¡Un escándalo en pleno centro de Córdoba! Un colectivo fantasma, sin chofer y sin frenos, se convirtió en un proyectil de acero descontrolado, sembrando el pánico y dejando a su paso dos mujeres heridas. ¿Fue un fallo mecánico, una negligencia imperdonable o algo más siniestro? Amarillo “Polémica” Pérez desentraña este misterio con su pluma afilada.
El terror al mediodía: la escena del crimen
El reloj marcaba las 12 del mediodía, el sol caía a plomo sobre el asfalto cordobés, cuando la tranquilidad del centro de la ciudad se vio interrumpida por un estruendo ensordecedor. Un colectivo de la línea 23, cual caballo desbocado, se subió a la vereda, arrollando a dos mujeres indefensas antes de estrellarse contra un kiosco. La escena era dantesca: vidrios rotos, gritos de horror y un colectivo vacío, como si se tratara de una película de terror.
Testigos presenciales, con los ojos aún desorbitados por el shock, relataron cómo el colectivo avanzó como un monstruo mecánico sin control, ignorando semáforos en rojo y sembrando el caos a su paso. “Fue como una pesadilla”, declaró una joven que trabaja en un local cercano. “Vimos el colectivo venir directo hacia nosotras, no tuvimos tiempo de reaccionar”.
El chofer: ¿víctima o villano?
Franco Godoy, el chofer de 35 años, se ha convertido en el centro de la polémica. Según su versión, el colectivo presentó una falla mecánica y, tras evacuar a los pasajeros, se bajó para “comprar algo”, dejando el vehículo con el freno de mano puesto… o eso dice. La justicia lo ha imputado por “lesiones culposas”, pero ¿esconde algo más esta historia? ¿Fue realmente un desperfecto o una negligencia criminal?
La defensa de Godoy, como era de esperar, alega “problemas técnicos” y asegura que el chofer siguió todos los protocolos. Sin embargo, las cámaras de seguridad podrían revelar una verdad muy diferente. ¿Se olvidó realmente del freno de mano? ¿O acaso hay algo más turbio detrás de este incidente?
“Hay que ser un reverendo inepto para dejar un colectivo sin frenos en pleno centro”, declaró un vecino indignado.
Tamse: ¿complicidad o incompetencia?
Tamse, la empresa responsable del colectivo siniestrado, se lava las manos como Poncio Pilatos. Aseguran que el vehículo contaba con la inspección técnica vehicular al día, pero ¿es eso suficiente? ¿Acaso no hay responsabilidad por parte de la empresa en el mantenimiento de sus unidades? ¿O acaso se trata de una política sistemática de recortes en seguridad a costa de la vida de los cordobeses?
Eduardo Ramírez, presidente de Tamse, intenta calmar las aguas con declaraciones vagas sobre “alertas” y “tecnología de punta”. Bla, bla, bla. Lo que realmente importa es que un colectivo sin frenos casi provoca una masacre en pleno centro. ¿Quién se hará responsable por el daño causado? ¿Quién pagará las facturas médicas y el trauma psicológico de las víctimas?
Las víctimas: entre la vida y la muerte
Las dos mujeres atropelladas, de 50 y 70 años respectivamente, se debaten entre la vida y la muerte en el Hospital de Urgencias. Si bien se encuentran fuera de peligro inmediato, el horror que vivieron las marcará para siempre. ¿Quién les devolverá la tranquilidad? ¿Quién les compensará por el dolor y el sufrimiento?
Mientras tanto, la ciudad de Córdoba se encuentra conmocionada por este nuevo caso de imprudencia e irresponsabilidad. ¿Hasta cuándo seguiremos tolerando que las calles se conviertan en un campo de batalla? ¿Hasta cuándo las empresas de transporte priorizarán las ganancias por sobre la seguridad de los pasajeros y peatones?
La justicia deberá determinar las responsabilidades y aplicar las sanciones correspondientes. Pero más allá del castigo legal, queda una pregunta que flota en el aire: ¿cuándo aprenderemos a valorar la vida humana por encima de todo?