¿Qué se siente regresar a casa con el máximo galardón de la ciencia, el Premio Nobel, solo para ser recibido con un silencio ensordecedor? En 1948, mientras la Argentina de Perón celebraba la nacionalización de los ferrocarriles, Bernardo Houssay, un científico brillante, un verdadero orgullo nacional, experimentó esa amarga ironía. Su “apellido ‘contrera'” resonaba más fuerte que su Nobel. ¡Una injusticia que clama al cielo y exige ser recordada!
Bernardo Houssay: Un precoz talento argentino
Nacido en Buenos Aires en 1887, Bernardo Houssay demostró desde temprana edad una inteligencia excepcional. A los 13 años, ya era bachiller, un logro impresionante para la época. Su ferviente pasión por la fisiología lo impulsó a explorar los misterios del cuerpo humano, pero fue su espíritu independiente el que lo enfrentó al régimen peronista.
El silencio como arma política
En la Argentina de Juan Domingo Perón, la disidencia no era tolerada. Raúl Apold, subsecretario de Prensa y Difusión, implementó una política de silencio absoluto en torno al logro de Houssay. Los medios oficiales ignoraron su Nobel, una hazaña que había puesto a la ciencia latinoamericana en el mapa mundial. Este acto representó una afrenta a la meritocracia, transmitiendo un mensaje claro: la adhesión política prevalecía sobre el talento y la capacidad.
Una vida dedicada a la ciencia: El camino hacia el Nobel
La trayectoria de Houssay es la de una vocación inquebrantable. Obtuvo su título de médico a los 23 años y se entregó por completo a la docencia y la investigación. Su enfoque principal fue el estudio de la hipófisis y su conexión con la diabetes, lo que lo llevó a realizar descubrimientos revolucionarios en la medicina. Ya en 1921, mientras Banting y Best aislaban la insulina en Canadá, Houssay trabajaba incansablemente en la purificación de esta hormona en Latinoamérica. Su labor pionera sentó las bases para el tratamiento de la diabetes, beneficiando a millones de personas en todo el mundo.
En 1934, Houssay demostró su visión al impulsar la creación de la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias, buscando activamente financiamiento para proyectos de investigación. Comprendía la importancia crucial de invertir en ciencia y tecnología para el desarrollo de la nación. Sin embargo, esta visión chocaba frontalmente con las prioridades del gobierno peronista, que destinaba los recursos a propaganda y proyectos faraónicos.
Para 1940, Houssay ya gozaba de reconocimiento internacional gracias a sus investigaciones de vanguardia, consolidándose como un científico de renombre que había posicionado a Argentina en el mapa científico global. Sin embargo, ni siquiera su prestigio pudo protegerlo de la persecución política que se avecinaba.
“Agitadores antisociales y antiargentinos”: La persecución política
En 1943, tras el golpe de Estado, Houssay alzó su voz en defensa de la democracia y la solidaridad americana, firmando un manifiesto que le costaría caro. Gustavo Martínez Zuviría, ministro de Justicia e Instrucción Pública del gobierno de facto, respondió acusando a los firmantes de ser “agitadores antisociales y antiargentinos”, ordenando su destitución. La Universidad de Buenos Aires, bajo presión del poder, despojó a Houssay de su cargo, dejándolo sin recursos. Sin embargo, no lograron doblegar su espíritu indomable.
A pesar de recibir tentadoras ofertas de prestigiosas instituciones extranjeras, Houssay se mantuvo firme en su decisión de no exiliarse. Con el respaldo de fondos privados, fundó el Instituto de Biología y Medicina Experimental, donde continuó sus investigaciones sobre diabetes, hipertensión, endocrinología y farmacología. Su accionar es un claro ejemplo de resistencia y perseverancia ante la adversidad.
En 1945, perdió la elección para rector de la UBA frente a Horacio Rivarola, un candidato oficialista. En 1946, participó activamente en un acto de la Unión Democrática, la coalición opositora al peronismo. Su compromiso inquebrantable con la democracia lo expuso a la persecución y el ostracismo.
1947: El Nobel silenciado y la “Fisiología Peronista”
El año 1947 marcó un hito en la historia de la ciencia latinoamericana: Bernardo Houssay se convirtió en el primer científico de la región en recibir el Premio Nobel de Fisiología. Este logro trascendental debería haber sido motivo de celebración y orgullo nacional. Sin embargo, el gobierno peronista optó por ignorarlo. Houssay fue jubilado de oficio, y su cátedra de Fisiología en la Facultad de Medicina fue rebautizada como “Fisiología Peronista”, una muestra de la intolerancia y el dogmatismo del régimen.
Durante años, el nombre de Houssay fue borrado de los libros de texto y silenciado en los medios oficiales. Se intentó minimizar su contribución a la ciencia y su relevancia como figura pública. Sin embargo, la verdad siempre encuentra su camino. Con el tiempo, la figura de Houssay fue reivindicada, y su legado reconocido por todos los argentinos.
El legado imborrable de Houssay: Ciencia, libertad y compromiso
Houssay siempre enfatizó la necesidad de crear un organismo estatal dedicado a impulsar el desarrollo científico. En sus propias palabras: “La ciencia solo puede vivir y florecer en un ambiente de libertad. Los ambientes de opresión la estancan e impiden su adelanto”. Esta frase resume su pensamiento y su lucha por la independencia intelectual.
En 1958, tras la caída del peronismo, se creó el Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), que Houssay dirigió hasta su fallecimiento en 1971. Este organismo, fundamental para el desarrollo de la ciencia en Argentina, lleva su nombre como un homenaje a su visión y su compromiso.
Cada 10 de abril, en el aniversario de su nacimiento, se rinde homenaje a Bernardo Houssay, el investigador científico que dedicó su vida a la ciencia y a la defensa de la libertad. Esta fecha también nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre los peligros del autoritarismo y la importancia de proteger la independencia intelectual.
La historia de Bernardo Houssay es una lección valiosa para todos los argentinos. Nos enseña que la ciencia es esencial para el progreso del país, que la libertad es un valor irrenunciable y que el compromiso con la democracia es la mejor garantía para evitar repetir los errores del pasado. Que nunca más se silencie a un Nobel, que nunca más exista una “cátedra peronista”.
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