¿Qué tan lejos puede caer un héroe deportivo? Marcos Díaz, exintegrante del seleccionado de rugby UROBA, alguna vez personificó el honor y la rectitud en el campo de juego. Hoy, su nombre resuena en los pasillos de la justicia, acusado de ser pieza clave en una red de narcotráfico y lavado de dinero que operaba entre Rosario y Buenos Aires. La comunidad del rugby local está en shock. ¿Cómo pudo un referente deportivo terminar involucrado en un negocio tan turbio?
“Es una noticia que nos golpeó muy duro. Marcos siempre fue un ejemplo de esfuerzo y dedicación. Nunca imaginamos que podía estar metido en algo así”, declaró un ex compañero de equipo, visiblemente afectado.
El shock en la comunidad del rugby rosarino
La detención de Díaz en una finca rural de Strobel, Entre Ríos, puso fin a una búsqueda que se extendió por más de tres años. Su captura no solo representa un golpe contundente a la estructura de la banda, sino también un mazazo para el mundo del rugby, donde Díaz supo construir una imagen de deportista ejemplar. La noticia corrió como reguero de pólvora entre jugadores, entrenadores y dirigentes, quienes no podían creer que un exintegrante del seleccionado UROBA estuviera involucrado en un negocio tan oscuro.
Para entender cómo se llegó a esta situación, es necesario reconstruir la trayectoria de Marcos Díaz, desde sus inicios en el rugby hasta su caída en las redes del narcotráfico.
Marcos Díaz: del try a la ট্রানজাকশন (transacción)
A sus 42 años, Marcos Díaz parecía tenerlo todo: un físico privilegiado, la admiración de sus compañeros de equipo y una vida deportiva prometedora. Sin embargo, en octubre de 2021, su nombre saltó a la luz pública al ser vinculado con una organización narco liderada por el traficante peruano Julio Andrés Rodríguez Granthon. La investigación, bautizada informalmente como ‘Cuevas Blancas’, reveló un entramado criminal que conectaba la venta de droga en los barrios periféricos de Rosario con sofisticadas cuevas financieras en la city rosarina.
Según la investigación, Díaz era el encargado de gestionar importantes sumas de dinero en el mercado de divisas, adquiriendo dólares para reponer los estupefacientes que la banda comercializaba. Su rol como cambista narco lo ubicaba en la cúspide de la organización, manejando los hilos financieros que permitían el funcionamiento del negocio ilícito.
Radiografía de la investigación ‘Cuevas Blancas’
La investigación que involucra a Marcos Díaz se inició con la vigilancia de un búnker de Villa Banana, un barrio rosarino azotado por la violencia narco. El caso se precipitó cuando un agente encubierto de la División Antidrogas de la Policía Federal fue atacado a balazos por ‘soldaditos’ de la banda. Este hecho de extrema gravedad puso en evidencia la peligrosidad y el poderío de la organización.
Los operativos de ‘Cuevas Blancas’ se realizaron una semana después del ataque al agente encubierto, tanto en Rosario como en la ciudad y provincia de Buenos Aires. La Fiscalía logró desmantelar la estructura operativa de la banda, que utilizaba departamentos de alquiler temporario como bases rotativas y operaba el cambio de moneda en cuevas financieras ubicadas en pleno centro de Rosario.
En los allanamientos, la Policía Federal secuestró 34 millones de pesos y 30 mil dólares en la cueva de Gustavo Shanahan, ex titular de la Terminal Puerto Rosario (TPR), otro de los implicados en la causa. Además, se incautaron 4,5 kilos de cocaína, prensas neumáticas, elementos para estirar la droga, armas de fuego, municiones, computadoras, teléfonos celulares y máquinas contadoras de billetes. Un arsenal que revela la magnitud del negocio ilícito.
¿Cuál era el rol de Díaz en la estructura criminal?
Según el expediente judicial, la organización criminal contaba con roles específicos para cada uno de sus integrantes. Mientras algunos se encargaban de la elaboración, fraccionamiento y comercialización de la droga, otros gestionaban las finanzas para garantizar la continuidad del negocio. En este último grupo se encontraba Marcos Díaz, quien operaba una mesa de dinero en la céntrica calle Ovidio Lagos de Rosario.
Su tarea consistía en adquirir dólares en el mercado de divisas para reponer los estupefacientes que la banda vendía. De esta manera, Díaz no solo facilitaba el lavado de dinero proveniente del narcotráfico, sino que también aseguraba el flujo constante de droga para mantener el negocio en funcionamiento. Su conocimiento del mercado financiero y su capacidad para operar con grandes sumas de dinero lo convertían en una pieza clave dentro de la organización.
¿Qué llevó a Díaz a cruzar la línea?
La pregunta que surge inevitablemente es: ¿qué motivó a Marcos Díaz, un deportista con un futuro prometedor, a involucrarse en el narcotráfico? ¿Problemas económicos? ¿Influencia de terceros? ¿Una ambición desmedida? Las respuestas a estas interrogantes aún están siendo investigadas por la justicia.
Este caso sirve como un crudo recordatorio de que el crimen organizado puede infiltrarse en cualquier ámbito de la sociedad, incluso en aquellos que se consideran más alejados de la delincuencia. La historia de Marcos Díaz es una advertencia sobre la necesidad de estar alertas y combatir la corrupción en todas sus formas.
El futuro de Díaz ante la justicia
La justicia deberá determinar ahora la responsabilidad de Díaz en la red de narcotráfico y lavado de dinero. Su pasado como rugbier no lo exime de rendir cuentas ante la ley. Su caída es una muestra de que el deporte no es una garantía de integridad, y que las decisiones que tomamos pueden llevarnos por caminos inesperados y dolorosos.
Mientras tanto, el mundo del rugby lamenta este episodio y se esfuerza por reafirmar sus valores y principios, buscando dejar atrás esta mancha imborrable.