En el asfalto ardiente de las ciudades argentinas, una lucha encarnizada se desata día tras día. Los taxistas y remiseros, símbolos inconfundibles del paisaje urbano, se enfrentan a una crisis que amenaza con arrebatarles su sustento. La competencia voraz de las aplicaciones de transporte, muchas operando en la sombra de la ilegalidad, ha desplomado la demanda y pulverizado sus ingresos hasta límites insostenibles. Pero la historia no termina aquí. En un acto de desesperación, se ven forzados a ofrecer promociones que, lejos de ser un alivio, terminan por asfixiarlos. ¿Quién se responsabiliza de esta flagrante injusticia, de este abandono cruel?
Este artículo abordará la tormenta perfecta que se cierne sobre el sector: la competencia desleal que los arrincona, las promociones ruinosas que los desangran, y el silencio cómplice de las autoridades que los desprotegen.
La tormenta perfecta: baja demanda y competencia desleal
La asfixiante situación económica del país no da tregua. Con una inflación descontrolada y un poder adquisitivo en caída libre, los ciudadanos se ven obligados a recortar gastos y priorizar lo estrictamente esencial. El taxi, percibido por muchos como un lujo prescindible, es uno de los primeros servicios en ser descartados. Jorge Montes, representante de la Asociación Permisionaria del Taxi de Córdoba, describe la cruda realidad: ‘La gente está muy en riesgo de dinero’. Ante este panorama desolador, los taxistas cordobeses tomaron una decisión sin precedentes: renunciar al aumento de tarifas que tradicionalmente solicitaban en marzo. Un gesto que rezuma desesperación, más que generosidad.
Pero la baja demanda es solo uno de los demonios a los que se enfrentan. La proliferación de aplicaciones de transporte ilegales ha exacerbado la crisis hasta límites insoportables. Estas plataformas, operando al margen de la ley, ofrecen tarifas irrisorias y servicios más flexibles, seduciendo a un número creciente de usuarios. La competencia es una farsa: los taxistas y remiseros deben cumplir con una serie de requisitos legales y fiscales que las aplicaciones ilegales ignoran olímpicamente. El resultado es una distorsión del mercado que castiga con saña a quienes respetan las reglas.
El espejismo de las promociones: un salvavidas de plomo
En Rosario, la aplicación Movitaxi lanzó una promoción que prometía un 20% de descuento en las tarifas. A primera vista, parecía una bocanada de aire fresco para los usuarios y una estrategia inteligente para reactivar la demanda. Sin embargo, la verdad se revela mucho más sombría. Horacio Yanotti, secretario gremial de los peones de taxis de Rosario, denuncia con vehemencia: ‘El taxi le va a cobrar 20% menos, pero lo pierde el taxi’. En otras palabras, el descuento no es asumido por la empresa que ofrece el servicio, sino que sale directamente del exiguo bolsillo de los taxistas.
La indignación de Yanotti es palpable, casi tangible: ‘Está bien que se hagan promociones, pero que pongamos el bolsillo todo, no solamente el tachero y el chofer de taxi’. Su frase lapidaria destila la esencia de la injusticia: ‘Es fácil hacer beneficencia con la plata ajena’. Los taxistas, ya exhaustos por la baja demanda y la competencia desleal, deben resignar una porción aún mayor de sus magros ingresos para mantener a flote su actividad. Es una espiral descendente que los arrastra sin piedad hacia la miseria.
La justificación esgrimida por las empresas es que, sin estas promociones, la situación sería aún más crítica. Argumentan que la baja demanda obligaría a muchos taxistas a claudicar, dejando a los usuarios sin alternativas de transporte. Sin embargo, esta lógica perversa ignora la raíz del problema: la negligencia y la falta de escrúpulos por parte de las autoridades. Mientras las aplicaciones ilegales sigan operando con total impunidad, cualquier solución será un mero paliativo que no abordará la verdadera dimensión de la crisis.
El silencio cómplice: ¿Quién protege a los taxistas?
¿Dónde se esconden las autoridades mientras esta injusticia se perpetra? ¿Por qué permiten que las aplicaciones ilegales sigan operando a pesar de las denuncias y los reclamos desesperados del sector? ¿Por qué no se implementan medidas efectivas para proteger a los taxistas y remiseros, que cumplen escrupulosamente con todas las regulaciones y contribuyen al fisco? Las respuestas se diluyen en un mar de excusas y evasivas. Algunos susurran sobre una posible complicidad entre funcionarios corruptos y empresarios sin escrúpulos, otros achacan la inacción a la incapacidad de hacer frente a un monstruo que crece descontroladamente. Sea cual sea la verdad, el silencio de las autoridades resulta ensordecedor.
Horacio Yanotti reconoce que las autoridades municipales han comenzado a distinguir entre aplicaciones legales e ilegales, pero advierte que aún queda un arduo camino por recorrer en términos de control y regulación. La clave reside en la aplicación rigurosa de las leyes y en la creación de un marco normativo claro que establezca las reglas del juego para todos los actores del mercado. Mientras tanto, los taxistas y remiseros seguirán soportando estoicamente las consecuencias de la competencia desleal y la desprotección.
¿Hay esperanza en el horizonte?
La situación es grave, pero no irreversible. Los taxistas y remiseros se niegan a tirar la toalla. A pesar de las adversidades, continúan luchando con uñas y dientes por su sustento y por un futuro más digno. Su esperanza se aferra a la posibilidad de que las autoridades tomen las riendas del asunto y pongan fin a la impunidad de las aplicaciones ilegales. También confían en una pronta recuperación económica que permita a los ciudadanos volver a utilizar sus servicios con mayor frecuencia.
Pero la esperanza, por sí sola, no es suficiente. Es imperativo que la sociedad en su conjunto se solidarice con la difícil situación que atraviesan los taxistas y remiseros. Cada vez que optamos por una aplicación ilegal en lugar de un taxi o remis, estamos contribuyendo a la destrucción de una actividad que genera miles de empleos y que forma parte intrínseca de la identidad de nuestras ciudades. Ha llegado el momento de replantear nuestras decisiones y de apoyar a aquellos que cumplen con las leyes y nos brindan un servicio esencial.
Es inaceptable que los taxistas tengan que sacrificar sus propios ingresos para competir contra aplicaciones ilegales. Urgen regulaciones claras y controles efectivos.
En resumen, la crisis que azota al sector del taxi es un claro reflejo de los males endémicos que corroen nuestra sociedad: la desigualdad rampante, la escasez de oportunidades, la corrupción descarada y la inacción cómplice de las autoridades. Superar esta crisis no solo beneficiará a los taxistas y remiseros, sino que contribuirá a construir un país más justo y equitativo para todos. La responsabilidad recae sobre los hombros de los gobernantes, pero también sobre los nuestros.
Despertemos, pues, y exijamos soluciones contundentes. No podemos permitir que la injusticia siga prosperando impunemente en nuestras calles. El futuro del sector del taxi, y de muchos otros, depende de nuestra acción.
¿Qué puedes hacer tú? Usa taxis y remises legales, firma peticiones online, contacta a tus representantes políticos y comparte esta historia. Cada acción cuenta.