En Córdoba, el silencio del hambre grita en cada comedor comunitario, refugios que se desmoronan bajo el peso de la necesidad. El Banco de Alimentos local lo confirma: de 1.833 establecimientos que sostienen a más de 153 mil almas, apenas un puñado resiste. Esta es la realidad que no podemos ignorar: en una tierra fértil, el hambre siega el presente y futuro de los más vulnerables. La desnutrición infantil es la cicatriz más profunda de esta crisis silenciosa.
Córdoba Hambrienta: Radiografía de una Crisis Silenciosa
Detrás de cada número, hay una familia librando una batalla por la supervivencia. El 61% de los niños que asisten a comedores sufren malnutrición por exceso, una cruel ironía donde la obesidad esconde la falta de nutrientes esenciales. El 20% enfrenta malnutrición por déficit, comprometiendo su desarrollo. Solo el 19% goza de un estado nutricional adecuado. ¿El veredicto? Una generación entera está siendo privada de su derecho a crecer sana y fuerte.
La voz de los comedores: Angustia y resistencia
Mónica Capdevila, del comedor ‘Abracito del Alma’, clama: ‘Los recursos se agotan mientras la demanda crece por la falta de trabajo. No podemos cubrir las necesidades básicas’. Su comedor, como muchos, lucha por no cerrar sus puertas. Esta situación refleja una lacerante falta de solidaridad en tiempos donde más se necesita.
Testimonios del Frente de Batalla: Voces que Exigen Ser Escuchadas
La impotencia ante la falta de recursos
Sandra Sánchez, del comedor ‘Caritas Lilas’, con la voz quebrada, relata: ‘Muchas familias no tienen ni dos platos de comida al día’. Le duele ver cómo ‘personas celebran la destrucción del Estado, abandonando a los más vulnerables. Los niños nos dicen que se quedan con hambre’.
Verónica Giménez, del merendero ‘Una Sonrisa Alegra el Corazón’, describe una realidad desgarradora: ‘La situación es crítica. El último temporal destruyó el techo del comedor. A veces no cocinamos porque no tenemos qué darles’. A pesar de todo, estas mujeres, madres coraje, resisten.
El aumento implacable de la demanda
Eliana Martínez, del comedor ‘La Botellita’, observa cómo cada día se suman más personas, incluyendo cartoneros y abuelos. ‘Hay mucha gente sin trabajo y madres solas. Algunos vienen a las 4 de la tarde por miedo a quedarse sin comida’.
Cintia Cedrón, del comedor ‘Los Bajitos’, cuenta que pasaron de 75 a 120 porciones, incluyendo jubilados con la mínima. ‘Hay mucha más necesidad, la situación empeoró. La semana pasada no pudimos darles a todos y me da tristeza porque las familias vienen esperanzadas’.
Lizbeth Pinedo, del comedor ‘Evaluna y sus amigos’, explica que ahora solo abren dos o tres veces por semana por los recortes y el aumento de precios. ‘Atendimos durante el verano, a veces vienen mucho más vecinos y no damos abasto. Tratamos de darles otra comida que no sea solo arroz y fideos’.
¿Quiénes Empuñan el Cuchillo? Desnudando las Causas de la Crisis
Esta crisis no es un designio del destino, sino el resultado de priorizar el ajuste fiscal sobre las necesidades básicas. La falta de apoyo nacional, los recortes y la ausencia de políticas integrales han abandonado a los comedores a su suerte. La desnutrición infantil es una consecuencia directa de la inacción política.
Pero la responsabilidad no es solo del gobierno nacional. Las autoridades provinciales y municipales deben invertir recursos en programas de asistencia alimentaria, dejando atrás las promesas vacías. La inacción es una forma de complicidad con el hambre.
La sociedad también debe actuar. Empresas, organizaciones y ciudadanos podemos colaborar con donaciones, voluntariado y concientización. No podemos esperar soluciones mágicas, debemos construir una red de solidaridad para quienes más lo necesitan. La empatía es el primer paso para erradicar el hambre.
Sembrando Esperanza: Un Llamado Urgente a la Acción
La situación es crítica, pero no irreversible. Podemos vencer esta crisis exigiendo políticas públicas que prioricen la seguridad alimentaria, apoyando a los comedores y construyendo una sociedad justa. Cada plato que falta es una afrenta a nuestra humanidad. Es hora de actuar para que ningún niño en Córdoba se vaya a la cama con el estómago vacío. El futuro de Córdoba depende de ello.
La angustia de Cintia, Eliana, Verónica, Lizbeth y tantos otros debe transformarse en nuestra determinación. Su lucha diaria debe inspirarnos a exigir un cambio. No podemos permitir que el hambre siga acechando a nuestros vecinos. ¡Es hora de despertar la conciencia y exigir acción!