Durante décadas, la lingüística se ha debatido sobre la universalidad del lenguaje humano. ¿Existen estructuras comunes a todas las lenguas, reflejando una experiencia humana compartida? ¿O la diversidad lingüística es tan profunda que moldea nuestra propia forma de pensar? Caleb Everett, un lingüista estadounidense criado entre las comunidades indígenas de la Amazonia brasileña, argumenta que la respuesta es más compleja de lo que imaginamos. Su investigación, plasmada en el libro “Una miríada de lenguas: cómo los idiomas revelan diferencias en cómo pensamos”, desafía la noción de una gramática universal, demostrando cómo la lengua puede influir en nuestra percepción del tiempo, el espacio, los números e incluso los olores.
La Amazonia: un laboratorio de diversidad lingüística
Objetivo: Introducir la importancia de la Amazonia como lugar de estudio para la diversidad lingüística.
La Amazonia, con sus cientos de lenguas pertenecientes a decenas de familias lingüísticas diferentes, se convierte en un escenario ideal para estudiar la diversidad del lenguaje humano. Everett destaca que, a diferencia de otras regiones con alta densidad lingüística, las lenguas amazónicas no comparten un ancestro común, lo que las convierte en un microcosmos de la variación lingüística global. Esta riqueza lingüística permite observar cómo diferentes grupos humanos han desarrollado sistemas de comunicación únicos, adaptados a sus entornos y culturas.
La investigación de Everett se centra en cómo estas diferencias lingüísticas se traducen en variaciones en la forma de pensar. Un ejemplo fascinante es la concepción del tiempo. Mientras que en español y otras lenguas indoeuropeas utilizamos metáforas espaciales para hablar del tiempo (el futuro está delante, el pasado detrás), algunas lenguas amazónicas no establecen esta relación. La lengua tupi Kawahib, por ejemplo, no conceptualiza el tiempo en términos espaciales, mientras que otras lenguas de la región tienen hasta siete tiempos verbales, obligando a sus hablantes a prestar atención a matices temporales que nosotros ignoramos.
Más allá del tiempo: números, espacio y olores
Objetivo: Expandir la discusión sobre la influencia de la lengua en otras áreas del pensamiento como los números, el espacio y la percepción de los olores.
La influencia de la lengua no se limita a la concepción del tiempo. Everett también analiza cómo los sistemas numéricos varían entre culturas. El ejemplo de los números del 11 al 12 en inglés, que no siguen el patrón regular de las decenas, ilustra cómo la arbitrariedad lingüística puede afectar el aprendizaje de las matemáticas. En contraste, lenguas como el chino presentan una estructura numérica más transparente, facilitando la comprensión de las cantidades.
Asimismo, la forma en que las lenguas describen el espacio también puede influir en la orientación espacial de sus hablantes. Culturas que utilizan puntos cardinales absolutos (norte, sur, este, oeste) en lugar de referencias relativas (izquierda, derecha) demuestran una mayor capacidad para orientarse en el espacio, incluso en entornos desconocidos.
Un descubrimiento sorprendente de la investigación de Everett es la existencia de un rico vocabulario para describir olores en algunas culturas. Contrario a la creencia común de que el olfato es un sentido difícil de describir con palabras, algunas lenguas amazónicas poseen un amplio repertorio de términos abstractos para los olores, demostrando que la capacidad de categorizar y expresar las experiencias olfativas también está moldeada por la lengua.
El mito de los esquimales y la nieve
Objetivo: Desmentir el mito de las múltiples palabras para la nieve en esquimal y explicar su importancia en el debate sobre la relación entre lenguaje y pensamiento.
Everett desmitifica la creencia popular de que los esquimales tienen cientos de palabras para la nieve. Si bien reconoce que las culturas que viven en entornos con nieve desarrollan un vocabulario más específico para describir diferentes tipos de nieve, la exageración de este ejemplo ha distorsionado la discusión. La idea central, sin embargo, sigue siendo válida: el lenguaje refleja la importancia de ciertos elementos en la vida de una comunidad.
Más allá de Occidente: la necesidad de una perspectiva global
Objetivo: Destacar la importancia de estudiar culturas no occidentales para comprender la diversidad del pensamiento humano.
Everett critica la tendencia de la lingüística y la psicología a basar sus estudios en poblaciones WEIRD (occidentales, educadas, industrializadas, ricas y democráticas). Argumenta que estas sociedades, si bien influyentes, representan una pequeña y sesgada muestra de la humanidad. Factores como la alfabetización y la industrialización han moldeado la cognición de estas poblaciones de maneras específicas, lo que dificulta la generalización de sus resultados a otras culturas.
Para comprender plenamente la diversidad del pensamiento humano, es crucial estudiar culturas no occidentales, que han desarrollado formas de pensar diferentes a lo largo de miles de años. La investigación en lenguas y culturas no WEIRD no solo enriquece nuestro conocimiento sobre la diversidad humana, sino que también nos permite cuestionar supuestos arraigados sobre la universalidad del pensamiento.
El trabajo de Caleb Everett nos invita a repensar la relación entre lenguaje y pensamiento, demostrando que la lengua no es solo una herramienta para comunicarnos, sino que también una ventana a la diversidad de la mente humana. Sus investigaciones en la Amazonia nos recuerdan la importancia de preservar las lenguas en peligro de extinción, no solo como patrimonio cultural, sino como piezas clave para comprender la complejidad de la experiencia humana.