El partido entre Huracán y Boca Juniors en el estadio Tomás Adolfo Ducó fue mucho más que un encuentro futbolístico; fue un campo de batalla donde la polémica arbitral, la violencia de las tribunas y las reacciones airadas de jugadores y entrenadores se combinaron para crear una noche caótica que será recordada durante mucho tiempo. Un 0-0 que dejó un regusto amargo y mucho por analizar.
Un clima enrarecido desde el inicio
Desde antes del pitazo inicial, el ambiente se sentía cargado. Los hinchas de Huracán, con su equipo peleando por el campeonato, llegaron al estadio con una rabia contenida, exacerbada por la sensación de injusticia tras un penal no cobrado en un partido anterior. El recibimiento a Boca fue hostil, con silbidos e insultos dirigidos a los jugadores visitantes. La cancha, un polvorín a punto de estallar.
Las provocaciones fueron constantes, con cánticos agresivos y gestos desafortunados por parte de ambos equipos, incrementando la tensión en cada minuto. Incluso, antes del minuto de silencio por Maradona, la silbatina resonó en el Ducó en un claro signo de la hostilidad reinante.
Algunos reclamos arbitrales, en particular una amarilla a Mazzanti que los locales consideraron excesiva, desataron la furia de las tribunas, con el coro “ohhh, Boca sos cagón” resonando por el estadio. Figal y Cavani, con acciones que molestaron al público, añadieron más leña al fuego. Un comienzo que anunciaba la tormenta.
La batalla en las gradas: proyectiles y enfrentamientos
El momento más crítico llegó durante el calentamiento de los suplentes de Boca. Ubicados en la Platea Miravé, zona conflictiva por antecedentes previos, fueron blanco de insultos y proyectiles lanzados desde las gradas locales. Rojo, Medel y Martegani se convirtieron en los objetivos principales, sufriendo la furia de los hinchas, y la respuesta de los suplentes de Boca solo intensificó el conflicto.
La violencia se desató; guardias de seguridad resultaron ineficaces frente a la embestida de hinchas enardecidos. La intervención de la infantería, no exenta de polémica, calmó la situación con golpes y empujones incluidos. Incluso, un fotógrafo resultó herido en medio del caos. Boca decidió suspender el calentamiento hasta el entretiempo, buscando resguardar a sus jugadores.
En el segundo tiempo, el clima hostil persistió. Incluso Cavani, tras un altercado con un alcanzapelotas que lo terminó empujando, fue insultado con fuertes términos a pesar de haber pedido disculpas públicamente. La tensión estaba al límite, y la chispa faltaba poco para encender la hoguera.
El penal anulado: la gota que rebalsó el vaso
El momento más controvertido del partido llegó sobre el final. Un penal cobrado a favor de Huracán generó una reacción instantánea e incontrolable. La polémica no tardó en llegar. La revisión del VAR, tras una supuesta falta de Mazzanti contra Romero, derivó en la anulación de la pena máxima, generando la explosión de furia de los hinchas quemeros. Las protestas fueron intensas, con insultos hacia el árbitro Mastrángelo, los jugadores visitantes y hasta hacia el presidente de la AFA.
Mastrángelo, por su parte, intentó controlar el caos sancionando una falta dudosa en el área grande y luego revisando la decisión al final. La decisión, según varios analistas, fue controvertida. Una decisión que lejos de aplacar, aumentó el fervor del momento, llegando incluso a increparle al árbitro durante su regreso a los vestuarios. El polvorín volvió a encenderse. Los ánimos estaban al borde del estallido, creando un espectáculo indigno de este deporte.
La decisión arbitral, lejos de calmar las aguas, encendió aún más la mecha de la polémica. Algunos analistas señalaron errores en la interpretación de la jugada y en el manejo del VAR por parte del árbitro, mientras que otros defendieron sus acciones. Sin embargo, una cosa es clara: la anulación del penal fue una chispa en un escenario en llamas.
Incluso, posteriores análisis revelaron un error aún más insólito. A pesar de la polémica sobre el penal anulado y la posible falta, una imagen demostraba que Alfonso tomó el balón con sus manos cuando estaba en una posición inmejorable para anotar, anulando la chance de cualquier posibilidad de anotar. Un error insólito, una comedia de errores a gran escala.
El desenlace caótico: violencia post partido y conferencia suspendida
Ni siquiera el silbatazo final logró contener la tensión. Insultos entre Kudelka y Saracchi, un niño gambeteando a la seguridad en el campo de juego, y la negativa de Zeballos a entregarle su camiseta a un joven que había brincado la reja: todos estos actos resaltan la atmósfera caótica y la imposibilidad de controlar el desorden en el partido.
El final se tornó aún más descontrolado cuando dirigentes e integrantes del club Huracán rodearon el vestuario del árbitro, intensificando la agresión hacia Mastrángelo. Las agresiones no cesaron. La seguridad intervino para evitar enfrentamientos mayores. Ante este panorama explosivo y caótico, la conferencia de prensa de Gago se suspendió debido a la tensión reinante en la zona de prensa, con aficionados manifestando su enojo frente a las cámaras televisivas.
Con declaraciones como la de Kudelka resaltando la poca claridad del reglamento en la jugada polémica, pero sin referirse directamente al mal arbitraje, termina de completar este panorama caótico, violento y explosivo. Un encuentro de fútbol, que terminó en un ring de boxeo. Un encuentro que dejará cicatrices.
El partido Huracán-Boca quedará en la memoria como un encuentro marcado por la polémica y la violencia. Una noche que refleja problemas arraigados en el fútbol argentino, desde la interpretación arbitral hasta la falta de control en las gradas. Un 0-0 con mucha pólvora y una incertidumbre que se mantendrá hasta el final de la liga.