Bajo un cielo plomizo, Bahía Blanca se aferra al recuerdo de quienes la tempestad arrebató. El viento aulló, el agua golpeó sin piedad y, tras la danza macabra del temporal, quedaron quince almas enlutando la ciudad. Pero entre el lodo y el dolor, también florece la valentía, la solidaridad y la esperanza. Esta es la historia de una comunidad que, golpeada, se levanta para honrar a sus muertos y reconstruir su futuro.
Las autoridades han identificado a 15 de las 16 víctimas fatales, un golpe directo al corazón de Bahía Blanca. Cada nombre resuena con una vida segada, un sueño interrumpido por la furia del agua.
Geriátricos: La fragilidad expuesta
El geriátrico “Sarmiento R” fue escenario de una dolorosa pérdida. Margarita Egusquiza (87 años), Perla María Re Malena (99 años) y Sara Rueda (101 años) no pudieron resistir el embate del temporal. Sus cuerpos, encontrados en el interior del establecimiento, revelaron las terribles causas de muerte: hipoxia, asfixia mecánica y ahogamiento por sumersión, según fuentes forenses.
Elba Yolanda Ressia, de 90 años, fue hallada sin vida a pocas cuadras del geriátrico “Sarmiento R”. Se presume que la anciana intentaba buscar refugio cuando fue alcanzada por la fuerza del agua. La anoxia cerebral y la asfixia por sumersión fueron determinantes en su deceso, confirmaron fuentes médicas.
En la residencia geriátrica “Abuela Graciana”, Nilda Ernesta Schamberger, de 82 años, y Estela María Regolf, de 83, también encontraron la muerte. Sus historias, como las de tantos otros ancianos, resaltan la vulnerabilidad de la vida ante la furia desatada.
Calles desoladas: El horror en la vía pública
La calle Guatemala 608 se convirtió en el último refugio para Sofía Raquel González. Su cuerpo, encontrado en la vía pública, presentaba signos de edema y congestión pulmonar, asfixia por sumersión y ahogamiento, según el informe forense.
En la calle Maestro Piccioli 2400, Nelson Javier Zzini, de 46 años, fue hallado sin vida. Padecía miocardiopatía dilatada, una condición preexistente que, sumada a la ocupación de vía aérea y asfixia por sumersión, selló su destino.
Anastacia Agüero, de 85 años, fue encontrada sin vida en la vía pública. El edema y congestión pulmonar, la asfixia por sumersión y el ahogamiento fueron las causas de su muerte, de acuerdo con fuentes policiales.
En un descampado, Ángel Eduardo Mosman, de 55 años, fue hallado sin vida. Su cuerpo contaba una historia de vida que quedó inconclusa. El edema pulmonar, la ocupación de vía aérea y la asfixia por sumersión fueron las causas de su muerte, según el reporte forense.
Cerri e Ingeniero White: La tragedia extendida
Nélida Elisei, de 78 años, buscó refugio en el centro de evacuación “Club Sansinena”, en Cerri, pero la fatalidad la alcanzó. Su cuerpo, encontrado en el interior del establecimiento, presentaba signos de edema y congestión pulmonar, asfixia por sumersión y ahogamiento, según confirmaron las autoridades.
En el cruce de las calles Dasso y Brihuega, en Ingeniero White, Micaela Vicenta Hernández, de 70 años, fue hallada sin vida. La hipoxia y la asfixia por ahogamiento fueron determinantes en su fallecimiento.
El balneario Maldonado: Un final en soledad
Un hombre de entre 50 y 55 años, cuya identidad aún se desconoce, fue encontrado sin vida en el balneario Maldonado. Su cuerpo, víctima de un edema agudo de pulmón, insuficiencia cardíaca descompensada e inundación, se suma a la lista de fallecidos en esta tragedia.
Rubén Omar Zalazar: Un acto de heroísmo en medio de la tragedia
En medio de la desolación, Rubén Omar Zalazar, de 43 años, emerge como un faro de esperanza. Este trabajador de la empresa Andreani, oriundo de Río Negro, se convirtió en un héroe al intentar salvar a la familia Hecker, arrastrada por la corriente en la Ruta 3.
Según testigos, Rubén no dudó en lanzarse al agua para auxiliar a Andrés Hecker, su esposa y sus dos hijas, Pilar y Delfina, de uno y cinco años. Sin embargo, la fuerza del agua lo arrastró junto con la familia, impidiendo que pudiera completar su heroico rescate.
El cuerpo de Rubén fue encontrado a unos 150 metros de donde intentó auxiliar a la familia Hecker, en una zona “pantanosa, de cangrejales y cercana a la salida al mar”. Su muerte, producto de hipoxia cerebral y asfixia por sumersión, enluta a toda la comunidad.
El gesto de Rubén, un acto de valentía y altruismo, merece ser recordado y honrado por siempre. Su historia, como la de tantos otros héroes anónimos, demuestra que la solidaridad y el amor al prójimo son capaces de florecer incluso en los momentos más oscuros.
“Su gesto de heroísmo nos conmueve. Acompañamos a su familia y seguimos con esperanza la búsqueda de Delfina y Pilar”. Estas palabras, pronunciadas por el vicegobernador de Río Negro, Pedro Pessatti, resumen el sentimiento de gratitud y admiración que despierta la figura de Rubén Omar Zalazar.
La empresa Andreani, donde trabajaba Rubén, ha dispuesto una colecta interna para apoyar a la familia del héroe, demostrando que su valentía no ha pasado desapercibida.
La búsqueda incansable: Delfina y Pilar, la esperanza persiste
Mientras Bahía Blanca llora a sus muertos, la búsqueda de Delfina y Pilar Hecker continúa sin descanso. Las autoridades, junto con voluntarios y familiares, rastrillan la zona con la esperanza de encontrar a las niñas con vida. Psicólogos y rescatistas trabajan en conjunto para dar contención a la familia y a la comunidad, buscando aliviar el impacto psicológico de esta tragedia.
La imagen de las pequeñas, arrastradas por la corriente en medio de la noche, conmueve a toda la comunidad. La esperanza de un milagro se mantiene intacta, impulsada por el amor y la solidaridad de un pueblo que se niega a bajar los brazos.
La tragedia de Bahía Blanca nos recuerda la fragilidad de la vida y la importancia de la solidaridad. En medio del dolor y la desolación, emerge la figura de héroes anónimos como Rubén Omar Zalazar, que nos inspiran a seguir adelante y a construir un futuro mejor para todos. Es crucial analizar las causas subyacentes de este desastre, como la planificación urbana y la falta de preparación ante eventos climáticos extremos, para evitar futuras tragedias.
¿Cómo podemos ayudar?
- Donar a organizaciones de ayuda locales.
- Ofrecerse como voluntario en los centros de evacuación.
- Compartir esta historia para crear conciencia y promover la solidaridad.
- Informarse sobre cómo prepararse ante futuros eventos climáticos extremos.
La resiliencia de Bahía Blanca se pone a prueba, pero la comunidad se une en un abrazo colectivo, demostrando que, incluso en la oscuridad más profunda, la luz de la esperanza siempre encuentra un camino.