En la Comarca Andina de la Patagonia, un enemigo diminuto pero formidable amenazaba con devastar la producción de fruta fina: la mosca de alas manchadas (Drosophila suzukii). Originaria de Asia, esta plaga llegó a la región en 2015, causando estragos en los cultivos y generando pérdidas económicas significativas para los productores locales. Sin embargo, en lugar de sucumbir ante la adversidad, investigadores, cooperativas y el Estado argentino unieron fuerzas para desarrollar una estrategia innovadora basada en la cosecha intensiva y la cooperación, un modelo que no solo ha logrado mitigar el impacto de la plaga, sino que también ha fortalecido el tejido social y económico de la comunidad.
Un desafío que requería una solución innovadora
La mosca de alas manchadas, a diferencia de otras especies de Drosophila, ataca la fruta sana y madura, depositando sus huevos en su interior. Esto provoca la pudrición del fruto y la proliferación de larvas, arruinando la cosecha. Los métodos tradicionales de control de plagas, como los insecticidas, resultaron ineficaces debido a la resistencia de la mosca y a la preocupación por el impacto ambiental en la región, conocida por su producción agroecológica. Frente a este panorama, el Instituto de Investigaciones Forestales y Agropecuarias Bariloche (IFAB), en colaboración con el INTA, decidió apostar por un enfoque diferente: la cosecha intensiva.
La idea central era simple pero efectiva: cosechar la fruta con mayor frecuencia, impidiendo que la mosca complete su ciclo reproductivo. Para ello, era fundamental el compromiso de los productores, quienes debían adaptar sus prácticas agrícolas y trabajar en estrecha colaboración con los investigadores. El Estado, a través del Ministerio de Ciencia y Tecnología, brindó su apoyo financiando un proyecto que involucraba a un circuito de cooperativas en Bariloche, El Hoyo y Fernández Oro, con el objetivo de desarrollar un sistema de producción basado en la cosecha intensiva.
La ciencia y la cooperación como pilares del éxito
El proyecto se implementó en varias etapas. Primero, el IFAB capacitó a la cooperativa Ecoforestales de Bariloche en el monitoreo de la mosca, enseñándoles a identificar la plaga, detectar focos de infección y utilizar trampas de vinagre para su control. Luego, con la ayuda de la cooperativa Pilmaiquén, se sistematizó la información sobre la cosecha, registrando datos como la cantidad de fruta recolectada, el tiempo de trabajo, la ubicación de las plantas y la presencia de la mosca. Esta información permitió a los investigadores y productores comprender mejor el comportamiento de la plaga y ajustar las estrategias de cosecha.
La innovación tecnológica también jugó un papel crucial. Con la colaboración de la cooperativa metalúrgica Coo.tra.met, se diseñaron espaldares móviles para los cultivos de moras, que permitían reclinar las plantas para facilitar la polinización y luego levantarlas para una cosecha más eficiente. Esta herramienta, sumada a la implementación de la cadena de frío para detener el desarrollo de las larvas, resultó clave para reducir la infestación y mejorar la calidad de la fruta.
El impacto de la estrategia: más que una victoria contra la plaga
Los resultados del proyecto superaron las expectativas. La cosecha intensiva y la refrigeración inmediata de la fruta lograron mantener bajos los niveles de infestación de la mosca, permitiendo a los productores recuperar sus cultivos y obtener una fruta de alta calidad. Además, la sistematización de la información proporcionó datos valiosos para la toma de decisiones y la planificación de futuras cosechas.
Pero el impacto de esta iniciativa va más allá del control de la plaga. La colaboración entre investigadores, productores y cooperativas generó un círculo virtuoso que fortaleció el desarrollo local. La cooperativa MOA (Mujeres de Oro en Acción), de Fernández Oro, se sumó al proyecto, utilizando la fruta de alta calidad para elaborar dulces envasados, agregando valor a la producción y generando nuevas oportunidades de negocio. La trazabilidad de la fruta, desde su cosecha hasta su transformación en dulces, se convirtió en un sello distintivo de calidad y un ejemplo de producción sustentable.
La experiencia de la Comarca Andina demuestra que la colaboración y la innovación pueden ser herramientas poderosas para enfrentar desafíos ambientales y económicos. La estrategia implementada contra la mosca de alas manchadas no solo protegió los cultivos, sino que también fortaleció las cooperativas, generó nuevas oportunidades de negocio y promovió un modelo de producción más sustentable. Un ejemplo inspirador de cómo la unión de esfuerzos puede transformar la adversidad en una oportunidad para el desarrollo local.
El éxito de este proyecto radica en la combinación de diferentes factores: la investigación científica, la innovación tecnológica, el compromiso de los productores y el apoyo del Estado. La creación de una red de cooperación entre las diferentes instituciones y cooperativas permitió compartir conocimientos, recursos y experiencias, generando una sinergia que multiplicó los resultados. Además, la participación activa de los productores en el diseño e implementación de la estrategia fue fundamental para asegurar su adaptación a las condiciones locales y su sostenibilidad a largo plazo.
La historia de la lucha contra la mosca de alas manchadas en la Patagonia argentina es un ejemplo de cómo la ciencia, la cooperación y la innovación pueden generar soluciones sostenibles para problemas complejos. Un modelo que puede replicarse en otras regiones del país y del mundo, demostrando que el trabajo conjunto y el compromiso con la sustentabilidad son claves para el desarrollo económico y social.
Este caso de éxito nos enseña que las soluciones a los problemas ambientales no siempre requieren grandes inversiones o tecnologías complejas. A veces, la clave está en la colaboración, en la capacidad de unir esfuerzos y conocimientos para encontrar soluciones innovadoras y adaptadas a las necesidades locales. La experiencia de la Comarca Andina nos invita a repensar la forma en que producimos nuestros alimentos y a apostar por modelos más sustentables, que protejan el medio ambiente y fortalezcan las economías regionales.