La cumbre del G20 celebrada en Río de Janeiro concluyó con una declaración final que refleja una preocupante falta de avances significativos en la lucha contra la crisis climática, todo ello bajo la ominosa sombra de una nueva amenaza nuclear por parte de Rusia. El evento, que reunió a los líderes de las 20 economías más importantes del mundo, evidenció las profundas divisiones y la dificultad para alcanzar un consenso en temas cruciales para el futuro del planeta.
Un balance climático decepcionante
A pesar de la urgencia planteada por numerosos líderes mundiales, la declaración final del G20 mostró pocos avances concretos en materia climática. La falta de compromisos sólidos en relación a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y la financiación para la transición energética genera una gran preocupación. La cumbre se vistió como un fracaso para los activistas climáticos y un motivo más para que los líderes del mundo se sientan bajo presión para actuar de manera definitiva.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, instó a los líderes mundiales a alcanzar un acuerdo ambicioso en la próxima COP29 en Bakú. Lula enfatizó la importancia de no retrasar las acciones necesarias, señalando que la COP30 en Belém, en 2025, no puede cargar con la responsabilidad de lo que no se logró en Bakú. Este llamado fue respaldado por el Secretario General de la ONU, António Guterres, quien reiteró que fracasar en Bakú no es una opción, dada la gravedad de la situación climática global.
La amenaza nuclear rusa
La cumbre del G20 se vio opacada por la inquietante declaración del presidente ruso, Vladimir Putin, quien, sin estar presente en Río, insinuó la posibilidad del uso de armas nucleares en el contexto de la escalada del conflicto en Ucrania. Esta amenaza provocó una inmediata reacción de alarma por parte de las potencias occidentales aliadas de Ucrania, quienes condenaron la postura rusa y reclamaron un cambio urgente en la posición de Putin.
Estados Unidos, Reino Unido y Francia criticaron la amenaza nuclear de Rusia, expresando su grave preocupación por la escalada de tensiones y las implicaciones de tal acción para la seguridad global. La situación genera un peligro significativo, oscureciendo cualquier logro que hubiera podido obtener la cumbre del G20.
Manifestaciones y presiones
Durante la cumbre, varias manifestaciones ciudadanas exigieron a los líderes mundiales que intensifiquen sus esfuerzos para abordar la crisis climática. Las protestas, algunas de ellas muy visualmente impactantes, destacaron la frustración y la creciente demanda de una acción efectiva y rápida para hacer frente al cambio climático. Andrew Nazdin, director de Glasgow Actions Team, expresó el sentir de los activistas al señalar la urgente necesidad de impuestos a los superricos para financiar la lucha contra la crisis climática.
Las manifestaciones no fueron solamente físicas, también se dieron varios llamados públicos desde los propios delegados del G20. El presidente Biden, por ejemplo, manifestó que “La historia nos está observando” durante sus intervenciones en la cumbre, un mensaje dirigido a los presentes pero con las futuras generaciones en mente. El presidente Lula se mostró particularmente enfático en que “En la lucha por la supervivencia, no hay espacio para el negacionismo”, aunque sin mencionar explícitamente a Donald Trump, su posible sucesor.
Las divisiones internas del G20
Las dificultades para alcanzar un consenso sobre temas climáticos se vieron reflejadas en la logística de la cumbre. En los intentos de fotografías oficiales, no todos los líderes mundiales estuvieron presentes. Esta falta de unidad en las acciones y la imagen refleja las profundas divisiones internas que dificultan la búsqueda de soluciones globales a los desafíos que enfrenta el planeta.
La falta de una declaración final más contundente en temas ambientales es indicativa de las grandes diferencias en intereses entre los países del G20. Este problema se acentúa por la inestabilidad política que se presenta, con el regreso inminente de Donald Trump a la presidencia estadounidense, un político con un escepticismo declarado hacia el cambio climático.
Un llamado a la acción
El G20 de Río de Janeiro se cierra con una profunda sensación de insuficiencia. La falta de avances en materia climática es preocupante y no se puede ignorar. La amenaza nuclear planteada por Rusia crea una situación global que oscurece y profundiza los problemas ambientales, que son igual de urgentes. La comunidad internacional requiere actuar de manera rápida y coordinada, no solo para hacer frente a las consecuencias del cambio climático, sino para resolver también otros problemas como la guerra en Ucrania.
Se requiere liderazgo, voluntad política y un fuerte compromiso de los líderes mundiales para asegurar un futuro más sostenible y seguro para todas las naciones. La inacción solo amplifica las consecuencias catastróficas del cambio climático y del peligro nuclear, una amenaza real a la paz global. El tiempo para actuar es ahora.