El trauma infantil, a menudo invisible, deja huellas profundas en el cuerpo y la mente que pueden persistir hasta la edad adulta. No se trata solo de eventos extremos, sino de cómo las experiencias quedan atrapadas en nosotros, generando patrones de dolor y desconexión. Comprender esta realidad es crucial para sanar y construir un futuro más saludable.
El trauma: una perspectiva integral
Diversos autores, desde Freud hasta Gabor Maté y Peter Levine, han explorado el trauma desde diferentes perspectivas, pero con un denominador común: su impacto en la psique y el cuerpo. El psicoanálisis clásico destaca la desconexión entre afecto y palabra, mientras que enfoques somáticos como la Experiencia Somática de Levine enfatizan la memoria traumática atrapada en el cuerpo.
Gabor Maté, en su enfoque de “Compasión e Indagación”, resalta la desconexión del “yo” auténtico como consecuencia del trauma. Esta desconexión puede manifestarse en un estado de alerta constante, rigidez o sufrimiento físico. Maté amplía la comprensión del trauma, incluyendo eventos aparentemente menores que pueden dejar marcas indelebles.
El cuerpo como guardián del trauma
Peter Levine, creador de la Experiencia Somática, explica que el trauma reside en el cuerpo, generando tensión crónica y respuestas congeladas. A través de nuevas experiencias corporales, es posible liberar esas memorias traumáticas. El caso de Nancy, una mujer con fibromialgia y ataques de pánico que sanó al revivir y completar una experiencia traumática de la infancia, ilustra el poder de este enfoque.
La historia de Nancy ilustra cómo el cuerpo “recuerda” lo que la mente puede haber olvidado. No siempre es necesario recordar el trauma con palabras, ya que el cuerpo lo expresa a través de síntomas. La clave para la sanación radica en escuchar las señales del cuerpo.
Implicaciones para la infancia y la adolescencia
Muchos “trastornos del comportamiento” en niños y adolescentes pueden ser expresiones de traumas no resueltos. En lugar de enfocarse en la conducta, es crucial preguntarse qué intenta comunicar el niño, qué herida no ha sido reconocida y qué emoción necesita validación. Se debe promover la escucha y la compasión por encima de diagnósticos apresurados y la supresión de síntomas.
Freud y Maté coinciden en la importancia de la palabra y la compasión en la sanación del trauma. Una sociedad informada debe interpretar las señales del trauma, creando espacios de comprensión para padres, docentes y profesionales.
El trauma en la sociedad y la política
Maté extiende su análisis al impacto del trauma en figuras públicas y líderes políticos, argumentando que las heridas no resueltas influyen en sus decisiones y comportamientos. Ejemplos como Donald Trump e Hillary Clinton ilustran cómo las experiencias de la infancia pueden moldear la personalidad y el liderazgo.
Maté cuestiona la romantización de la fortaleza ante la adversidad en la infancia, argumentando que la falta de atención al trauma puede tener consecuencias negativas a largo plazo. Plantea la hipótesis de que un abordaje terapéutico del trauma en líderes políticos podría generar resultados diferentes.
La responsabilidad colectiva en la sanación del trauma
El trauma no es solo individual, sino también colectivo. Las estructuras sociales y las desigualdades perpetúan la violencia y el trauma. La recuperación implica reparar las desconexiones tanto a nivel individual como comunitario. Es importante reconocer que las heridas de la infancia a menudo son el resultado de fallas en el entramado social, no solo de malas prácticas parentales.
Aprender a escuchar el lenguaje silencioso del trauma, tanto en el ámbito psíquico como somático, es un acto de cuidado y justicia para las infancias. Reconocer las marcas invisibles del trauma es fundamental para construir un futuro más libre y humano. La sanación individual y colectiva comienza con la escucha atenta y la compasión.