Increíble pero cierto: Thiago Franco, el nene que hace diez años sufrió daños cerebrales irreversibles tras ser atropellado por el ex corredor de TC, Eduardo “Lalo” Ramos, mientras viajaba con su familia, volvió a ser víctima de un conductor borracho. Esta vez, el destino quiso que este chico, hoy un adolescente de 15 años, fuera alcanzado por un automovilista alcoholizado con casi dos gramos de alcohol en sangre. Un nuevo drama que revive la pesadilla para una familia marplatense que, otra vez, se ve sumida en la angustia y la impotencia.
El accidente: un déjà vu escalofriante
El domingo a la noche, en la ruta provincial 88 y calle Génova, un Volkswagen Gol, conducido por Leonardo Salas Pinto, quien venía de festejar su cumpleaños, embistió a alta velocidad a tres autos. Uno de ellos fue un Chevrolet Meriva en el que viajaban Thiago, su mamá, Rocío Dusek, y su hermana menor. El Gol impactó con brutalidad, destrozando la parte trasera del Meriva. Una escena demasiado similar a la tragedia de 2014, un accidente que, una década después, vuelve a poner en el foco la irresponsabilidad de algunos conductores.
Salas Pinto, según el test de alcoholemia, tenía 1.90 gramos de alcohol en sangre; casi el doble del límite permitido. Las autoridades lo detuvieron por lesiones graves. Testimonios describen maniobras imprudentes, como peligrosos sobrepasos, previos al múltiple choque. Si bien Thiago y su madre sufrieron lesiones leves, necesitaron atención médica. La escena fue desgarradora: bomberos tuvieron que utilizar herramientas para sacar a Thiago del Meriva, atrapado entre los asientos. ¡Otra vez, un auto destrozado en la parte trasera!
Diez años después: un calco macabro del pasado
Recordar el pasado de Thiago nos lleva a marzo de 2014. En ese momento, un Mercedes Benz, conducido por “Lalo” Ramos a gran velocidad y bajo los efectos del alcohol, embistió el Chevrolet Corsa donde viajaba la familia. El resultado: una triple fractura de cráneo para Thiago y daños neurológicos irreversibles. La imagen del auto destrozado en la parte de atrás se repite hoy, diez años después. ¡Un espeluznante déjà vu!
El juicio contra Ramos culminó en 2017. Condenado a dos años y seis meses de prisión en suspenso e inhabilitado para conducir por cuatro años. Un juicio abreviado que la familia considera una burla, una sentencia insuficiente que no reparó el daño causado. Pero ahora, otra tragedia. ¡Otra vez, la familia Franco enfrenta la pesadilla vial, de nuevo víctimas de conductores irresponsables que no respetan la vida!
Un llamado urgente a la reflexión
La historia de Thiago debería servir como un llamado de atención brutal. Un grito silencioso que resuena en el corazón de miles de víctimas de siniestros viales por imprudencia. El alcohol al volante es una plaga social, un flagelo que cobra vidas y destroza familias. Dos accidentes en diez años, con idénticas consecuencias pero con diferentes conductores borrachos, marcan la necesidad de una profunda reflexión sobre las medidas de prevención y sanción.
Las cifras de accidentes de tránsito en Argentina son alarmantes y cada estadística encierra un drama familiar. El dolor, la angustia, la impotencia y la frustración que acompañan a las víctimas son un peso inmenso. ¡Necesitamos una ley de alcohol cero en todo el país! ¡Basta de que la falta de responsabilidad de algunos nos arrebate la vida a otros! Si manejas borracho, estás condenando al fracaso no solo tu propia vida, sino también la de quienes transitan a tu lado. Es una irresponsabilidad terrible, con consecuencias devastadoras.
Mientras la familia Franco debe lidiar nuevamente con la tragedia, nosotros deberíamos tomar consciencia y generar presión para exigir cambios reales. Una nueva tragedia que deja un regusto amargo. La sociedad no se puede quedar quieta. ¡No más muertes en la ruta! ¡No más irresponsabilidad! ¡No más tragedias! Es hora de que las políticas públicas tomen decisiones reales para prevenir las terribles consecuencias de conducir borracho. ¡Basta de muertes evitables!