El reciente modelo económico argentino, implementado por el gobierno de Javier Milei, se caracteriza por un dólar notablemente barato en relación a la inflación y a los tipos de cambio paralelos. Si bien esta estrategia ha generado expectativas de mayor competitividad y atracción de inversiones, también suscita profundas dudas sobre su sostenibilidad a largo plazo y sus consecuencias para diversos sectores de la economía. En este análisis, exploraremos los potenciales ganadores y perdedores, examinando la viabilidad de este plan y sus posibles implicaciones futuras.
Ganadores del dólar barato
El sector agropecuario se perfila como uno de los grandes beneficiados. Con un dólar barato, las exportaciones de commodities agrícolas se tornan más competitivas en el mercado internacional, aumentando los ingresos en dólares. La energía, especialmente el gas y el petróleo, también se benefician por la misma lógica. La producción nacional encuentra un mejor precio internacional, incrementando las divisas que ingresan al país. Igualmente, sectores que trabajan con bienes y servicios cuyo destino son las exportaciones podrían beneficiarse en un escenario de apreciación del peso en el mercado internacional, aunque estas ventajas se verán atenuadas si su producción depende de importaciones.
La industria del software, en el rubro de los servicios basados en el conocimiento, podría experimentar un auge. Su capacidad de operar en mercados internacionales y la baja dependencia de bienes importados la convierten en un potencial receptor de beneficios gracias a un peso sobrevaluado en el mercado externo. Similar es la situación de los rubros de minería, específicamente el litio y el cobre, que se posicionan para recibir un impulso, dada su creciente demanda mundial y su capacidad exportadora. Algunos analistas señalan también a la industria alimentaria y la maquinaria agrícola, aunque de forma menos notable.
Perdedores del dólar barato
Por el contrario, sectores dependientes de importaciones o altamente sensibles a la competencia internacional enfrentan un panorama desalentador. El sector textil, el calzado y la industria de electrodomésticos, por citar algunos ejemplos, sufrirán la presión de los productos importados más accesibles. El impacto podría traducirse en pérdidas de empleo, disminución de la producción y un debilitamiento de la competitividad a nivel doméstico.
La industria automotriz representa un caso paradigmático. Si bien la producción local podría expandirse, esta expansión irá de la mano de un aumento en la importación de piezas, generando un déficit aún mayor en la balanza comercial. En este sentido, se puede observar una contradicción central: el sector se expande pero se deteriora la situación cambiaria, poniendo en riesgo su sostenibilidad. En este sentido, las pequeñas y medianas empresas (pymes), que son más propensas a depender del mercado interno y a competir con productos importados, también se verán gravemente afectadas.
A esto se suma el turismo, cuyo déficit de divisas se proyecta en cifras significativas. La salida de divisas por turismo y gastos en el exterior generará una alta demanda de dólares, contradiciendo el esquema de mantener el tipo de cambio bajo. Esta situación podría agravarse aún más si se toman en cuenta las vacaciones de verano, incrementando la demanda de dólares y agravando el déficit cambiario
Sostenibilidad del modelo y el riesgo de la enfermedad holandesa
La sostenibilidad del modelo económico basado en un dólar barato dependerá fundamentalmente de la capacidad de la Argentina de generar superávit en la balanza comercial. La expectativa de un importante superávit comercial gracias a las exportaciones del sector energético, agropecuario, y minero, parece ser el pilar fundamental del modelo. Si este superávit no se materializa en la medida esperada o enfrenta alguna dificultad inesperada, el esquema podría entrar en crisis rápidamente.
Existe un riesgo importante: la denominada ‘enfermedad holandesa’, caracterizada por una apreciación del peso originada por la entrada masiva de dólares. Esto afectaría la competitividad del resto de los sectores que no son exportadores y que dependerían de las importaciones, lo que finalmente dañaría la economía a pesar del aparente superávit. Si todo sale bien, existirá el riesgo de una crisis de tipo holandés en donde sectores ganadores y perdedores tendrían un diferencial notable, un desafío difícil de gestionar
En este contexto, diferentes perspectivas se contraponen. Algunos analistas consideran que el modelo es transitorio, y que una corrección cambiaria sería inevitable. Otros defienden su potencial de desarrollo a largo plazo, siempre que se logre mantener el superávit comercial, se manejen eficientemente los flujos de divisas y se lleve adelante un estricto ajuste fiscal.
¿un modelo sostenible o un desastre en ciernes?
El modelo económico actual, basado en un dólar barato, presenta oportunidades para algunos sectores mientras que genera desafíos importantes para otros. Es una estrategia que no carece de riesgos, lo cual será el test crucial de su efectividad. Será clave monitorear cuidadosamente las variables macroeconómicas, como el superávit comercial, la evolución de la inflación y la situación cambiaria para poder tener un panorama más completo. Una respuesta contundente sobre su futuro sólo se podrá obtener con tiempo.
La administración del flujo de dólares, el manejo de la inflación y el crecimiento de la economía, será lo que determine el éxito de la política cambiaria del gobierno. La capacidad de los tomadores de decisión para gestionar esta coyuntura, minimizar las consecuencias negativas para los sectores más afectados y lograr el crecimiento económico deseado será un factor crucial.