqueadas y la población cristiana obligada a huir. Aunque el ejército sirio reconquistó el pueblo en 2014, las heridas siguen abiertas y la desconfianza se ha instalado en las miradas.
Ahora, con la caída de Al-Assad, el miedo ha regresado. El HTS, aunque se presenta como una fuerza moderada, despierta recelos entre los cristianos. “Nos prometieron que todo estaría bien”, dice Nikola, un anciano con ojos que reflejan el peso de la historia. “Pero muchos tienen miedo. Si mostramos las armas para protegernos, nos hacen la guerra.”
La Navidad en Maalula solía ser una fiesta llena de luz y alegría, con villancicos en arameo que resonaban en las estrechas calles. Este año, sin embargo, el padre Jalal Gazal, párroco de la Iglesia de San Jorge, ha decidido celebrar la misa con discreción, temiendo posibles represalias. “Tocaremos las campanas, pero haremos todo adentro”, confiesa con tristeza.
Israel e Irlanda: La diplomacia en llamas
Mientras la incertidumbre se cierne sobre Maalula, a miles de kilómetros de distancia, otro conflicto estalla en el ámbito diplomático. Israel ha cerrado su embajada en Irlanda tras la decisión de Dublín de unirse a la demanda presentada por Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia, acusando a Israel de genocidio en Gaza.
El ministro de Exteriores israelí, Gideon Saar, ha calificado las acciones de Irlanda como “antisemitas” y ha acusado al país de “cruzar todas las líneas rojas”. La decisión de cerrar la embajada es una respuesta contundente a lo que Israel considera una “extrema política antiisraelí” por parte del gobierno irlandés.
El informe de Amnistía Internacional, que acusa a Israel de cometer genocidio en Gaza, ha añadido leña al fuego. La organización basa sus conclusiones en el “patrón de conducta militar israelí, las declaraciones deshumanizadoras de sus líderes y el bloqueo del territorio palestino”.
En un gesto de desafío, Israel ha anunciado la apertura de una nueva embajada en Moldavia, en un intento por fortalecer sus lazos con países que mantienen una postura más favorable hacia sus políticas.
Entre la esperanza y la desesperación
En Maalula, la alcaldesa Maha Alshaher, una mujer cristiana que se ha mantenido en su puesto a pesar de la caída de Al-Assad, intenta transmitir calma. “No tengo miedo”, asegura. “Va a haber libertad de culto”. Pero sus palabras se pierden en el viento, como un susurro de esperanza en medio de la tempestad.
La instalación de un árbol de Navidad en la plaza del pueblo, junto a la bandera de la nueva Siria, es un acto de resistencia, un símbolo de la determinación de la comunidad cristiana de aferrarse a su fe y su identidad en medio de la incertidumbre. Pero la sombra del miedo es alargada, y el futuro de Maalula, al igual que el de tantas otras comunidades minoritarias en Oriente Medio, se presenta incierto y lleno de peligros.
Mientras tanto, el conflicto entre Israel e Irlanda pone de manifiesto la profunda división que existe en la comunidad internacional respecto al conflicto en Gaza. La acusación de genocidio es una línea roja que pocos países se atreven a cruzar, y la decisión de Irlanda ha tenido consecuencias diplomáticas inmediatas.
El mundo observa con preocupación el desarrollo de ambos conflictos, consciente de que sus consecuencias podrían tener un impacto significativo en la estabilidad regional e internacional. En Maalula, los cristianos rezan por la paz y la tolerancia. En el escenario global, la diplomacia se tambalea al borde del abismo.