¡Atención, lectores! Prepárense para el escándalo del siglo. El ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, más conocido como el ‘Doctor Desastre’, ha desatado una bomba de tiempo en el mercado laboral argentino con su brillante idea: ¡autodespacho de combustible! Sí, señores, como lo oyen. Ahora, cualquier individuo con dos manos izquierdas y una sed insaciable de gasolina podrá jugar al bombero sin supervisión. ¿Les suena a receta para el desastre? A mí también.
Sturzenegger: El genio de la lámpara… o de la gasolina
Nuestro querido ministro, en su infinita sabiduría, cree que esta medida traerá ‘libertad’ a los consumidores. Libertad para incendiar sus autos, supongo. O libertad para inhalar vapores tóxicos hasta perder el conocimiento. Porque, a ver, seamos honestos, ¿quién necesita a un playero capacitado cuando se tiene un celular y un doctorado en Google?
Según Sturzenegger, el autodespacho ya funciona de maravilla en otros países. Claro, en países donde la gente no confunde un surtidor con una manguera de jardín. Pero aquí, en la tierra del asado y el mate, donde la improvisación es un deporte nacional, me temo que las cosas no serán tan fáciles.
Sturzenegger, el campeón de la desregulación, nos quiere hacer creer que esta medida es para nuestro propio bien. Que así bajarán los precios, que tendremos más opciones, que seremos más libres. ¡Pamplinas! Lo único que bajará será la cantidad de empleos, y lo único que subirá será el riesgo de accidentes.
70.000 empleos en la cuerda floja: ¿A quién le importa?
Mientras el ‘Doctor Desastre’ celebra su genialidad, 70.000 playeros se preguntan qué será de sus vidas. Familias enteras que dependen de este trabajo para llevar el pan a la mesa, ahora en la incertidumbre total. ¿Acaso a Sturzenegger le preocupa eso? Lo dudo mucho. Él seguramente ya tiene su tanque lleno y su chofer listo para llevarlo a su mansión.
Los sindicatos, como era de esperar, están en pie de guerra. Acusan al Gobierno de ignorar los riesgos y de priorizar las ganancias de las empresas por sobre el bienestar de los trabajadores. Y tienen razón. Esta medida es un golpe bajo para la clase trabajadora, un atentado contra la seguridad pública y una muestra más de la insensibilidad de este Gobierno.
Pero no se preocupen, amigos. El ‘Doctor Desastre’ ya tiene la solución: que los playeros se reciclen. Que aprendan a programar, que se conviertan en influencers, que vendan empanadas por internet. Total, ¿qué tan difícil puede ser cambiar de profesión después de años dedicados a un oficio específico? ¡Qué cinismo!
¿Autodespacho o autodestrucción?
La pregunta del millón es: ¿realmente necesitamos el autodespacho de combustible? ¿Es tan urgente esta medida que justifica poner en riesgo 70.000 empleos y la seguridad de todos? Yo creo que no. Creo que es una ocurrencia más del ‘Doctor Desastre’, una forma de quedar bien con los empresarios y de seguir desmantelando el Estado.
El autodespacho de combustible es una bomba de tiempo. Una bomba que puede explotar en cualquier momento y dejarnos a todos cubiertos de gasolina. Es hora de que el Gobierno recapacite y dé marcha atrás con esta medida absurda. Es hora de que piense en la gente, en los trabajadores, en la seguridad de todos. Es hora de que deje de jugar con fuego… o con gasolina.
Mientras tanto, yo seguiré aquí, en mi trinchera periodística, denunciando las barbaridades de este Gobierno. Y si me tengo que quemar las pestañas para que la verdad salga a la luz, lo haré con gusto. Porque alguien tiene que decir las cosas como son, aunque duelan. Aunque molesten. Aunque pongan en peligro mi integridad física. ¡Qué me quiten lo bailado!
No se olviden, amigos: el autodespacho de combustible no es libertad, es una amenaza. Una amenaza para 70.000 empleos, para la seguridad pública y para el futuro de nuestro país. ¡A luchar por nuestros derechos! ¡A defender nuestros trabajos! ¡A no dejar que nos pasen por encima! ¡Que viva la patria!