Córdoba se tiñó de morado este 25N, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Pero esta vez, el color no fue solo una muestra simbólica; fue la representación de una furia contenida, una rabia sorda que gritó a los cuatro vientos su hartazgo ante el aumento de los femicidios y la falta de políticas públicas eficientes. Ni Una Menos Córdoba organizó la marcha con un mensaje claro, un puñetazo en la mesa que resonó en cada esquina: “Basta de femicidios y transfeminicidios. Fuera Milei y la complicidad de Llaryora.”
La multitud, un río humano que inundó las calles cordobesas, partió desde Colón y Cañada a las 18 horas, avanzando hacia el Patio Olmos con una energía electrizante. No era una protesta más, sino una muestra contundente del repudio a un sistema que, según las manifestantes, parece indolente frente al horror de la violencia machista. ¿Indolente o cómplice? Esa es la pregunta que muchos se hacen después de ver a miles de mujeres marchando con un tono tan furioso.
Soledad Díaz, voz destacada de la Asamblea Ni Una Menos Córdoba y dirigente del Partido Obrero, expresó en “Ponete al Día” la gravedad de la situación: “A nivel nacional, en lo que va de 2024 ya vamos por cerca de 200 femicidios.” Una cifra escalofriante que enciende las alarmas y deja al descubierto la ineficacia de las políticas que supuestamente protegen a las mujeres.
El Gobierno en la mira: Milei y Llaryora bajo la lupa
Las críticas a Javier Milei y Juan Schiaretti fueron la tónica dominante de la jornada. La disolución del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, un acto simbólico pero profundamente significativo para la causa feminista, fue un eje central de las protestas. Sin embargo, el malestar no se limitó al plano nacional; la situación en Córdoba también generó indignación. “Las mismas trabajadoras del Polo de la Mujer son las que han denunciado la falta de recursos y la exposición a violencia laboral”, denunció Díaz. La falta de protección de las propias trabajadoras dedicadas a combatir la violencia contra la mujer, algo irónico y profundamente cuestionable.
Para Díaz, las acusaciones no son infundadas. Los escasos recursos y la precarización del personal fueron, según su opinión, responsables de la ineficacia de programas previos. Una situación compleja que no debe minimizarse bajo ninguna circunstancia. La realidad es que en Córdoba la lucha se vive con una intensidad alarmante.
A su vez, algunos analistas cuestionan las cifras oficiales sobre violencia machista, y apuntan a una subdeclaración generalizada producto de la falta de confianza en los sistemas de registro y la dificultad de muchos casos para ser denunciados. Esto podría explicar la poca contundencia con la que han reaccionado los gobiernos en materia de prevención y abordaje de la problemática.
Más allá del 25N: La urgencia de un cambio estructural
La marcha del 25N en Córdoba no fue un simple acto conmemorativo; fue un llamado de atención, un grito desesperado que exige un cambio profundo y radical en las políticas públicas para la protección de las mujeres. La fecha sirve para recordarnos el asesinato de las hermanas Mirabal, activistas políticas dominicanas asesinadas en 1960 durante la dictadura de Rafael Trujillo. Su historia es una trágica muestra de hasta dónde puede llegar la violencia contra quienes luchan por sus derechos. Una violencia que hoy en día, parece que está lejos de ser superada.
La falta de inversión en políticas públicas integrales para abordar la violencia machista no solo deja a las mujeres expuestas al peligro, sino que también afecta gravemente a sus familias. Los hijos e hijas de las víctimas suelen experimentar traumas y dificultades significativas en su desarrollo, lo que refuerza la gravedad de esta problemática. Son familias enteras las que se ven afectadas.
La precarización laboral dentro de los organismos dedicados a la protección de las mujeres agrava aún más el problema. Se necesita personal capacitado, bien remunerado y con la protección necesaria para afrontar la labor tan compleja que tienen delante. Un personal mal remunerado y precarizado no puede combatir eficazmente esta lucha. Es esencial proteger a quienes luchan contra la violencia para poder combatirla efectivamente.
La marcha del 25N en Córdoba nos deja un mensaje claro: la lucha por la igualdad de género requiere un compromiso serio, continuo y con una inversión económica suficiente. La violencia machista no solo se combate con slogans y declaraciones superficiales; requiere un cambio cultural profundo y políticas públicas eficientes que protejan la vida y la integridad de las mujeres.
El camino hacia la verdadera igualdad
Para avanzar hacia un futuro donde la violencia machista sea solo un triste recuerdo, es necesario un cambio de mentalidad a nivel social y una reforma en las políticas del gobierno. Se necesita inversión en educación para promover la igualdad entre hombres y mujeres desde la niñez. La educación es una pieza fundamental para construir una sociedad donde los valores feministas sean respetados, y donde los hombres y mujeres sean iguales ante la ley. Un cambio cultural integral que debe ir acompañado de políticas públicas eficientes.
Más allá de las consignas, de los carteles y de las marchas, lo que realmente importa es la acción efectiva. No se trata simplemente de “denunciar”, se trata de asegurar que estas denuncias tengan resultados concretos. Un sistema judicial eficiente, comprometido y que resguarde la seguridad de las mujeres es clave en la lucha contra el maltrato. Debemos garantizar una protección real para las mujeres víctimas de la violencia. Que no se conviertan en estadísticas frías y anónimas.
Se necesitan recursos, personal capacitado, políticas públicas integrales y un compromiso real de todas las instituciones para prevenir la violencia machista y proteger a las mujeres que la sufren. La lucha por la verdadera igualdad es una tarea larga, compleja y que exige el trabajo conjunto entre la sociedad, los organismos gubernamentales y las propias mujeres que, día a día, salen a la calle a reclamar por el respeto a sus derechos.