España se enfrenta a un creciente malestar social, reflejado en la ineficiencia de su estado del bienestar. Las listas de espera en sanidad, la lentitud de la justicia y la complejidad burocrática para acceder a ayudas sociales, como el Ingreso Mínimo Vital (IMV), son solo algunos ejemplos de este problema. Mientras el 30% de los ciudadanos considera la inmigración como el principal problema, una perspectiva externa revela que la verdadera crisis reside en la ineficacia de la administración pública española.
El espejo nórdico: eficiencia y bienestar
La experiencia en países nórdicos, como Dinamarca, ofrece un modelo alternativo. Su agilidad administrativa contrasta con la complejidad española, facilitando trámites cotidianos como divorcios o el autoempleo. Esta eficiencia se traduce en una menor desigualdad y una mejor calidad de vida para la población. La clave radica en una gestión pública optimizada, basada en la digitalización, la profesionalización y la transparencia.
Más funcionarios, mejores incentivos
Contrario a la lógica de recortes, la solución podría pasar por un aumento significativo del personal en la administración pública. Dinamarca cuenta con un 30% de empleados públicos frente a una cifra mucho menor en España. Una mayor plantilla, bien cualificada, facilitaría la gestión y la eficiencia del sistema. Además, el modelo nórdico premia la eficiencia con incentivos laborales justos, que valoran el trabajo bien hecho y facilitan, sin ser punitivos, el cambio de puesto para aquellos empleados que no se adaptan al sistema o su puesto de trabajo.
El modelo de gestión de empleados públicos en los países nórdicos se centra en el mérito. Despedir a un empleado ineficiente se considera una medida normal y necesaria, al mismo tiempo que una forma de reconocer y recompensar al personal eficiente. Se crea así un sistema de responsabilidad individual que premia el trabajo eficiente y la dedicación.
La transparencia y la meritocracia también son fundamentales. En Dinamarca, la selección de altos cargos se basa en criterios de competencia profesional, eliminando la influencia partidista que en España frena la eficiencia del sistema. Esta falta de transparencia es, en gran medida, responsable de las dificultades para tomar decisiones basadas en el mérito, generando problemas en la estructura de las plantillas, tanto en la calidad como en la cantidad del personal.
Un cambio profundo, una inversión necesaria
El reto es inmenso y requiere un compromiso político a largo plazo. El modelo nórdico no se copia ni se pega, pero sí sus principios son exportables y deben ser adoptados. Se precisa invertir en la modernización de las instituciones, la digitalización de los servicios públicos y la formación de los empleados. Pero esta inversión será rentable a largo plazo, mejorando la eficiencia y optimizando la gestión de los recursos.
El cambio implica no solo más personal, sino también mejor formación y una tecnología que agilice la gestión. El objetivo último es alcanzar la eficiencia y la equidad social que poseen los países nórdicos. Para lograr estos objetivos, la inversión y la formación deben dirigirse a todas las estructuras del Estado, tanto nacionales como locales, incluyendo una apuesta fuerte por las tecnologías digitales
Se requiere una inversión profunda en modernización, pero no existe una alternativa real. Mientras no se actúe, las listas de espera y la dificultad para acceder a los servicios públicos seguirán como problemas centrales en la política española.
La situación actual demanda un cambio urgente para revertir el deterioro del Estado del bienestar español. El modelo nórdico proporciona un marco de referencia útil para analizar y construir una alternativa eficiente, justa y moderna que pueda servir de ejemplo a otros países.
La implementación de un modelo similar al nórdico requiere un consenso político amplio y una voluntad real de modernizar la administración pública. Sólo así se podrá conseguir un estado del bienestar eficiente y equitativo que beneficie a todos los ciudadanos.
La ineficiencia de la burocracia española no es un problema menor, es la raíz del malestar social. El modelo nórdico nos ofrece una alternativa viable: más funcionarios, mejores incentivos, y meritocracia en las instituciones.