La violencia de género continúa azotando a Argentina, dejando un rastro desolador de vidas truncadas y familias destrozadas. Dos casos recientes, ocurridos en San Fernando, Buenos Aires, y Alta Gracia, Córdoba, sacuden al país y ponen en evidencia la urgencia de abordar esta problemática con mayor contundencia. La joven madre Damaris Leonell Iturres, de 20 años, fue hallada sin vida en su hogar, víctima de una brutal agresión que incluyó golpes y asfixia. En Córdoba, la docente Romina Adén, de 40 años, fue encontrada muerta en circunstancias que apuntan a un femicidio seguido de suicidio por parte de su expareja. Estos hechos nos interpelan como sociedad y nos obligan a reflexionar sobre las raíces profundas de la violencia machista y la necesidad de implementar medidas más efectivas para prevenirla y erradicarla.
Damaris: una vida arrebatada por la violencia
El caso de Damaris Iturres conmociona por su crueldad. La joven, madre de una niña pequeña, fue encontrada semidesnuda y con signos de violencia en su rostro. La autopsia confirmó que la causa de muerte fue asfixia, y se investiga si fue víctima de abuso sexual. La última actividad registrada de Damaris fue un posteo en su cuenta de Instagram alrededor de las 21:30 del jueves. Su padre, al no poder contactarla al día siguiente, alertó a la abuela de la niña, quien realizó el terrible hallazgo. La investigación se centra en un sospechoso, un chofer de colectivo de la línea 343, con quien Damaris se habría vinculado recientemente. La apertura de su celular será clave para esclarecer los hechos y dar con el responsable de este atroz crimen.
Romina: la tragedia de un femicidio seguido de suicidio
En Alta Gracia, Córdoba, la comunidad educativa se encuentra devastada por la muerte de Romina Adén, una docente de 40 años y madre de tres hijos. Su cuerpo fue encontrado en el baño de su vivienda por su padre. Horas más tarde, su expareja, Cristian Fabián Muñoz, fue hallado ahorcado en un arroyo cercano. Las autoridades investigan el caso como un posible femicidio seguido de suicidio. Vecinos relataron que la noche anterior al hallazgo se escucharon discusiones en la casa de Romina. La pareja se encontraba en proceso de divorcio, y Romina buscaba un acuerdo económico para sus hijos. La falta de denuncias previas por violencia familiar no disminuye la gravedad del hecho ni la responsabilidad social de prevenir este tipo de tragedias.
La necesidad de un cambio profundo
Estos dos casos, separados geográficamente pero unidos por la violencia machista, nos interpelan como sociedad. No podemos seguir naturalizando la violencia contra las mujeres. Es imperativo que se implementen políticas públicas integrales que aborden este problema desde la educación, la prevención y la asistencia a las víctimas. La justicia debe actuar con celeridad y contundencia para que los responsables de estos crímenes paguen por sus actos y para que se envíe un mensaje claro de que la violencia de género no será tolerada.
Es fundamental que como sociedad nos involucremos en la lucha contra la violencia de género. Debemos deconstruir los patrones culturales que la perpetúan, educar a las nuevas generaciones en la igualdad y el respeto, y brindar apoyo a las mujeres que sufren violencia. El silencio cómplice solo contribuye a que estas tragedias se repitan. Es hora de alzar la voz y exigir un cambio profundo para que ninguna mujer más sea víctima de la violencia machista.
Organizaciones como La Casa del Encuentro, con su Observatorio de Femicidios, realizan una labor crucial en el registro y análisis de estos crímenes, visibilizando la problemática y aportando datos fundamentales para la elaboración de políticas públicas. Según sus informes, los femicidios continúan en aumento, y la mayoría de ellos ocurren en el ámbito doméstico, lo que demuestra la necesidad de fortalecer las redes de apoyo y protección para las mujeres en situación de vulnerabilidad.
La violencia de género no es un problema individual, sino una cuestión social que nos afecta a todos. Es responsabilidad del Estado, de las instituciones y de cada uno de nosotros trabajar para construir una sociedad más justa e igualitaria, donde las mujeres puedan vivir libres de violencia.
El acceso a la justicia, la protección de las víctimas y la sanción efectiva de los agresores son pilares fundamentales para erradicar la violencia de género. Además, es crucial promover la educación en igualdad desde la temprana edad, para que las nuevas generaciones crezcan con valores de respeto y no tolerancia a la violencia.
La lucha contra la violencia machista requiere un compromiso colectivo y sostenido. No podemos permitir que más mujeres pierdan la vida a manos de la violencia. Damaris y Romina son solo dos ejemplos de una realidad alarmante que exige una respuesta urgente y contundente por parte de toda la sociedad.
Es hora de decir basta. Basta de violencia, basta de impunidad, basta de indiferencia. El momento de actuar es ahora.