Tres catequistas de la parroquia Virgen María Madre del Pueblo, en Quilmes, denunciaron al cura Franco Lütens por abuso sexual gravemente ultrajante con acceso carnal. Este escándalo sacude a la Diócesis de Quilmes y expone, una vez más, la preocupante problemática del encubrimiento eclesiástico en casos de crímenes sexuales. El sacerdote, aunque apartado de su cargo, permanece en libertad y cursa estudios de psicología en una universidad de Berazategui, un dato que agrava la situación y genera indignación entre los denunciantes y la comunidad.
El silencio cómplice de la Iglesia
Según las fuentes citadas por la agencia Noticias Argentinas, los denunciantes acusan a la Iglesia de encubrir los episodios de abuso. Este presunto encubrimiento se suma a la preocupante práctica, recurrente en el episcopado argentino, de trasladar a sacerdotes implicados en crímenes sexuales a otras sedes apostólicas. Un simple cambio de parroquia, en lugar de enfrentar las consecuencias de sus actos, perpetúa el ciclo de abuso y pone en peligro a nuevas víctimas. ¿Hasta cuándo se permitirá esta práctica?
La impunidad aparente de Lütens es una afrenta a las víctimas y una muestra alarmante de la ineficacia del sistema de control interno de la Iglesia. Este caso no es aislado; evidencia una cultura institucional que prioriza la protección de su imagen por encima de la justicia para quienes sufrieron abusos.
El testimonio clave: manipulación y control
El primer caso salió a la luz gracias a un joven de 19 años que confió en una amiga. El relato, que lo describía como una pesadilla, lo llevó a buscar ayuda psicológica. Ese testimonio, un acto de valentía en sí mismo, se convirtió en la llave que abrió la puerta a otras dos denuncias, todas con un patrón similar de manipulación y control.
Las víctimas fueron atendidas por la psicóloga Liliana Rodríguez y la abogada Fernanda Raia, de la comunidad Sobrevivientes de Abusos Eclesiásticos de Argentina. Ambas profesionales coinciden en que Lütens operaba mediante una hábil estrategia de aislamiento y abuso de confianza. Él se presentaba como una figura paterna, ganándose la confianza de los jóvenes para luego abusar de ellos.
“Hacía un trabajo minucioso para abusar de ellos. Los llevaba a la casa a tomar mate, les decía que se iba a bañar y se paseaba desnudo. Hacía exhibiciones obscenas”
Las palabras de la abogada Raia pintan un cuadro escalofriante de manipulación y abuso sistemático. La psicóloga Rodríguez añade una capa más a este retrato sombrío, subrayando la dificultad que enfrentan las víctimas para reconocer su condición y tomar el riesgo de denunciar dentro de una comunidad parroquial donde todos se conocen y la presión social es intensa.
La justicia en marcha: avances y desafíos
La causa se inició en mayo de este año, con la denuncia por abuso sexual gravemente ultrajante con acceso carnal, agravado por ser cometido por un ministro de culto. El caso cayó en el Juzgado N°4 de Berazategui, donde este martes una de las víctimas amplió su declaración a petición de la Fiscalía. Ya han declarado otros siete testigos.
Si bien la perimetral dispuesta por el juez protege a las víctimas y a los testigos del contacto con Lütens, el proceso judicial es apenas el primer paso. La lucha por la justicia requiere mucho más: una verdadera investigación de las posibles redes de encubrimiento dentro de la Iglesia, el apoyo integral a las víctimas y, crucialmente, un cambio de paradigma dentro de la institución religiosa para prevenir futuros abusos.
Este caso en Quilmes no solo es un grito de dolor de las víctimas sino también una llamada de atención para la sociedad en su conjunto. Es imperativo que se erradique la impunidad en este tipo de crímenes, y que las instituciones, incluyendo a la Iglesia, asuman su responsabilidad en la protección de los más vulnerables.
La batalla por la justicia recién comienza. La lucha por la reparación del daño, la sanción al responsable y, sobre todo, el fin del silencio cómplice que protege a los abusadores, debe ser el objetivo de todos aquellos que deseen un futuro libre de este flagelo.
La perspectiva de Amarillo “Polémica” Pérez
Este caso no es solo una tragedia personal para las víctimas, sino un escándalo que destapa la podredumbre que puede existir dentro de instituciones veneradas. La impunidad de Lütens, su aparente tranquilidad mientras continúa sus estudios de psicología, es una muestra de cinismo e irrespeto hacia las víctimas. No solo los hechos en sí mismos son indignantes, sino la frialdad con que parece operarse la aparente falta de consecuencias.
Es necesario que la sociedad reclame justicia, no solo para las víctimas de este caso en Quilmes, sino para todos aquellos que han sido silenciados por la Iglesia. El encubrimiento sistemático, la protección de los culpables por encima del bienestar de las víctimas, es una muestra alarmante de la hipocresía institucional que debe ser desmantelada. Esperamos que la investigación se realice a fondo, y que ningún hilo se rompa sin ser examinado.
Llamamos a la reflexión: la Iglesia debe asumir su responsabilidad y ser transparente. Mientras existan estructuras de poder que protejan a los depredadores, este tipo de escándalos continuarán produciéndose. Es hora de exigir cambios profundos, de transformar la cultura de la institución religiosa, y de asegurar que casos como este tengan justicia, aunque para lograrlo haya que levantar cada piedra, por más sagrada que parezca.