El cuerpo de Edith Antonia Román, una joven wichí de 17 años, fue encontrado sin vida en una zanja del río Pilcomayo, en el departamento Rivadavia de la provincia de Salta. La autopsia reveló un escenario brutal: traumatismo encéfalo-craneano, politraumatismos, signos de abuso sexual y asfixia por sumersión como causa de muerte. El crimen, perpetrado en una zona asolada por el narcotráfico y la desprotección estatal, ha conmocionado al país y desatado la indignación de las comunidades indígenas que claman por justicia.
Una tragedia que expone la vulnerabilidad de las comunidades indígenas
Edith, hija de padre wichí y madre chorote-wichí, vivía en la Comunidad San Anselmo para asistir a la escuela, a pesar de pertenecer a la Comunidad Betania. Su historia, truncada por la violencia, se suma a la larga lista de femicidios que azotan a Argentina y pone en evidencia la extrema vulnerabilidad de las mujeres indígenas frente a la violencia machista, el desamparo estatal y el avance del narcotráfico en territorios ancestrales.
El fiscal penal Gonzalo Ariel Vega, de la Unidad de Graves Atentados contra las Personas de Tartagal, investiga el homicidio. Cuatro hombres, tres mayores de edad y un menor de 15 años, pertenecientes a comunidades indígenas de la zona, fueron detenidos. Uno de ellos presentaba rasguños compatibles con signos de defensa de la víctima. La prima de Edith, única testigo, aportó información clave sobre los hechos que ocurrieron la noche del 12 de diciembre.
El desgarrador testimonio del padre: “Será una triste historia para mí”
Reinaldo Román, cacique de la Comunidad Betania y padre de Edith, relató con profundo dolor el hallazgo del cuerpo de su hija: “Encontramos su cuerpito tirado en un canal ahí, cerca de la comunidad, con agua, desnuda, con golpes… Será una triste historia para mí”. Sus palabras reflejan la impotencia y el dolor de una comunidad entera frente a una tragedia evitable.
Encontramos su cuerpito tirado en un canal ahí, cerca de la comunidad, con agua, desnuda, con golpes… Será una triste historia para mí.
Román, junto a otros líderes indígenas, responsabiliza al consumo de drogas y alcohol, exacerbado por el contrabando rampante en la zona, como detonante de la violencia que permea sus comunidades. “Voy a pedir justicia”, aseguró el cacique, quien junto a la Asociación de Comunidades Aborígenes Lhaka Honhat, organiza una reunión para abordar la problemática del alcohol y las drogas en la región.
La violencia narco: Un flagelo sin control en el norte argentino
El crimen de Edith no es un hecho aislado. Las comunidades indígenas del norte de Salta viven asediadas por el narcotráfico, que se aprovecha de la falta de presencia estatal y la pobreza para instalar sus redes de distribución. El consumo de drogas y alcohol, la violencia de género y la falta de acceso a la justicia son problemáticas estructurales que se agravan día a día.
Abel Mendoza, presidente de la Unión Autónoma de Comunidades Originarias del Pilcomayo (UACOP), denuncia la falta de control en la frontera con Bolivia y Paraguay, la facilidad con la que se trafican drogas por el río Pilcomayo y la ausencia de recursos para combatir este flagelo. “Estamos a la intemperie, sufriendo estos atropellos del narcotráfico”, declaró Mendoza.
La desprotección de estas comunidades es alarmante. La policía llegó al lugar del crimen horas después del hallazgo del cuerpo y el equipo de criminalística, proveniente de Orán, a casi 300 kilómetros de distancia, arribó pasada la medianoche. Esta demora entorpece la investigación y evidencia el abandono estatal en la región.
Además, la derogación de la ley 26160, que protegía a las comunidades de desalojos, agrava aún más su situación de vulnerabilidad frente al avance de los grupos criminales.
Un llamado a la acción: Justicia para Edith y protección para las comunidades indígenas
El femicidio de Edith Román exige justicia. Pero también exige una profunda reflexión sobre las responsabilidades del Estado en la protección de las comunidades indígenas y en la lucha contra el narcotráfico. Es imperativo que se implementen políticas públicas que garanticen el acceso a la justicia, la educación, la salud y la seguridad en estos territorios históricamente marginados.
La violencia machista, el consumo de drogas y la falta de oportunidades son problemas que se entrelazan y perpetúan un ciclo de violencia y desamparo. Solo a través de un abordaje integral que involucre a todos los actores sociales, se podrá revertir esta situación y construir un futuro digno para las comunidades indígenas.
El clamor por justicia para Edith Román debe ser un llamado a la acción para toda la sociedad argentina. No podemos permitir que la violencia y la impunidad sigan cobrando vidas en el silencio y la indiferencia.