¡Georgia arde! Y no, no me refiero al estado sureño de EE. UU., sino a la pequeña nación caucásica que se encuentra en una encrucijada geopolítica. Las calles de Tiflis, su capital, se han convertido en un campo de batalla entre manifestantes pro-europeos y la policía, tras la escandalosa decisión del gobierno de suspender las negociaciones para unirse a la Unión Europea. ¿Un acto de cobardía? ¿Una genuflexión ante el oso ruso? ¡Analicemos este polvorín!
El sueño europeo se convierte en pesadilla georgiana
La decisión del partido gobernante Sueño Georgiano de frenar el proceso de integración a la UE ha desatado la furia de miles de ciudadanos que ven en Europa su única esperanza para escapar de la influencia rusa. Y no es para menos. Recordemos que Rusia ya invadió Georgia en 2008, dejando cicatrices profundas en la memoria colectiva. ¿Acaso el gobierno georgiano ha olvidado la historia? ¿O prefiere el abrazo del oso a la mano amiga de Europa?
Las imágenes que llegan desde Tiflis son impactantes. Jóvenes manifestantes, ondeando banderas georgianas y europeas, se enfrentan a la brutal represión policial. Gases lacrimógenos, cañones de agua, detenciones masivas… ¡Parece que el gobierno georgiano ha aprendido las peores tácticas de sus amigos del Kremlin! Más de 200 detenidos y decenas de heridos. ¿Es este el precio que hay que pagar por soñar con la libertad?
La presidenta Salomé Zourabichvili, aunque con poderes limitados, ha sido una voz valiente en medio del caos. Ha denunciado la violencia policial y ha pedido ayuda a Europa para frenar lo que ella llama un intento de Rusia de controlar Georgia. “¡Queremos que nos devuelvan nuestro destino europeo!”, clama Zourabichvili. Una heroína solitaria luchando contra la marea prorrusa. ¿Será escuchada su súplica?
El oso ruso muestra sus garras
Como era de esperar, el Kremlin no ha tardado en reaccionar. Con su habitual cinismo, el portavoz Dmitri Peskov ha comparado las protestas en Georgia con la Revolución Naranja de Ucrania en 2004 y el Euromaidán de 2014. ¡Qué casualidad! Siempre que un país del antiguo bloque soviético intenta acercarse a Occidente, Rusia ve el fantasma de una “revolución de colores” orquestada por la CIA.
Pero la realidad es mucho más simple. Rusia no quiere perder su patio trasero. Georgia, al igual que Ucrania, es una pieza clave en su estrategia geopolítica. Controlar estos países le permite a Rusia mantener su influencia en la región y contener el avance de la OTAN y la UE. Y para lograrlo, está dispuesta a utilizar todos los medios a su alcance: propaganda, desinformación, apoyo a gobiernos títeres e incluso la fuerza militar. ¿Será Georgia la próxima víctima de la ambición imperialista rusa?
El expresidente ruso Dmitri Medvedev, con su habitual retórica incendiaria, ha advertido que Georgia está “avanzando rápidamente por el camino ucraniano, hacia un abismo oscuro”. ¡Amenazas veladas que no hacen más que confirmar los temores de los manifestantes georgianos!
Mientras tanto, la UE y EE. UU. observan con preocupación los acontecimientos. Han condenado la violencia policial y han expresado su apoyo a las aspiraciones europeas de Georgia. Pero, ¿serán suficientes las palabras? ¿O se necesita una acción más contundente para frenar la creciente influencia rusa en la región?
¿Hacia una nueva Guerra Fría?
Lo que ocurre en Georgia no es un hecho aislado. Es un síntoma más de la creciente tensión entre Rusia y Occidente. La guerra en Ucrania, la crisis energética, la carrera armamentística… ¡El mundo parece estar al borde de una nueva Guerra Fría! Y en esta peligrosa partida de ajedrez geopolítica, Georgia es solo un peón más.
La pregunta es: ¿qué hará Occidente para defender a Georgia y a otros países que se encuentran en la mira de Rusia? ¿Se limitará a condenar la violencia y a expresar su preocupación? ¿O tomará medidas concretas para frenar la expansión rusa y proteger la democracia en la región? ¡El futuro de Georgia, y quizás el de Europa, depende de la respuesta!
Mientras tanto, en las calles de Tiflis, la lucha continúa. Los manifestantes georgianos, con su valentía y determinación, nos recuerdan que la libertad no se regala, se conquista. ¿Lograrán su objetivo de unirse a Europa? ¿O serán aplastados por la bota rusa? ¡Solo el tiempo lo dirá!