El presidente de Corea del Sur, Yoon Suk-yeol, ha superado un intento de destitución impulsado por la oposición tras la controvertida declaración de la ley marcial el pasado 3 de diciembre. La moción, que requería 200 votos para prosperar, se quedó corta con solo 195, evidenciando la profunda división política que atraviesa el país. Sin embargo, este episodio ha dejado profundas cicatrices, reavivando el fantasma de la “Masacre de Gwangju” y planteando interrogantes sobre la estabilidad democrática de Corea del Sur bajo el liderazgo de Yoon.
El boicot del partido gobernante: una victoria pírrica para Yoon
La moción de destitución fracasó en gran medida debido al boicot orquestado por el Partido del Poder Popular (PPP), la formación gobernante a la que pertenece Yoon. La mayoría de sus legisladores abandonaron la Asamblea Nacional, impidiendo que se alcanzara el quórum necesario para validar la votación. Esta estrategia, si bien efectiva para mantener a Yoon en el poder, ha exacerbado las tensiones políticas y ha generado acusaciones de obstrucción a la justicia por parte de la oposición.
El líder del PPP, Han Dong-hoon, justificó la acción argumentando la necesidad de “estabilidad política”, pero sus palabras han sido recibidas con escepticismo por amplios sectores de la sociedad surcoreana. La abrupta declaración de la ley marcial, posteriormente revocada tras una fuerte presión social y política, ha erosionado la confianza en el liderazgo de Yoon y ha despertado temores sobre posibles retrocesos democráticos.
A pesar de sobrevivir a la moción, Yoon enfrenta una crisis de legitimidad. Miles de personas se congregaron frente a la Asamblea Nacional durante la votación, exigiendo su renuncia y denunciando su autoritarismo. La sombra de Gwangju, la ciudad donde en 1980 una protesta prodemocrática fue brutalmente reprimida por el ejército durante la ley marcial, se cierne sobre la presidencia de Yoon.
El fantasma de Gwangju: un recordatorio doloroso del pasado autoritario
La decisión de Yoon de recurrir a la ley marcial, aunque fugaz, ha reavivado el trauma histórico de la “Masacre de Gwangju”. Este evento, un punto de inflexión en la lucha por la democracia en Corea del Sur, dejó cientos de muertos y miles de heridos a manos del ejército. La memoria de Gwangju, profundamente arraigada en la conciencia colectiva surcoreana, sirve como una advertencia constante contra los excesos del poder y la supresión de las libertades civiles.
Muchos analistas consideran que la invocación de la ley marcial por parte de Yoon, aunque justificada por el gobierno como una respuesta a las “actividades antiestatales” de la oposición, fue una medida desproporcionada y un grave error político. El hecho de que la Asamblea Nacional, dominada por la oposición, revocara la medida en cuestión de horas demuestra la fragilidad del argumento del gobierno y la resistencia de las instituciones democráticas.
Sin embargo, la rápida movilización ciudadana en respuesta a la declaración de la ley marcial también pone de manifiesto la profunda sensibilidad de la sociedad surcoreana hacia cualquier amenaza a la democracia. La experiencia de la dictadura militar, que duró décadas y culminó con la masacre de Gwangju, ha dejado una huella imborrable en la cultura política del país.
El incidente ha puesto en relieve la creciente polarización política en Corea del Sur. La oposición acusa a Yoon de autoritarismo y de intentar silenciar las voces disidentes, mientras que el gobierno lo defiende como un garante de la seguridad nacional frente a las amenazas internas y externas. Esta división se extiende a la sociedad civil, donde las opiniones sobre la actuación de Yoon y la oposición están profundamente enfrentadas.
El futuro de la democracia surcoreana en juego
El episodio de la ley marcial y la fallida moción de destitución han generado un intenso debate sobre el futuro de la democracia en Corea del Sur. Si bien las instituciones democráticas han demostrado su resiliencia al revocar la ley marcial y forzar la votación sobre la destitución de Yoon, la crisis ha expuesto vulnerabilidades y desafíos significativos.
La polarización política, la erosión de la confianza en las instituciones y el resurgimiento de los fantasmas del pasado autoritario son factores que podrían socavar la estabilidad democrática del país. La capacidad del sistema político surcoreano para superar estas tensiones y fortalecer las bases de la democracia será puesta a prueba en los próximos meses y años.
El presidente Yoon, aunque debilitado políticamente, permanece en el poder. La oposición, a pesar del fracaso de la moción de destitución, ha logrado visibilizar su descontento y movilizar a la sociedad civil. El futuro de Corea del Sur dependerá, en gran medida, de la capacidad de ambos bandos para encontrar un terreno común y reconstruir la confianza en la democracia.