El silencio en la sala del Tribunal N°7 de San Isidro era palpable. Cada palabra resonaba con la fuerza de un golpe, cada mirada transmitía la intensidad del drama que se desarrollaba. En el banquillo de los acusados, Martín Del Rio permanecía impasible, mientras su hermano, Diego, se convertía en el protagonista de una escena desgarradora que marcaría un punto de inflexión en el juicio por el doble parricidio de Vicente López.
Un Hermano Acusador, un Corazón Destrozado
Diego Del Rio, con la voz quebrada por la emoción, no solo señaló a su hermano como el autor del crimen, sino que desnudó la tragedia familiar que se ocultaba tras la fachada de una familia acomodada. Sus palabras, “Yo lo quiero preso, nada más”, resonaron en la sala como un eco del dolor y la desolación que lo invaden. No había odio en su voz, sino la tristeza profunda de un hombre que ha perdido a sus padres y que ahora se ve obligado a confrontar la culpabilidad de su propio hermano.
Con una entereza admirable, Diego relató cómo las pruebas, especialmente las imágenes de las cámaras de seguridad que mostraban a Martín Del Rio caminando hacia la escena del crimen, lo convencieron de su culpabilidad. “Veo al caminante y es él”, afirmó con rotundidad, “no tengo ninguna duda”. La familiaridad de un hermano que conoce al otro desde hace 50 años, la certeza desgarradora de reconocer en ese “caminante” al hombre que destrozó su vida.
El Peso de la Mentira, el Horror de la Verdad
Las deudas impagables, la “gran mentira” sobre la economía familiar, la incapacidad de enfrentar la verdad. Diego Del Rio reconstruyó el laberinto de engaños que, según su testimonio, llevó a Martín a cometer el crimen. Una red de falsedades que se fue tejiendo hasta volverse insostenible, culminando en un acto de violencia inimaginable.
La declaración de Diego fue un torrente de emociones contenidas que desbordaron en la sala del tribunal. La tristeza por la pérdida irreparable, la rabia por la traición, la impotencia ante lo inevitable. Un testimonio que conmovió a los presentes y que dejó al descubierto la complejidad de un caso que trasciende los límites de lo policial para adentrarse en los abismos de la condición humana.
Pero más allá del dolor personal, Diego Del Rio también se refirió al sufrimiento de sus hijos, Santiago y Milagros, quienes se niegan a creer en la inocencia de su padre. “Nunca más lo fueron a ver a la cárcel”, reveló, una frase que resume la magnitud del quiebre familiar y el impacto devastador del crimen en las nuevas generaciones.
Más Allá del Dolor, la Búsqueda de Justicia
A pesar del desgarro emocional, Diego Del Rio se mantuvo firme en su propósito: buscar justicia para sus padres. Su presencia en las audiencias restantes del juicio, su decisión de enfrentar el dolor y la verdad, son un testimonio de su compromiso con la memoria de las víctimas y con la necesidad de esclarecer un crimen que conmocionó a la sociedad argentina.
El juicio por el doble crimen de Vicente López continúa. Los testimonios se suceden, las pruebas se acumulan, pero la imagen de Diego Del Rio, de pie frente al jurado, con el corazón destrozado y la voz cargada de verdad, permanecerá grabada en la memoria de todos aquellos que buscan justicia para José Enrique Del Rio y María Mercedes Alonso.
La fiscalía, por su parte, presentó una sólida acusación, detallando la planificación del crimen y la frialdad con la que Martín Del Rio habría actuado. “Detrás de su apariencia se escondía un lobo con piel de cordero”, afirmó la fiscal Marcela Semeria, una frase que resonó con fuerza en la sala y que anticipa la intensidad del debate que se avecina.
En los próximos días, se espera la declaración de otros testigos clave, incluyendo a la ex esposa del acusado y a su amante. Sus testimonios podrían aportar nuevas piezas al rompecabezas y contribuir a esclarecer los motivos que llevaron a Martín Del Rio a cometer un crimen que ha conmocionado a la sociedad argentina.