El escenario que Elon Musk y sus colegas tecnócratas pintan en redes sociales es seductor: ciudades futuristas, viajes espaciales rutinarios y una riqueza inimaginable gracias a las criptomonedas. Sin embargo, tras esta fachada brillante, Jonathan Taplin, en su libro “The End of Reality”, revela una distopía aterradora donde la búsqueda de ganancias desmedidas y la eliminación del Estado amenazan con sumir a la sociedad en la desigualdad, la desinformación y el caos.
El espejismo de la innovación sin límites
Musk, Zuckerberg, Thiel y Andreessen, los cuatro jinetes del apocalipsis tecnológico según Taplin, promueven una visión anarco-libertaria donde la innovación desregulada es la panacea para todos los males. Su desprecio por el “Estado administrativo”, al que acusan de corrupto e ineficiente, esconde un plan para concentrar el poder en manos de una élite tecnocrática que controla los recursos y la información.
Web3, el metaverso de Zuckerberg, promete una vida virtual inmersiva, pero a costa de convertir a los usuarios en consumidores cautivos dentro de un parque temático digital. Musk, por su parte, impulsa la colonización de Marte como una vía de escape para los privilegiados mientras la Tierra se convierte en un páramo automatizado gobernado por robots. Thiel, con su obsesión por la longevidad extrema y la “mejora” humana, encarna el deseo de trascender los límites naturales a cualquier precio.
La tecnología es una herramienta poderosa que debe ser utilizada con responsabilidad para maximizar sus beneficios y minimizar sus perjuicios
La realidad detrás del sueño tecnocrático
Taplin desmonta la narrativa optimista de los tecnócratas con datos contundentes. La realidad que sus proyectos están creando es una donde el 2% de los poseedores de Bitcoin controla el 95% de la riqueza, donde los trabajadores precarizados buscan refugio en la fantasía del metaverso para escapar de la monotonía de sus empleos mal pagados, y donde la desinformación y las teorías conspirativas erosionan los cimientos de la democracia.
El autor cita las alarmantes estadísticas de Estados Unidos: elevadas tasas de homicidios, encarcelamiento y mortalidad infantil, que contrastan con los indicadores de bienestar social de Europa, donde un Estado fuerte garantiza servicios de salud y educación de calidad financiados con impuestos. Precisamente, los impuestos son el enemigo declarado de los tecnócratas, que buscan evadir cualquier tipo de regulación o control sobre sus fortunas.
El caso del quiet quitting, donde los empleados realizan el mínimo esfuerzo en sus trabajos, es un síntoma de la precarización laboral y la falta de motivación en un sistema que prioriza la eficiencia sobre el bienestar humano. El metaverso, en este contexto, se presenta como una vía de escape ilusoria que perpetúa el ciclo de consumo y desigualdad.
¿Un futuro inevitable o una llamada a la acción?
El libro de Taplin no es un simple manifiesto anti-tecnología, sino una advertencia sobre los peligros de un capitalismo desregulado y la necesidad de un Estado fuerte que proteja los intereses de la sociedad. La complacencia de los partidos de izquierda con las políticas neoliberales que favorecieron el ascenso de la tecnocracia es un factor clave que el autor señala como responsable de la situación actual.
La respuesta de Chat GPT a la pregunta sobre los riesgos de un mundo gobernado por tecnócratas es escalofriantemente precisa: mayor desigualdad, concentración del poder, conflictos sociales y un dominio sin control de las oligarquías tecnológicas.
Es crucial que los líderes progresistas tomen conciencia de las consecuencias de entregar el futuro a las manos de unos pocos multimillonarios con agendas egoístas. La defensa de la democracia, la justicia social y la regulación de las tecnologías emergentes son imperativos para evitar la distopía que Musk y sus aliados están construyendo. El debate social que Taplin propone es urgente y necesario para construir un futuro donde la tecnología esté al servicio de la humanidad y no al revés.