El silencio ensordecedor que precede a la tormenta. Así se sentía la atmósfera virtual antes de que Dakota Gotth, una joven modelo de apenas 22 años, rompiera el dique de su miedo y denunciara públicamente al reconocido cantante L-Gante por abuso sexual. Un viaje a Mar del Plata, inicialmente planeado como una oportunidad para conectar con el artista en un ambiente distendido, se convirtió en la antesala de una pesadilla que la obligaría a tomar una drástica decisión: abandonar las redes sociales, su refugio y plataforma de trabajo, para protegerse de las amenazas que comenzaron a llover tras su valiente declaración.
Un fin de semana que se transformó en una pesadilla
En el programa televisivo “Cortá por Lozano”, Dakota relató con voz temblorosa los detalles del viaje que la marcaría para siempre. La invitación de L-Gante, surgida tras varios encuentros casuales en boliches, no le pareció inusual al principio. Rodeada de artistas e influencers, la propuesta de un viaje a Mar del Plata para conocerse mejor en un contexto de amistad sonaba atractiva. Sin embargo, la realidad distaba mucho de la apariencia inicial.
La primera noche transcurrió sin incidentes, pero la situación cambió drásticamente cuando Dakota puso límites a las pretensiones del cantante. Lo que comenzó como una exigencia sutil se convirtió en una presión insoportable, especialmente en la intimidad del hotel que compartían. “Sentí miedo cuando estuve rodeada de sus amigos, cuando escuché sus conversaciones, cosas violentas que contaban…”, confesó la joven, quien además reveló la presencia constante de drogas durante el viaje.
Atrapada en una situación que la superaba, Dakota intentó expresar su incomodidad, pero L-Gante la convenció de quedarse. El viaje de regreso, lejos de ser un alivio, se convirtió en una extensión de la pesadilla. El silencio del cantante tras los hechos y la falta de una explicación acrecentaron su angustia y la llevaron a buscar el apoyo de su familia y amigos.
El peso de la denuncia y la decisión de silenciarse
Con el respaldo de sus seres queridos, Dakota decidió acudir a la justicia. “No sé de dónde saqué fuerzas… Lo hice para darle valor a otras mujeres. Me dijeron ‘si pasó, hacé la denuncia’. Y fue lo que hice”, declaró con firmeza. Sin embargo, la valentía de su acto tuvo un alto costo: una ola de amenazas e intimidaciones que la obligaron a tomar una decisión dolorosa: abandonar las redes sociales.
En un comunicado difundido a través de sus canales digitales, Dakota explicó los motivos de su decisión. “He recibido yo y mi familia amenazas. Por esta razón hay mujeres que no se atreven a contar lo que les pasa”, escribió con pesar. Sus palabras reflejan la realidad que enfrentan muchas víctimas de abuso: el miedo a la revictimización, al escarnio público y a las represalias por parte del agresor y su entorno.
La decisión de Dakota de abandonar las redes sociales no es solo un acto de autoprotección, sino también un grito silencioso de denuncia contra la impunidad que a menudo rodea a los casos de violencia de género. Su silencio virtual amplifica la necesidad de un cambio profundo en la forma en que la sociedad aborda estas situaciones, exigiendo justicia y protección para las víctimas, y un compromiso real para erradicar la cultura del silencio y la violencia.
Más allá del caso individual: una reflexión necesaria
El caso de Dakota Gotth trasciende los límites del espectáculo y nos obliga a reflexionar sobre la vulnerabilidad de las mujeres en una sociedad que aún tolera la violencia de género. Su historia es un recordatorio de que el abuso sexual puede ocurrir en cualquier contexto, incluso en aquellos que parecen seguros y glamorosos. La denuncia de Dakota, y las amenazas que la siguieron, ponen en evidencia la necesidad de crear espacios donde las mujeres puedan hablar sin miedo, donde sus voces sean escuchadas y donde la justicia no sea un privilegio, sino un derecho.
La lucha contra la violencia de género requiere un compromiso colectivo que involucre a todos los sectores de la sociedad. Es necesario educar en la igualdad, desmantelar los estereotipos que perpetúan la discriminación y garantizar que las víctimas tengan acceso a la justicia y a la protección que necesitan. El silencio de Dakota en las redes sociales no debe ser interpretado como una derrota, sino como un llamado a la acción para construir un futuro donde todas las mujeres puedan vivir libres de violencia.