La justicia ha hablado. Hugo Pérez, pareja de Mónica Aquino, fue condenado a 15 años de prisión por explotación de la prostitución ajena agravada y promoción de la prostitución ajena. Su hermano, Mario Pérez, y su madre, María Rosa Aguirre, recibieron ocho años de cárcel por el mismo delito. Sin embargo, la sentencia, aunque significativa, no trae consigo el alivio completo. Mónica Aquino, madre de cuatro hijos, continúa desaparecida desde mayo de 2023. El vacío que deja su ausencia es una herida abierta para su familia y un recordatorio constante de que la lucha por la justicia no termina con una condena.
Un fallo que busca reparar el daño, pero que no cierra la herida
El tribunal, compuesto por los jueces Rosana Carrara, Susana Luna y Leandro Lazzarini, dictó sentencia luego de un proceso judicial que expuso la cruel realidad que vivía Mónica Aquino. La investigación, a cargo de la fiscal Alejandra Del Río Ayala, reveló que la joven era víctima de una red de explotación sexual liderada por las personas más cercanas a ella: su pareja, su cuñado y su suegra. Los fiscales de juicio, Matías Broggi y Jorgelina Moser Ferro, solicitaron penas de hasta 20 años, considerando la gravedad de los delitos y la vulnerabilidad de la víctima. Si bien la sentencia final fue menor a la solicitada, representa un paso importante en la lucha contra la trata de personas y la violencia de género.
La condena a Hugo Pérez, padre de tres de los hijos de Mónica, es un llamado de atención sobre la responsabilidad que recae sobre aquellos que, amparados en la confianza y el afecto, abusan y explotan a sus seres queridos. La justicia ha reconocido el rol central que Pérez tenía en la red de prostitución, imponiéndole la pena más alta. Sin embargo, la ausencia de Mónica continúa siendo un peso insoportable para su familia, quienes se aferran a la esperanza de encontrarla con vida.
La búsqueda incansable de una madre ausente
Para la familia de Mónica, la lucha no ha terminado. Las condenas, aunque importantes, no llenan el vacío que dejó su desaparición. La incertidumbre sobre su paradero los atormenta día y noche. Cada día sin Mónica es una batalla contra la angustia y la desesperanza. “Las condenas son importantes, pero Mónica sigue sin aparecer”, repiten incansablemente sus familiares, quienes han encabezado marchas y difundido su foto por toda la ciudad de Santa Fe, clamando por cualquier información que pueda ayudar a encontrarla.
La desaparición de Mónica Aquino es un recordatorio de la vulnerabilidad de las mujeres en nuestra sociedad. Es un llamado a la reflexión sobre la importancia de la prevención, la detección temprana y la asistencia a las víctimas de trata de personas. Es necesario fortalecer las redes de apoyo y brindar herramientas a las mujeres para que puedan salir de situaciones de violencia y explotación. La búsqueda de Mónica debe ser un compromiso colectivo, una tarea que nos involucra a todos como sociedad.
¿Dónde está Mónica Aquino? La pregunta que exige una respuesta
A pesar del tiempo transcurrido, la esperanza de encontrar a Mónica con vida se mantiene viva. La investigación continúa, y las autoridades no descartan ninguna hipótesis. La zona sur de Santa Fe, donde Mónica fue vista por última vez, ha sido rastrillada en múltiples ocasiones. Se han seguido pistas, se han realizado allanamientos, pero hasta el momento, no se ha logrado obtener información certera sobre su paradero.
La sociedad santafesina se ha movilizado en apoyo a la familia de Mónica. Organizaciones sociales, grupos feministas y vecinos se han unido a la búsqueda, convirtiendo el caso en un símbolo de la lucha contra la violencia de género y la trata de personas. La pregunta “¿Dónde está Mónica Aquino?” resuena en las calles, en las redes sociales y en los medios de comunicación, exigiendo una respuesta que aún no llega.
El caso de Mónica Aquino nos interpela como sociedad. Nos obliga a preguntarnos qué estamos haciendo para prevenir la violencia de género, para proteger a las mujeres en situación de vulnerabilidad y para garantizar que la justicia llegue a todas las víctimas. La condena a sus explotadores es un paso importante, pero la búsqueda de Mónica debe continuar hasta que se esclarezca su destino. Su familia, sus hijos, y toda la sociedad merecen saber qué pasó con ella.
Más allá de las condenas, el caso de Mónica Aquino nos deja una profunda enseñanza: la importancia de estar alerta, de no mirar hacia otro lado, de denunciar cualquier situación sospechosa de explotación o violencia. La trata de personas es un delito que se esconde en las sombras, que se alimenta de la vulnerabilidad y la desesperación. Combatirlo requiere un compromiso colectivo, una responsabilidad compartida por todos. La memoria de Mónica debe ser un motor para la transformación social, un impulso para construir una sociedad más justa e igualitaria donde ninguna mujer sea víctima de la violencia y la explotación.