En el vibrante panorama teatral porteño, “Marcela contra la máquina” irrumpe como una propuesta fresca y audaz que invita a la reflexión sobre la intrincada relación entre la creatividad humana y el avance imparable de la inteligencia artificial (IA). Dirigida por Mariana Chaud, la obra no solo entretiene, sino que también provoca un diálogo necesario sobre el impacto de la tecnología en la expresión artística y, más ampliamente, en nuestra sociedad.
Una puesta en escena que sorprende
Desde el inicio, “Marcela contra la máquina” desafía las convenciones. La obra se desarrolla en el singular espacio del Nün, un bar-teatro que se transforma en escenario. La disposición inusual del público, enfrentado directamente a las actrices, crea una inmediatez que potencia la sensación de estar participando de un ensayo, casi de una conversación.
Este juego con la inmediatez y la cercanía del público se ve acentuado por la simpleza, pero efectiva, escenografía de Ariel Vaccaro. La iluminación de Matías Sendón también contribuye a crear una atmósfera íntima, resaltando las dinámicas entre los personajes.
La directora, Mariana Chaud, conocida por su originalidad, lleva la apuesta un paso más allá. El vestuario de Mariana Seropian, en sí mismo, se convierte en un elemento narrativo, que ayuda a caracterizar los personajes y a reflejar sus diferentes perspectivas respecto de la temática de la obra.
Personajes entrañables en una trama intrigante
La trama se centra en Marina, una dramaturga y directora; Gilda, una actriz; y Lino, un actor. El trío se encuentra ensayando una nueva obra, explorando diferentes líneas temáticas. Una de ellas, “Marcela”, una maestra combativa que busca un cambio; otra, el poema “Primero sueño” de Sor Juana Inés de la Cruz, una obra maestra que inspira su búsqueda creativa. Pero la verdadera disrupción surge con la inclusión de la IA en el proceso creativo. El uso de la tecnología, personificado en la netbook y las proyecciones en la pared, se integra con naturalidad a la dramaturgia.
Ximena Banús, en el papel de Gilda, brinda una actuación destacada, encarnando a una artista independiente luchadora contra los avatares económicos y creativos de la industria. La fuerza interpretativa de Nicolás Levin, como Lino, aporta un contrapunto, reflejando la incomodidad de alguien que combina la rutina de un trabajo estable con la exigente búsqueda artística.
Luciana Lifschitz como Marina crea una protagonista creíble y atractiva. Su conflicto interno entre el deseo de innovar y la necesidad de conectar con la realidad se torna central. La presencia de Ju (Violeta Brener) agrega otro elemento significativo a la dinámica narrativa. La hija adolescente, ajena al mundo artístico de su madre, le hace cuestionar las prioridades y las suposiciones subyacentes en su trabajo. La joven actriz brilla con una actuación convincente y crea un contraste efectivo entre las visiones de generaciones diferentes.
Humor ácido y crítica social en tiempos digitales
La obra se construye sobre una base de humor ácido que, lejos de ser superficial, sirve para criticar temas candentes de nuestra sociedad. El debate sobre la corrección política, la representación de minorías, la comercialización del arte, y la influencia de las redes sociales sobre la vida artística son algunos de los puntos que la obra aborda con destreza.
El texto de Mariana Chaud demuestra un manejo preciso del lenguaje, tanto en sus diálogos como en la narración. La agudeza del humor se combina con una mirada crítica sobre la dinámica creativa en la era digital. La integración de la IA, presentada no como una amenaza existencial, sino como una herramienta más (con sus propias limitaciones), permite un acercamiento inteligente y profundo al tema.
La obra no se limita a plantear preguntas; propone una exploración performativa donde el público se convierte en un participante activo del proceso creativo. Este diálogo se abre con la inmediatez de la puesta en escena y la fuerza de las interpretaciones. Las proyecciones de las respuestas de la IA en la pared potencian el espectáculo y logran crear una atmósfera innovadora.
Una reflexión necesaria
“Marcela contra la máquina” es una obra que se disfruta por su dinamismo, su humor y su capacidad para involucrar al público. Pero sobre todo es una pieza teatral estimulante e inteligente que nos invita a reflexionar sobre la creación, los desafíos de la industria artística contemporánea y el papel que la IA tendrá en la configuración del futuro.
Más allá de la brillantez de su estructura y de la maestría de sus intérpretes, esta obra es un recordatorio oportuno de que la creatividad humana sigue siendo esencial e insustituible. La IA puede ser una herramienta poderosa, pero la chispa de la imaginación, la pasión y la perspectiva humana son inigualables. En esta originalísima puesta en escena, Chaud consigue que el público reflexione sobre este tema de una manera efectiva e inteligente, lo que termina transformando la obra en una experiencia teatral memorable.
Ficha técnica
Texto y dirección: Mariana Chaud. Intérpretes: Ximena Banús, Violeta Brener, Nicolás Levin y Luciana Lifschitz. Escenografía: Ariel Vaccaro. Vestuario: Mariana Seropian. Iluminación: Matías Sendón. Movimiento: Luciana Acuña. Canciones: Lucas Martí. Sala: Nün (Juan Ramírez de Velasco 419). Funciones: sábados, a las 22.30. Duración: 70 minutos.