El sol caía a plomo sobre Rafael Castillo, pintando las calles con una luz dorada que contrastaba con la oscuridad que se cernía sobre la esquina de Luis Vernet y Olivieri. Allí, en el asfalto caliente, yacía el cuerpo sin vida de Eliana Vanesa Gómez, una enfermera de 37 años, cuyo único delito fue intentar proteger lo suyo. La vida, ese bien tan preciado, le fue arrebatada en un instante por la violencia sin sentido de dos delincuentes que buscaban un botín fácil, un auto que jamás les pertenecería.
Eliana, una mujer dedicada a sanar, a aliviar el dolor ajeno, se convirtió en víctima de la crueldad que azota las calles del conurbano bonaerense. El sonido de un disparo, seco y brutal, resonó en el aire, apagando para siempre la sonrisa de una mujer que tenía una vida por delante, sueños por cumplir, y una familia que ahora llora su ausencia.
Una cámara, un testigo silencioso de la barbarie
Una cámara de seguridad, testigo mudo del horror, registró la secuencia completa del crimen. En las imágenes, se observa a Eliana llegando a su casa, estacionando su Fiat Argo rojo, el fruto de su trabajo y sacrificio. De repente, dos figuras emergen de las sombras, la abordan con violencia, la amenazan. Eliana, con el coraje que solo tienen aquellos que luchan por lo que aman, intenta resistirse, trabar las puertas de su auto, protegerse. Pero la respuesta de los delincuentes es un disparo a quemarropa, un balazo en la sien que acaba con su vida en cuestión de segundos.
Las imágenes, crudas y desgarradoras, muestran cómo los asesinos arrastran el cuerpo de Eliana fuera del auto, la abandonan en la calle como si fuera un objeto desechable, y huyen con el vehículo robado. La frialdad del acto, la falta de humanidad, conmueve hasta las fibras más íntimas.
Los vecinos, alertados por el disparo, salieron a la calle y encontraron a Eliana agonizando en el asfalto. La desesperación, la impotencia, se apoderó de la escena. Llamaron a una ambulancia, intentaron auxiliarla, pero ya era demasiado tarde. Eliana llegó al Hospital René Favaloro sin vida.
La investigación: una carrera contra el tiempo
La noticia del crimen conmocionó a la comunidad. La indignación, el dolor, se mezclaban con el clamor por justicia. La policía, con la presión de un caso que conmocionó al país, inició una investigación contrarreloj para dar con los responsables. El auto de Eliana fue encontrado abandonado a pocas cuadras del lugar del hecho, una pista clave que permitió a los investigadores comenzar a reconstruir el rompecabezas del crimen.
Las pericias realizadas en el vehículo, las huellas dactilares encontradas, las cámaras de seguridad de la zona, todos los elementos apuntaban hacia un sospechoso: Mariano Jonatan Macena, alias “Toscanito”, de 37 años. Un nombre que pronto se convertiría en sinónimo de horror y cobardía. La policía allanó su domicilio, pero el sospechoso no se encontraba allí. Sin embargo, la investigación dio un giro inesperado cuando la pareja de Macena, Alejandra Campos, fue localizada e interrogada.
Aunque Campos declaró no tener información sobre el crimen, su testimonio y los elementos encontrados en su poder la convirtieron en una pieza clave de la investigación. La fiscalía ordenó su detención, y ahora se espera que pueda aportar datos que permitan esclarecer el caso y llevar a los responsables ante la justicia.
El dolor de una familia, el reclamo de justicia
Mientras la investigación continúa, la familia de Eliana llora su pérdida, una herida que jamás cicatrizará por completo. La imagen de una mujer joven, llena de vida, truncada por la violencia, se convierte en un símbolo de la inseguridad que se vive en la zona. El reclamo de justicia, el pedido de que los responsables paguen por su crimen, se convierte en un grito unánime que resuena en las calles de La Matanza.
Eliana, más que una víctima, es un símbolo. Representa a todos aquellos que han sufrido la violencia, la inseguridad, la injusticia. Su muerte no puede ser en vano. Es un llamado a la reflexión, a la acción, a la construcción de una sociedad más justa y segura, donde la vida humana sea valorada por encima de cualquier bien material.
La justicia deberá, con el peso de la ley, castigar a los culpables. Pero más allá del castigo, es necesario que la sociedad en su conjunto se pregunte qué está fallando, qué se puede hacer para evitar que tragedias como esta se repitan una y otra vez. La memoria de Eliana, su sonrisa apagada por la violencia, debe ser un faro que ilumine el camino hacia un futuro mejor.