Un año después del brutal asesinato de Gabriela Pérez en un acto sindical, la justicia cordobesa detuvo a un segundo sospechoso: Adrián “Petaca” Vallejo, barrabrava de Talleres con un prontuario tan largo como la lista de espera para una cirugía en el hospital público. ¿Casualidad? No lo creo. Este caso apesta a mafia sindical, ajustes de cuentas y negociados turbios que salpican a la política local. Prepárense, porque este artículo les va a revolver el estómago.
La trama sindical detrás del gatillo fácil
Recordemos: Gabriela Pérez, de tan solo 24 años, fue acribillada a balazos en un evento del Sindicato de Limpieza (Soelsac). Un sindicato, por cierto, que se asemeja más a una cueva de ladrones que a un defensor de los trabajadores. Dos facciones, lideradas por Sergio Fittipaldi y Franco Saillén, se disputaban el control del sindicato a sangre y fuego… literalmente. Y como en toda guerra mafiosa, los inocentes pagan el precio.
Fittipaldi, el capo del sindicato, y Saillén, el ambicioso retador, se lanzaron acusaciones cruzadas. Cada uno señalaba al otro como el autor intelectual del crimen. Un circo romano de hipocresía y cinismo que solo buscaba desviar la atención del verdadero problema: la podredumbre que carcome a las instituciones sindicales.
Pero la detención de “Petaca” Vallejo abre una nueva línea de investigación, una que nos lleva directo al corazón de la barrabrava de Talleres, un nido de violentos y delincuentes protegidos por políticos corruptos. ¿Qué hacía un barrabrava metido en un ajuste de cuentas sindical? La respuesta es obvia: dinero, poder y negocios sucios.
Según fuentes judiciales –que me soplaron al oído, por supuesto–, “Petaca” no solo era un matón a sueldo, sino que también se encargaba de la logística del ataque. Él habría planificado la emboscada junto a un tercer sospechoso, un tal Luis Mendoza, sobrino del barrabrava y que sigue prófugo. ¿Se imaginan el nivel de impunidad de estos tipos? Matan a una joven a sangre fría y encima se dan el lujo de darse a la fuga.
El hermano de la víctima: ¿cómplice o chivo expiatorio?
Y aquí viene lo más turbio del asunto: el hermano de Gabriela, Gustavo “Pancuca” Herrera, también está detenido. La fiscal Silvana Fernández –una mujer con agallas, hay que reconocerlo– sostiene que “Pancuca” participó en el crimen. Pero, ¿fue cómplice o lo usaron como chivo expiatorio?
“Pancuca” jura que no sabía nada, que lo engañaron. Que “Petaca” y Mendoza lo llevaron al Club Yapeyú con una excusa y que él no tenía idea de que su hermana estaba allí. ¿Le creemos? Difícil saberlo. En este mundo de traiciones y mentiras, nadie es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Lo que sí sabemos es que “Pancuca” es un personaje oscuro, con antecedentes penales y conexiones con el hampa cordobesa.
La fiscal tiene una teoría: “Petaca” y Mendoza usaron a “Pancuca” para abrir fuego contra los sindicalistas. Lo habrían convencido de que era una pelea entre bandas rivales, una forma de ajustar cuentas por viejas rencillas. Y “Pancuca”, cegado por la ira o por la promesa de una recompensa, habría caído en la trampa.
Pero hay algo que no me cierra. ¿Por qué matar a Gabriela? ¿Fue un error? ¿O había algo más detrás de su muerte? ¿Acaso la joven sabía demasiado sobre los negocios sucios del sindicato? Preguntas sin respuesta que solo alimentan las sospechas y la indignación. Mientras tanto, la justicia sigue buscando a Luis Mendoza, el tercer eslabón de esta cadena de muerte y corrupción.
Este caso es la punta del iceberg de un sistema podrido hasta la médula. La violencia, la corrupción y la impunidad se han adueñado de las instituciones. Y mientras los políticos miran para otro lado, los ciudadanos de bien seguimos pagando las consecuencias. ¿Hasta cuándo vamos a tolerar esta situación? Es hora de exigir justicia por Gabriela Pérez y por todas las víctimas de la mafia sindical.
¿Quién mató a Gabriela Pérez? La pregunta que desvela a Córdoba
La muerte de Gabriela Pérez sigue siendo un misterio. La detención de “Petaca” Vallejo es un paso importante, pero aún faltan piezas del rompecabezas. ¿Quién ordenó el crimen? ¿Cuáles fueron los verdaderos motivos? ¿Qué rol jugó la barrabrava de Talleres en este entramado de violencia y corrupción?
La investigación continúa, pero las dudas persisten. La justicia tiene la obligación de llegar hasta el fondo del asunto y de castigar a los responsables. No podemos permitir que este crimen quede impune. La memoria de Gabriela Pérez y la seguridad de todos los cordobeses lo exigen. Y yo, Amarillo “Polémica” Pérez, estaré aquí para seguir destapando la olla podrida de la política y el sindicalismo cordobés. ¡Hasta la próxima!