La Universidad Católica Argentina (UCA), a través de su Observatorio de la Deuda Social, ha lanzado una bomba de tiempo sobre la realidad socioeconómica del país: la pobreza ha alcanzado al 49,9% de la población, afectando a cerca de 23 millones de personas. Este dato, alarmante por sí solo, se torna aún más preocupante al analizar el impacto devastador en la infancia y el mercado laboral, dos pilares fundamentales para el desarrollo de cualquier nación.
Infancia en riesgo: una generación hipotecada
El informe de la UCA revela una realidad desgarradora: el 65,5% de los niños argentinos viven bajo la línea de pobreza. Esto significa que dos de cada tres niños en el país carecen del acceso a las necesidades básicas para un desarrollo pleno. Las consecuencias de esta situación son devastadoras, condenando a una generación entera a la marginalidad y la falta de oportunidades. Agustín Salvia, director del Observatorio, habla de una “desinversión generacional”, señalando el aumento de la pobreza infantil del 40% en 2011-2012 al 65,5% actual. Esta tragedia social se concentra principalmente en los estratos más bajos, donde la pobreza extrema se ha arraigado con mayor fuerza.
La falta de acceso a una alimentación adecuada, a una educación de calidad y a un ambiente seguro y estimulante compromete seriamente el futuro de estos niños. El impacto de la pobreza en la infancia se extiende mucho más allá de las carencias materiales, afectando su salud física y mental, su desarrollo cognitivo y sus posibilidades de inserción social. Estamos frente a una crisis que hipoteca el futuro del país.
Empleo precario: la trampa de la informalidad
El panorama laboral argentino no es menos desalentador. El 35,3% de los trabajadores ocupados vive en hogares pobres, un aumento considerable respecto al 32,5% de 2023 y al 29,8% de 2022. La precarización del empleo, con el auge de las “changas” y la falta de acceso a un trabajo formal con derechos, se ha convertido en una trampa para millones de argentinos. Solo 4 de cada 10 personas tienen un empleo pleno, con salario digno, estabilidad y aportes jubilatorios.
El salario real, por su parte, continúa en caída libre, mientras que la mitad de los trabajadores no realiza aportes a la seguridad social. Esta situación no solo afecta su presente, sino que también compromete su futuro, dejándolos sin protección social y con una jubilación precaria. La informalidad laboral se ha convertido en un problema estructural de la economía argentina, perpetuando la pobreza y la desigualdad.
Un círculo vicioso: pobreza, empleo precario e infancia
La pobreza, el empleo precario y la infancia en riesgo forman un círculo vicioso que se retroalimenta constantemente. La falta de oportunidades laborales dignas condena a las familias a la pobreza, lo que a su vez limita las posibilidades de desarrollo de los niños. Estos niños, al crecer en un contexto de carencias, tendrán menos oportunidades de acceder a una educación de calidad y a un empleo formal, perpetuando el ciclo de la pobreza.
Romper este círculo vicioso requiere de políticas públicas integrales que aborden la problemática desde múltiples frentes. Es necesario generar empleo genuino, mejorar la calidad de la educación, fortalecer la protección social y garantizar el acceso a las necesidades básicas para todos los argentinos. Sin embargo, las políticas de ajuste implementadas por el gobierno de Javier Milei, aunque con un impacto menor al esperado, han agravado la situación, profundizando la desigualdad y la precariedad.
El futuro de Argentina depende de la capacidad de la sociedad para revertir esta situación. Es necesario un compromiso conjunto del Estado, el sector privado y la sociedad civil para construir un país más justo e inclusivo, donde todos los argentinos tengan la oportunidad de desarrollar su potencial y vivir con dignidad.
¿Una luz al final del túnel?
A pesar de la gravedad del panorama, Salvia señala una leve tendencia a la baja en los índices de pobreza en los últimos trimestres, atribuyéndola a la caída de la inflación y la estabilidad del empleo, aunque con un aumento de la informalidad. Sin embargo, advierte sobre la necesidad de abordar los problemas estructurales que persisten en la economía argentina. La pregunta que queda flotando en el aire es si esta leve mejora será sostenible en el tiempo o si se trata solo de un espejismo en medio de la tormenta.
Las reservas de la sociedad argentina, según Salvia, han amortiguado el impacto de la crisis, pero el futuro sigue siendo incierto. La resolución de los problemas estructurales, como la precariedad laboral y la desigualdad, es crucial para un desarrollo sostenible e inclusivo. El desafío para Argentina es enorme, y la respuesta debe ser a la altura de las circunstancias.