La tragedia de Kim Gómez, una niña de 7 años arrebatada por la violencia, aún estremece a La Plata. En medio del dolor y la demanda de justicia, la detención preventiva de N. M., un menor de 14 años acusado de complicidad, genera indignación y serias dudas sobre la equidad de la justicia juvenil. Es inaceptable que la necesidad de proteger a la sociedad se use para pisotear los derechos de un niño.
Caso Kim Gómez: ¿Justicia o chivo expiatorio?
N. M. enfrenta una paradoja: con 14 años, la ley argentina lo considera inimputable, incapaz de comprender la criminalidad de sus actos, lo que impide juzgarlo como adulto o condenarlo a prisión. Sin embargo, permanece encerrado por orden de la jueza María José Lescano, del Fuero de Responsabilidad Juvenil N° 3 de La Plata, quien argumenta una supuesta “situación de peligrosidad”. ¿Dónde está la evidencia real de que N. M. es una amenaza para la sociedad? ¿No debería priorizarse su rehabilitación?
La fiscal Carmen Ibarra insiste en la “coautoría” de N. M. en el asalto y homicidio de Kim Gómez, pero la acusación se sostiene sobre un castillo de arena. La defensa ha presentado pruebas que desmoronan la acusación.
Evidencia Exculpatoria Ignorada
La madre de Kim, Florencia Barbosa, declaró no reconocer a N. M. como uno de los atacantes. Videos de seguridad ubican al menor en un lugar distinto al del crimen en el momento del asesinato. Además, un peritaje de huellas dactilares y palmares halladas en el auto robado demostró que ninguna coincide con las de N. M. A pesar de estas pruebas, la jueza Lescano mantiene al menor detenido.
La fiscal Ibarra se aferra a “imágenes de cámaras de seguridad particulares, que la defensa considera confusas, y testimonios contradictorios”. ¿Son estas pruebas suficientes para privar de la libertad a un niño de 14 años? La detención de N. M. suscita ira, frustración e impotencia.
N. M. se ha convertido en un chivo expiatorio, un símbolo de la impunidad que indigna a la sociedad. Es más fácil encerrar a un niño vulnerable que investigar a fondo el crimen y buscar a los verdaderos culpables. Kim Gómez merece justicia, pero sacrificar los derechos de N. M. en el altar de la venganza no es el camino. Condenar a un niño a una vida de encierro y marginación, cuando existen serias dudas sobre su participación, es una injusticia.
Un precedente peligroso
La decisión de la jueza Lescano sienta un precedente peligroso: la presunción de inocencia parece un principio vacío, los derechos de los niños, negociables, y la justicia, manipulable por la presión popular. No podemos permitirlo. Debemos exigir una investigación a fondo del caso de N. M., que se valoren todas las pruebas y se respeten sus derechos fundamentales. La calidad de nuestra justicia se mide por cómo tratamos a los más vulnerables.
La sociedad debe actuar: No más chivos expiatorios
El caso de N. M. exige una reflexión sobre cómo abordamos la delincuencia juvenil, cómo protegemos los derechos de los niños y cómo construimos un sistema de justicia justo, equitativo y proporcional. No podemos seguir buscando chivos expiatorios ni alimentando el miedo y la venganza. Necesitamos políticas públicas que promuevan la inclusión social, brinden oportunidades a los jóvenes vulnerables y fortalezcan el sistema de justicia juvenil.
La seguridad de nuestra sociedad se construye educando y protegiendo a los niños, brindándoles un futuro mejor. El caso de N. M. es un caso moral que nos interpela como sociedad y nos exige defender la justicia, la equidad y el respeto por los derechos humanos. Alcemos la voz por N. M., por Kim Gómez, por todos los niños víctimas de la violencia y la injusticia.
Participa en campañas de defensa de los derechos del niño, apoya a organizaciones de derechos humanos y exige una investigación independiente del caso de N.M. Firma peticiones, contacta a tus representantes políticos y dona a organizaciones que brinden apoyo legal y psicológico a jóvenes acusados de crímenes. Solo así podremos construir un sistema de justicia juvenil más justo.