En la inmensidad de la Patagonia argentina, donde el viento azota la estepa y el sol se abre paso entre las nubes, un proyecto innovador está redefiniendo el futuro de la agricultura. Un puñado de agricultores, con el apoyo de instituciones y organizaciones internacionales, han unido fuerzas para cultivar frutillas utilizando energías renovables, una iniciativa que no solo transforma el paisaje productivo, sino que también teje nuevas historias de esperanza y desarrollo en una región históricamente desafiada por sus condiciones geográficas.
Frutillas del Viento: Un Cultivo que Florece con la Energía del Sol y el Viento
La iniciativa, conocida como “Frutillas del Viento”, es el fruto de la colaboración entre la RedER Chubut, la Delegación de la Unión Europea en Argentina, organizaciones como la Fundación 500RPM, la Unión Iberoamericana de Municipalistas, la Fundación Patagonia Natural y el respaldo técnico del INTA. Este proyecto, pionero en su tipo, busca integrar las energías renovables en la producción agrícola familiar, promoviendo prácticas sostenibles que no solo beneficien a los productores, sino que también contribuyan a la mitigación del cambio climático.
En el corazón de la estepa patagónica, donde tradicionalmente la ganadería extensiva ha sido la principal actividad económica, ahora se erigen pequeños molinos eólicos que bombean agua para el riego por goteo de frutillas. La energía solar, captada por paneles fotovoltaicos, complementa la fuerza del viento, asegurando un suministro constante de energía limpia para alimentar los sistemas de microtúneles que protegen los cultivos de las inclemencias del tiempo.
Historias de Transformación en el Sur Argentino
César Cárdenas, un excolectivero de Esquel, es uno de los doce productores que participan en el proyecto. Con el apoyo del taller de horticultura del INTA, Cárdenas transformó su vida, cambiando el volante por la tierra. Hoy, con orgullo, muestra el resultado de su esfuerzo: una cosecha anual de mil kilos de frutillas que no solo sustenta a su familia, sino que también le da la satisfacción de contribuir al desarrollo de su comunidad. “Este proyecto no solo cambió mi vida”, afirma, “sino también la de mi familia. Queremos seguir creciendo”.
Desde Paso del Sapo, Milo Grenier comparte una historia similar. Inspirado por una charla radial, Grenier decidió diversificar su producción ganadera, incorporando el cultivo de 1400 plantas de frutillas. “Antes teníamos solo ovejas y vacas”, recuerda, “ahora vemos un futuro lleno de oportunidades”. Su testimonio refleja el espíritu emprendedor y la capacidad de adaptación que caracterizan a los productores patagónicos.
Innovación Tecnológica para una Agricultura Resiliente
La innovación tecnológica es el motor que impulsa esta revolución sustentable. Los molinos eólicos, muchos de ellos fabricados por estudiantes de escuelas técnicas locales, no solo generan energía limpia, sino que también se convierten en un símbolo del ingenio y la capacidad de la región para encontrar soluciones propias a sus desafíos. Los paneles solares, por su parte, aprovechan la radiación solar, un recurso abundante en la Patagonia, para alimentar los sistemas de riego y los microtúneles, creando un círculo virtuoso de producción y sostenibilidad.
Cristina Dellacanónica, del INTA Esquel, destaca la eficiencia de este enfoque: “Este sistema no solo es amigable con el ambiente, sino que también reduce costos para los productores y les permite trabajar de manera más eficiente”. La combinación de energías renovables con técnicas de agricultura intensiva, como el riego por goteo y el uso de microtúneles, optimiza el uso de los recursos, especialmente del agua, un bien preciado en la región.
La Patagonia: Un Nuevo Polo Productor de Frutillas
Con 250 hectáreas dedicadas a viveros de frutillas entre El Maitén y Trevelin, la Patagonia se posiciona como un actor clave en la provisión de plantines para los principales centros de producción del país, como Coronda y Tucumán. La cosecha local, que se extiende de noviembre a marzo, complementa la producción de otras regiones, asegurando el abastecimiento de frutillas durante todo el año.
Este modelo productivo descentralizado fortalece la economía regional y diversifica la oferta de productos frescos en el mercado nacional. La Patagonia, tradicionalmente asociada a la producción de lana y carne, ahora se abre camino en el sector de la fruticultura, demostrando su potencial para la innovación y la diversificación productiva.
Más que Frutillas: Un Cultivo de Esperanza y Desarrollo
El proyecto “Frutillas del Viento” trasciende la producción de un fruto. Es una iniciativa que siembra esperanza, promueve el desarrollo local y demuestra que la transición hacia una economía sustentable es posible. La capacitación de los productores, la integración de energías renovables y el trabajo conjunto entre instituciones públicas y privadas son los pilares de este modelo que busca transformar la realidad de las comunidades patagónicas.
Eduardo Miserendino, del INTA Esquel, resume el espíritu del proyecto: “Unimos capacidades, desafiamos los límites de la producción y logramos resultados que muchos creían imposibles. Estas frutillas no son solo un producto; son el símbolo de lo que podemos alcanzar trabajando juntos”.
Las “Frutillas del Viento” son un ejemplo inspirador de cómo la innovación, la sostenibilidad y la inclusión social pueden converger para crear un futuro más próspero y respetuoso con el medio ambiente. En la Patagonia, un pequeño fruto rojo se convierte en el símbolo de una gran transformación.