Córdoba está en llamas. O al menos, eso es lo que quiere hacer creer el intendente Daniel Passerini, quien se encuentra enfrascado en una batalla campal con el gremio municipal Suoem, liderado por el experimentado Rubén Daniele. Un enfrentamiento que, lejos de ser una simple disputa laboral, esconde una compleja trama de poder, alianzas rotas y una estrategia política desesperada ante el meteórico ascenso de Javier Milei.
La guerra de Passerini y Daniele: más allá de la séptima hora
La conciliación obligatoria dictada por el gobierno provincial es solo un parche, una tregua temporal en una guerra que promete prolongarse. El motivo central es la sempiterna séptima hora, un hueso duro de roer que ya había generado fricciones durante la gestión de Martín Llaryora. Pero esta vez, la situación se ha recrudecido. Passerini, siguiendo los pasos de su predecesor, no cede ante las presiones del Suoem y promete una férrea resistencia.
En las sombras del Palacio 6 de Julio, se planea una contraofensiva. La acusación es directa y fulminante: los delegados del Suoem “no trabajan”. Una campaña de desprestigio que busca socavar la imagen del gremio y, de paso, la de Daniele, un viejo lobo de mar en las aguas turbulentas de la política cordobesa.
“Passerini se hace el zonzo, pero él como viceintendente fue partícipe necesario de la decisión de Llaryora de sacarnos la séptima hora. Los municipales no se lo perdonaremos nunca. Si quiere guerra, tendrá guerra.”
Las palabras de Daniele, dichas en un bar de la Cañada, retumban como un desafío directo al intendente. Asegura que hay mucho más que la séptima hora en juego. El escándalo que promete desatar si sale a la luz la información que maneja sobre contratos con empresas privadas podría ser la estocada final.
Pero la pugna trasciende la mera batalla entre el intendente y el gremio. Se trata de una guerra de poder que podría reconfigurar el mapa político de Córdoba. La figura de Daniele, con su larga trayectoria y sus fuertes lazos con los municipales, representa una amenaza considerable para las ambiciones políticas de Passerini.
El ascenso de Milei y la estrategia de Passerini
El fantasma de Milei planea sobre la ciudad. Su triunfo electoral ha generado un terremoto político, redibujando el tablero de juego y obligando a los jugadores tradicionales a repensar sus estrategias. Passerini, consciente de esta nueva realidad, se juega el todo por el todo, convirtiéndose en el principal opositor a Milei desde la gestión municipal. Su objetivo: proyectarse como la figura del peronismo que se enfrenta al nuevo líder.
Esta estrategia conlleva riesgos. Recortar las partidas sociales ante la falta de subsidios por parte del gobierno nacional ha generado un malestar entre los vecinos. Las políticas de ajuste son difíciles de digerir, especialmente en un contexto de crisis económica donde muchas familias se ven afectadas por la inflación y la falta de oportunidades. Y los fantasmas del pasado resurgen: el intendente busca refinanciar una deuda internacional que dejó su antecesor, lo cual podría terminar complicando aún más la situación financiera de la capital cordobesa.
Si la estrategia de confrontación con Milei no funciona, y la crisis social se profundiza, el impacto será negativo para Passerini. Podría quedar atrapado en una encrucijada donde no le quedará margen para maniobrar políticamente, con el desgaste de un posible fracaso y sin haber logrado construir puentes sólidos con el electorado.
El juego de alianzas rotas y la proyección electoral
La política cordobesa se asemeja a un tablero de ajedrez. Mover una pieza significa modificar toda la estrategia. El quiebre de las alianzas entre Juez y Quinteros representa un ejemplo de la volatilidad del panorama. La presencia de Bullrich en el acto inaugural de la Prefectura Naval Argentina en Embalse fue un gesto claro que evidencia la alianza que se está forjando. La tensión se ha expandido; por el momento no hay una clara alianza opositora a Milei, y eso permite que algunos actores políticos jueguen una nueva estrategia.
En este panorama, Passerini busca jugar una partida propia. El ingreso de Massa al interior provincial, con un local en San Francisco (la ciudad del gobernador Llaryora), marca un movimiento interesante. Una posible estrategia para captar a los peronistas desencantados con las decisiones de Llaryora. Si bien el peronismo mantiene un perfil más dialoguista, las alianzas pueden cambiar muy rápido. Los hechos demuestran que, al menos hasta ahora, no existe una alianza opositora única; Passerini podría aprovechar esa situación a su favor.
Por otro lado, figuras como Nicolás Piloni, concejal cercano a Llaryora y con proyección internacional, empiezan a mostrar una autonomía creciente, marcando su propio espacio en el mapa político. Esto refuerza la idea de que dentro del cordobesismo hay más que la alianza Llaryora-Passerini. Existe la posibilidad de una fragmentación y la pelea por construir liderazgo para las próximas elecciones.
La tensión en la política cordobesa es palpable. La estrategia de Passerini es un compendio de acción y reacción. Mover las piezas en el tablero significa enfrentar una realidad compleja. El horizonte electoral se encuentra cargado de incertidumbre y la guerra contra Daniele es solo una de las batallas que el intendente deberá afrontar en este camino.
El futuro incierto: ¿oportunidad o fracaso?
El camino que ha elegido Passerini es arriesgado. La estrategia de la confrontación directa con el Suoem y la postura opositora a Milei podrían resultar fructíferas si logra consolidar su liderazgo dentro del peronismo. Sin embargo, si las condiciones socioeconómicas no mejoran, podría verse afectado por la falta de respaldo del electorado.
Las decisiones que tome en los próximos meses serán decisivas para su futuro político y para el de la ciudad de Córdoba. Su liderazgo debe estar a la altura del desafío para construir una estrategia sólida y obtener el respaldo del electorado cordobés.