El Mario Alberto Kempes era un volcán a punto de erupcionar. Sesenta mil almas latiendo al unísono, un mar azul y blanco que soñaba con un título esquivo durante décadas. El aroma a asado se mezclaba con la tensión en el aire, mientras Talleres y Newell’s se preparaban para la batalla final. Pero en Liniers, el destino tenía otros planes.
Un primer tiempo de frustraciones
Desde el pitazo inicial, la T buscó el gol con desesperación, consciente de que solo la victoria le servía. Pero Newell’s, con una defensa sólida y un contragolpe afilado, apagó los intentos del local. Herrera, con una atajada providencial, evitó la caída del arco en los primeros minutos. La tensión se podía cortar con un cuchillo. Cada minuto que pasaba era una puñalada en la esperanza cordobesa.
Mientras tanto, en Liniers, Vélez hacía su trabajo con eficacia. Los goles de Aquino y Fernández silenciaban al Kempes, que recibía las noticias con incredulidad y angustia. La fiesta se transformaba en un funeral. El sueño del campeonato se desvanecía con cada gol del Fortín.
El complemento: De la ilusión al golpe de KO
Con la obligación de ganar, Talleres salió al complemento con más ímpetu que ideas. Pero el gol de González para Newell´s, tras un error defensivo, fue un baldazo de agua fría. El silencio se apoderó del Kempes, solo interrumpido por los lamentos de la hinchada. El empate transitorio de Palacios trajo una chispa de esperanza, pero fue un espejismo.
Newell’s, con la tranquilidad del resultado a su favor, liquidó el partido con los goles de Juárez y García. El equipo de Medina, desmoralizado y sin respuestas, se despidió del campeonato de la peor manera. La frustración se reflejaba en los rostros de los jugadores. El Kempes, antes un hervidero, era ahora un cementerio de ilusiones.
El silencio del subcampeón
El pitazo final del árbitro fue el epílogo de una historia de frustración. Talleres, una vez más, se quedaba a las puertas de la gloria. El silencio del Kempes contrastaba con los festejos en Liniers. Vélez se consagraba campeón, mientras la T se hundía en la tristeza. Un nuevo subcampeonato para un equipo que parecía destinado a la grandeza, pero que tropezaba una y otra vez con la misma piedra.
La hinchada, con la amargura de la derrota, despidió al equipo con aplausos. Un reconocimiento al esfuerzo, pero también un reflejo de la resignación. El sueño se había desvanecido. La copa, una vez más, quedaba en manos de otro.
El análisis de la derrota
Más allá del resultado, la derrota de Talleres dejó en evidencia las falencias del equipo en los momentos decisivos. La falta de contundencia en ataque, la fragilidad defensiva en los contragolpes y la presión de la obligación fueron factores determinantes. El equipo de Medina no supo manejar la ansiedad, y terminó pagando caro sus errores. Newell´s, por su parte aprovechó las oportunidades y se llevó una victoria merecida.
La salida de Medina, tras el partido, dejó un manto de incertidumbre en el futuro del equipo. ¿Quién será el encargado de reconstruir la ilusión? ¿Podrá Talleres superar este nuevo fracaso y volver a pelear por el título? El futuro es incierto, pero la pasión de la hinchada permanece intacta. La T volverá a levantarse, con la esperanza de que la próxima vez, el sueño no se desvanezca.