Asma al-Assad, la ex primera dama de Siria, enfrenta una batalla crucial contra la leucemia en un hospital de Moscú. Su pronóstico es reservado, con un 50% de posibilidades de supervivencia, según informes de prensa internacional. Alejada del poder tras la caída del régimen de su esposo, Bashar al-Assad, y refugiada en Rusia, la salud de Asma se ha deteriorado significativamente, marcando un nuevo capítulo en la turbulenta historia de la familia Assad.
Un diagnóstico sombrío en el exilio
El diagnóstico de leucemia llegó en mayo pasado, pero la reciente recaída ha agravado el cuadro clínico de Asma al-Assad. La enfermedad, un cáncer que afecta las células sanguíneas de la médula ósea, la mantiene en aislamiento para minimizar el riesgo de infecciones, según fuentes cercanas a la familia citadas por el diario británico The Daily Telegraph. Su padre, el cardiólogo Fawaz Akhras, la acompaña en Moscú y se encuentra profundamente afectado por la situación.
Esta no es la primera vez que Asma se enfrenta al cáncer. En 2018, fue diagnosticada con cáncer de mama y, tras un año de tratamiento, anunció su recuperación en 2019. Sin embargo, la leucemia, una enfermedad que puede reaparecer después de periodos de remisión, ha regresado con fuerza, poniendo en peligro su vida.
Implicaciones políticas de la enfermedad de Asma al-Assad
La enfermedad de Asma al-Assad se desarrolla en un contexto de gran inestabilidad política para la familia. Tras el derrocamiento del régimen de Bashar al-Assad, la familia buscó refugio en Moscú, donde viven bajo la protección del gobierno ruso. La salud precaria de Asma podría debilitar aún más la posición de la familia Assad, ya que ella desempeñaba un papel importante en la imagen pública del régimen.
Conocida por su elegancia y su trabajo en causas sociales, Asma al-Assad cultivó una imagen de modernidad y sofisticación que contrastaba con la brutalidad del régimen de su esposo. Su enfermedad y su aislamiento la alejan de cualquier posible rol político futuro, limitando su capacidad de influencia en un momento crucial para el destino de su familia y de Siria.
Además, su condición médica añade otra capa de complejidad a la ya tensa relación entre el gobierno ruso y las potencias occidentales. Asma al-Assad, nacida y criada en Gran Bretaña, posee doble nacionalidad. Si bien se ha especulado sobre su deseo de regresar a Londres para recibir tratamiento, el gobierno británico ha dejado claro que no es bienvenida debido a las sanciones impuestas contra la familia Assad por su papel en la guerra civil siria.
David Lammy, ministro británico de Asuntos Exteriores, afirmó categóricamente que Asma al-Assad “no es bienvenida en el Reino Unido” y que se hará todo lo posible para evitar que cualquier miembro de la familia se establezca en el país. Este rechazo se suma a las declaraciones del secretario de Justicia británico en la sombra, Robert Jenrick, quien calificó un posible regreso de Asma al Reino Unido como “una afrenta a las millones de víctimas de Assad”.
La posibilidad de que Asma al-Assad sea despojada de su ciudadanía británica también está sobre la mesa, aunque el primer ministro británico, Keir Starmer, ha declarado que es “demasiado pronto” para tomar una decisión al respecto. Mientras tanto, funcionarios británicos han viajado a Damasco para reunirse con representantes del nuevo régimen sirio, liderado por el grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham, en un intento por estabilizar la región y abordar la crisis humanitaria.
Un futuro incierto para la ex primera dama
El futuro de Asma al-Assad permanece incierto. Su delicado estado de salud, sumado a su situación de exilio y al rechazo del gobierno británico, la coloca en una posición vulnerable. Confinada en Moscú, lejos de su país natal y con un pronóstico médico reservado, la ex primera dama siria enfrenta un futuro incierto, marcado por la enfermedad y las consecuencias del conflicto que devastó a Siria.
La lucha de Asma al-Assad contra la leucemia se convierte en un símbolo de la tragedia que ha envuelto a Siria durante más de una década. Su historia personal se entrelaza con la historia de un país devastado por la guerra y la represión, donde millones de personas han sufrido las consecuencias del conflicto. El destino de Asma, al igual que el de Siria, permanece en suspenso, a la espera de los acontecimientos que definirán el futuro de la región.