Corea del Sur se encuentra en una encrucijada política luego de que el presidente Yoon Suk-yeol declarara la ley marcial y ordenara el arresto de legisladores opositores, en una medida que muchos interpretaron como un intento de autogolpe. Aunque la ley marcial fue revocada rápidamente tras la oposición del Congreso, la crisis desató una moción de destitución contra Yoon, que finalmente fracasó debido al boicot de su propio partido en la Asamblea Nacional. Estos eventos han dejado al país en un estado de profunda incertidumbre política, con un presidente debilitado y una oposición decidida a removerlo del poder.
La chispa que encendió la crisis: la declaración de ley marcial
El detonante de la crisis fue la decisión de Yoon de declarar la ley marcial, una medida extrema que no se había utilizado en Corea del Sur desde la década de 1980. La justificación oficial para la medida fue la supuesta amenaza de Corea del Norte, pero la falta de evidencia concreta y la coincidencia con las tensiones políticas internas llevaron a la oposición y a gran parte de la sociedad civil a creer que se trataba de una maniobra para silenciar a sus críticos y consolidar su poder.
La revelación de que Yoon había ordenado el arresto de figuras clave de la oposición, incluyendo al diputado Lee Jae-myung y al presidente de la Asamblea Woo Won-shik, confirmó las sospechas de un intento de golpe. El primer subdirector del Servicio Nacional de Inteligencia, Hong Jang-won, confesó haber recibido órdenes directas del presidente para “eliminar” a los políticos opositores. Este testimonio fue clave para que la Asamblea Nacional rechazara la ley marcial y abriera el proceso de destitución contra Yoon.
El fallido intento de destitución y el futuro incierto de Yoon
A pesar de la gravedad de las acusaciones y la indignación popular, la moción de destitución contra Yoon fracasó. La razón principal fue el boicot del Partido del Poder Popular (PPP), la formación política del presidente, que abandonó la Asamblea Nacional en masa, impidiendo que se alcanzara la mayoría de dos tercios necesaria para la destitución. Esta acción, aunque legal, fue vista por muchos como una protección partidaria que prioriza la estabilidad política a corto plazo sobre la rendición de cuentas.
El fracaso de la moción no significa el fin de la crisis. Yoon, aunque se mantiene en el poder, ha quedado profundamente debilitado. Su disculpa pública, en la que reconoció haber causado “ansiedad e inconvenientes”, fue considerada insuficiente por la oposición y por gran parte de la población. Las masivas protestas ciudadanas, con miles de personas congregadas frente a la Asamblea Nacional, exigen su renuncia y el restablecimiento del orden constitucional.
Consecuencias políticas y el fantasma de Park Geun-hye
La crisis política actual evoca el fantasma de la destitución de la presidenta Park Geun-hye en 2016, también por abuso de poder y corrupción. En aquella ocasión, las masivas protestas y la presión política llevaron a la caída de Park y a una victoria aplastante del Partido Demócrata en las siguientes elecciones. El PPP teme que la historia se repita, y que el intento de Yoon de aferrarse al poder termine debilitando aún más a la derecha surcoreana.
El escenario político en Corea del Sur es ahora de alta tensión. La oposición, envalentonada por el apoyo popular, ha anunciado que presentará una nueva moción de destitución. El PPP, dividido y sin un liderazgo claro, busca una salida “ordenada” para Yoon, que podría incluir su renuncia anticipada. Mientras tanto, la sociedad civil se mantiene alerta, dispuesta a defender la democracia y el estado de derecho.
Un contexto global de derechas radicalizadas
El caso de Corea del Sur no es un hecho aislado. El intento de Yoon de utilizar la ley marcial para silenciar a la oposición se enmarca en una tendencia global de radicalización de la derecha, que se observa en diferentes países del mundo. Líderes como Donald Trump, Jair Bolsonaro y Benjamin Netanyahu, con quienes Yoon mantiene buenas relaciones, han sido acusados de utilizar tácticas similares para socavar las instituciones democráticas y concentrar el poder.
Estas tácticas incluyen la difusión de noticias falsas, la polarización del discurso político, el ataque a los medios de comunicación y la judicialización de la política. El objetivo es deslegitimar a la oposición, crear un clima de miedo e incertidumbre, y justificar medidas autoritarias en nombre de la “seguridad nacional” o la “lucha contra el comunismo”. El caso de Yoon Suk-yeol en Corea del Sur es un ejemplo más de esta preocupante tendencia, que amenaza la estabilidad de las democracias en todo el mundo.
La situación en Corea del Sur se asemeja a la de otros países donde líderes de derecha han intentado o logrado socavar las instituciones democráticas. El uso de la retórica nacionalista, la demonización de la oposición y la apelación al miedo son tácticas comunes en estos casos. Sin embargo, la fuerte reacción de la sociedad civil surcoreana y la resistencia del Congreso demuestran que la democracia, aunque frágil, aún tiene defensores dispuestos a luchar por ella.
El futuro de Corea del Sur es incierto. La crisis política actual podría tener consecuencias a largo plazo para la estabilidad del país y su relación con la región. El resultado de esta lucha determinará si Corea del Sur seguirá siendo un ejemplo de democracia en Asia o si sucumbirá a las fuerzas del autoritarismo. La comunidad internacional debe estar atenta a estos acontecimientos y condenar cualquier intento de socavar el orden constitucional y los derechos humanos.