La visita de Joe Biden a la Amazonía brasileña, en vísperas de la asunción de Donald Trump, adquiere una relevancia simbólica y política innegable. Se trata de una última acción contundente en materia ambiental por parte del gobierno saliente, en marcado contraste con las promesas del presidente electo, conocido por su escepticismo sobre el cambio climático y su apoyo a la industria de combustibles fósiles.
Biden en la Amazonía: un compromiso ambiental a contrarreloj
La elección de Manaos, en el corazón de la Amazonía, como destino de la visita de Biden no es casual. Se trata de una declaración explícita de compromiso con la preservación de este ecosistema vital para el planeta. Su encuentro con líderes indígenas y funcionarios locales busca fortalecer la colaboración en la protección de la selva y sus habitantes, directamente afectados por la deforestación y la degradación ambiental.
Durante su visita, Biden ha anunciado un incremento significativo en el financiamiento de la lucha contra el cambio climático, elevando la contribución bilateral de Estados Unidos a más de 11 mil millones de dólares anuales. Además, ha duplicado la aportación estadounidense al Fondo Amazonía, comprometiendo 100 millones de dólares para la conservación de este importante pulmón del planeta. Estas medidas reafirman el compromiso de la administración Biden con la agenda climática global.
El contraste con las políticas de Trump
El contraste entre el compromiso de Biden con la lucha contra el cambio climático y la postura de Trump es evidente. El presidente electo ha prometido desmantelar las políticas ambientales de su predecesor, promoviendo la expansión de la industria de combustibles fósiles y minimizando la urgencia de la crisis climática. Su nombramiento de Chris Wright, un prominente defensor del fracking, como Secretario de Energía, refuerza esta postura.
El nombramiento de Wright, cuyo currículum incluye una destacada participación en la industria del fracking, una actividad altamente cuestionable desde el punto de vista ambiental, representa una seria amenaza para los avances logrados en la mitigación del cambio climático durante el gobierno de Biden. La incertidumbre sobre la continuidad de las políticas ambientales es considerable.
El futuro de la Amazonía en juego
La Amazonía se encuentra en un punto crítico. La deforestación, impulsada por la agricultura intensiva y la minería ilegal, continúa avanzando a un ritmo alarmante. El cambio climático también agrava la situación, aumentando la frecuencia e intensidad de sequías e incendios. La visita de Biden, a pesar de su carácter simbólico, representa un intento por frenar la destrucción de este ecosistema esencial para la regulación del clima mundial.
El cambio de administración en Estados Unidos introduce una considerable incertidumbre sobre el futuro de la Amazonía. La retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París bajo el gobierno anterior demostró lo volátil que puede ser la política ambiental estadounidense. El compromiso de Biden se presenta, por tanto, como una lucha contra reloj para asegurar la continuidad de las medidas de protección ambiental.
Las implicaciones globales
La lucha contra el cambio climático requiere la cooperación internacional. La decisión de Biden de elevar la contribución estadounidense al financiamiento climático no solo es una medida interna, sino que también envía un mensaje a otros países sobre la importancia de la cooperación global en esta materia. Sin embargo, las promesas de revertir estas políticas por parte del gobierno entrante amenazan la efectividad de este mensaje.
En conclusión, la visita de Biden a la Amazonía representa una apuesta significativa en la defensa del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático. El contraste con las políticas anunciadas por Trump genera una incertidumbre sobre el futuro de la cooperación internacional en este terreno. La Amazonía, el mundo y el futuro del planeta, enfrentan un periodo de alta incertidumbre política y ambiental.