La COP29, celebrada en Bakú, Azerbaiyán, se ha convertido en un polvorín. La propuesta de los países desarrollados de aportar 250.000 millones de dólares anuales para financiar la lucha contra el cambio climático en naciones en desarrollo ha provocado una ola de indignación y rechazo sin precedentes. ¡Un escándalo de proporciones globales que amenaza con desmoronar las negociaciones climáticas!
Escándalo en Bakú: ¡Migajas para los que sufren las consecuencias!
La cifra, calificada por algunos como ‘un insulto’, ‘un escupitajo a la cara’, e incluso como una ‘broma de mal gusto’, ha desatado una guerra de declaraciones entre delegados. Representantes de países vulnerables, con sus costas erosionadas, sus cosechas devastadas y sus poblaciones desplazadas, denuncian la hipocresía de las naciones ricas. Mientras prometen medidas para salvar el planeta, ofrecen una suma irrisoria para aquellos que cargan con el peso de la catástrofe.
El negociador de Panamá, Juan Carlos Monterrey Gómez, no se ha mordido la lengua al calificar la propuesta como una ofensa imperdonable. ‘Migajas mientras nosotros cargamos con los muertos. Indignante, malvado y despiadado’, fueron sus exactas palabras. Unas declaraciones que reflejan el sentimiento general de frustración y traición que impera en la cumbre.
La Alianza de Pequeños Estados Insulares (AOSIS) ha sido particularmente tajante, afirmando que la propuesta refleja un absoluto desprecio por los pueblos más vulnerables. Un desprecio que se extiende hasta el límite de la propia supervivencia de muchas naciones. ¿Es esto el precio de su existencia?
El Grupo de los 77+China: la voz de la desesperación
El G77+China, una coalición de más de 130 países en desarrollo, había pedido previamente una cantidad significativamente superior: ¡al menos 500.000 millones de dólares anuales para 2030! Una cifra que, a pesar de su ambición, resulta totalmente insuficiente si analizamos los desafíos reales de la crisis climática. No se trata solo de adaptarse a los efectos ya presentes, sino de prevenirlos con ambición y compromiso.
África, América Latina y los estados insulares han expresado su absoluto rechazo, elevando la exigencia a un mínimo de 1,3 billones de dólares anuales. Se trata de un debate no solo numérico, sino de justicia climática. ¿Qué valor se le otorga a la vida humana en las zonas más vulnerables del mundo?
La respuesta de los países desarrollados ha sido escasa y evasiva. Se esconden tras el compromiso inicial de 100.000 millones de dólares al año, un compromiso incumplido hasta la fecha. Mientras tanto, los mares suben, las sequías se extienden y los desastres naturales arrasan con todo. Una vez más, la hipocresía global se hace patente.
La COP29 en la cuerda floja
Ante la falta de acuerdo, la cumbre ha entrado en una prórroga. Las negociaciones se han extendido indefinidamente, con un futuro incierto. ¿Lograrán los países desarrollados despertar de su letargo y comprender la gravedad de la situación? ¿O asistiremos a un fracaso total que condenará a millones de personas a la devastación?
El tono es grave, las tensiones están a flor de piel. Muchos temen que el fracaso de la COP29 genere una profunda desconfianza entre países, frenando cualquier esperanza de colaboración internacional en un futuro. La falta de compromiso por parte de los países ricos no sólo pone en riesgo el clima global, sino la posibilidad de construir una comunidad internacional que se enfrenta de forma conjunta a la peor de las amenazas.
Los observadores se muestran pesimistas. Esta situación confirma el fracaso del sistema multilateral actual, ineficaz e insuficiente frente a la emergencia climática, dejando a los países vulnerables totalmente desprotegidos. La pregunta es: ¿quién se hace responsable del coste de esta desprotección? ¿El precio de la vida humana es realmente tan barato?
Las ONG han salido a la palestra con fuerza, exigiendo a los países en desarrollo que abandonen la cumbre si no hay un cambio radical en la propuesta. Una medida drástica que pone en evidencia la desesperación y la indignación generalizada. ¿Se llegará a un acuerdo que satisfaga a todos los actores implicados, o la COP29 pasará a la historia como el gran fracaso de la acción climática?
El futuro se tambalea
Las decisiones tomadas (o no tomadas) en Bakú tendrán consecuencias dramáticas. El mundo se juega su futuro en esta cumbre climática. La falta de financiación no solo impacta en la capacidad de los países en desarrollo para adaptarse al cambio climático, sino que dificulta enormemente la posibilidad de una transición a un modelo más sostenible. Un modelo que, hasta ahora, los países desarrollados parecen no querer pagar.
Las divisiones persisten y la esperanza se agota con cada minuto que pasa. Los países vulnerables exigen justicia y los observadores claman por un cambio urgente en la mentalidad de los países ricos. La cuestión es: ¿Escucharán a tiempo, o ya será demasiado tarde?
Mientras tanto, el mundo observa con una mezcla de preocupación y escepticismo. El futuro de miles de millones de personas pende de un hilo. La crisis climática no espera y la COP29, lejos de ofrecer soluciones, está generando una mayor división y un gran sentimiento de desconfianza.
Este es el escenario actual en Bakú: un panorama desolador que deja poco espacio para el optimismo. ¿Será la COP29 un punto de inflexión hacia la acción climática o la confirmación del fracaso del sistema global?