¡Qué tal, futboleros! Aquí Hugo “Risas” Ramírez, trayéndoles una historia que les va a inflar el pecho más que un globo aerostático en un día de campo. Porque hoy no vamos a hablar de Messi, ni de Ronaldo, ni de Haaland (aunque, entre nosotros, Haaland sí que da para un par de chistes buenos). Hoy vamos a hablar de La Verdolaga, el equipo de Don Pedro, Neuquén, que se fue a Brasil a patear traseros y a demostrar que la amistad puede llevarte más lejos que cualquier fichaje millonario.
De Don Pedro al Mundial: Un viaje con más curvas que una pelota de Messi
Resulta que este grupo de amigos, que lleva jugando juntos más años que los que tengo yo haciendo chistes malos (y créanme, son muchos), decidió celebrar sus 50 pirulos y los 20 años del equipo de una manera épica: ¡yéndose al Mundial Amateur en Brasil! Y no crean que fue un paseo turístico, eh. Estos muchachos se la tomaron en serio, aunque sin perder la sonrisa, claro. Porque, como dice su capitán, Pedro Argañaraz, “nuestra regla siempre ha sido que todos juegan, sin importar si son los mejores o no”.
Ojo al dato: pasaron de ser siete amigos con una idea loca a un batallón de 24 jugadores dispuestos a comerse la cancha. Y no me refiero literalmente, aunque con el hambre que uno tiene después de un partido…
Pero ojo, que no se crean que esto fue un “vamos a ver qué pasa”. Argañaraz, el capitán, venía craneando la idea desde hacía rato. Este año, con los astros alineados y el apoyo de sponsors que les pusieron más pilcha que a un figurín de revista (¡hasta bolsos personalizados!), se lanzaron a la aventura.
La receta del éxito: Amistad, garra y un toque de locura
Ahora bien, ¿cuál es el secreto de La Verdolaga? ¿Tienen un Messi oculto? ¿Un entrenador estilo Mourinho pero con mejor humor? Nada de eso. Su arma secreta es la amistad, con mayúsculas. Y no es chamuyo, eh. Estos tipos comen juntos, viajan juntos, hasta toman cerveza juntos (aunque con moderación, que al día siguiente hay que jugar). Son como una familia, pero con menos dramas y más goles.
Y eso se nota en la cancha. Equipos de Brasil, Portugal, Uruguay, todos quedaron boquiabiertos con la unidad y la buena onda de La Verdolaga. Porque estos muchachos no solo juegan al fútbol, sino que lo viven como una fiesta. Y de paso, demuestran que el deporte no siempre tiene que ser sinónimo de competencia feroz.
La final: ¿El partido del siglo o una excusa para el asado?
Llegó el gran día. La Verdolaga en la final del Mundial Amateur contra un equipo brasileño. ¿Nervios? Pocos. ¿Ansiedad? Menos. Estos gladiadores del potrero ya se sienten ganadores. Como dice Argañaraz, “desde que subimos al avión en Neuquén, todo ha sido un plus”.
Claro, ganar sería la frutilla del postre, pero lo importante es el camino recorrido, las anécdotas compartidas, los goles gritados a todo pulmón y las cervezas (con moderación, siempre) brindadas en nombre de la amistad. Porque La Verdolaga nos enseña que en el fútbol, como en la vida, lo que importa es el equipo, la unión y el disfrutar del viaje, más allá del resultado final.
Y si no me creen, pregúntenles a estos muchachos, que volvieron a Don Pedro con la frente en alto, el corazón lleno de alegría y las valijas llenas de historias para contar a sus nietos. ¡Grande, La Verdolaga! ¡Son un ejemplo para todos!
Y colorín colorado, esta historia se ha terminado. Hugo “Risas” Ramírez se despide, con la promesa de volver con más historias que les saquen una sonrisa (o al menos, una mueca). ¡Hasta la próxima!
PD: Si ven a Pedro Argañaraz por ahí, díganle que lo felicito de mi parte. Y que si necesita un delantero suplente, que me avise. ¡Juego de 9, eh! (Aunque corro menos que una tortuga con sobrepeso).