El escenario político argentino se encuentra en un punto de inflexión, marcado por la irrupción de Javier Milei y las tensiones internas dentro del peronismo. La figura de Edgardo Kueider, senador que destrabó la aprobación de la Ley Bases del gobierno, actúa como catalizador de estas tensiones, poniendo en evidencia la fragilidad de las alianzas y la necesidad de una profunda reflexión sobre el futuro de la política en el país. En este contexto, surge la pregunta: ¿Estamos frente a una “nueva subjetividad” que redefine las reglas del juego, o simplemente asistimos a una reedición de la “vieja política” con nuevos actores?
El “cualquiercosismo” y la batalla cultural
Milei, con su estilo provocador y su retórica disruptiva, ha logrado instalar una nueva forma de hacer política, que el académico Alfredo Serrano Mancilla ha denominado “cualquiercosismo”. Este concepto describe la capacidad del presidente de decir cualquier cosa sin necesidad de sustento técnico o histórico, apelando directamente a las emociones y a los prejuicios de la sociedad. Esta estrategia, aunque cuestionable desde una perspectiva racional, ha demostrado ser efectiva para ganar la “batalla cultural”, imponiendo su agenda y sus temas de debate.
Ejemplos de este “cualquiercosismo” abundan en el discurso de Milei: la afirmación de que los pobres son menos, que los jubilados ganan en dólares como nunca antes, la propuesta de cobrar a extranjeros por estudiar en universidades públicas (a pesar de que esto no ocurre en la realidad), la crítica al Mercosur como un obstáculo para el desarrollo, y la defensa de una política de privatizaciones y ajuste fiscal.
La fijación de agenda es suya con exclusividad. Nada más. Y nada menos.
Estas declaraciones, muchas veces sin fundamento, generan controversia y polarización, pero también logran captar la atención de los medios y de la opinión pública. Milei, a través del “cualquiercosismo”, ha logrado imponer su narrativa y descolocar a la oposición, que se debate entre la necesidad de responder a sus provocaciones y el riesgo de quedar atrapada en su juego.
La oposición y la búsqueda de una nueva narrativa
Mientras Milei domina la escena con su discurso disruptivo, la oposición, principalmente el peronismo, se encuentra en un proceso de reconfiguración. La reunión entre Cristina Kirchner, Axel Kicillof y Sergio Massa, convocada por Máximo Kirchner, busca definir una estrategia común para enfrentar el avance de la derecha. Sin embargo, las tensiones internas y la falta de un liderazgo claro dificultan la construcción de una alternativa política sólida.
La pregunta central que se plantea es si el peronismo será capaz de renovar su discurso y sus propuestas para conectar con la “nueva subjetividad” que describe Halperín: un individualismo creciente, un descreimiento en la política tradicional y una desconfianza en el Estado como garante del bienestar social. Para ello, deberá superar las divisiones internas y construir una narrativa que integre las demandas de los diferentes sectores que lo componen, desde los movimientos sociales hasta los sindicatos tradicionales.
Uno de los puntos clave en el debate interno del peronismo es el rol que jugará Cristina Kirchner en las próximas elecciones. Su figura, aunque decisiva en términos de liderazgo y representación, también genera resistencias dentro y fuera del partido. La decisión de si será candidata o no tendrá un impacto significativo en el escenario electoral y en la posibilidad de construir una alternativa competitiva frente a Milei.
Más allá de las especulaciones electorales, el peronismo enfrenta el desafío de repensar su identidad y su proyecto político en un contexto de profundas transformaciones sociales. La emergencia de nuevos actores, como los movimientos feministas y ambientalistas, y la irrupción de la tecnología en la vida cotidiana, exigen una actualización de las ideas y las prácticas políticas tradicionales.
¿Una nueva subjetividad o la misma vieja política?
El interrogante planteado por Jorge Halperín sobre la “nueva subjetividad” es crucial para entender el escenario político actual. ¿Realmente estamos frente a un cambio profundo en la sociedad argentina, o se trata de una nueva versión del histórico antiperonismo? ¿La creciente individualización, el rechazo a la política y la desconfianza en el Estado son fenómenos nuevos, o simplemente se han intensificado en los últimos años?
El análisis de Halperín, que cuestiona la novedad de esta “nueva subjetividad”, invita a la reflexión. ¿No se trata acaso de los mismos valores y prejuicios que históricamente han impulsado al antiperonismo? ¿El individualismo, el desprecio por los sectores populares y la defensa del libre mercado no son acaso los pilares del pensamiento liberal que siempre se ha opuesto al peronismo?
Si bien es innegable que la sociedad argentina ha experimentado cambios significativos en las últimas décadas, es importante no sobreestimar la novedad de la “nueva subjetividad”. El antiperonismo, con sus diferentes matices, siempre ha estado presente en la política argentina, y su capacidad de adaptación a las nuevas circunstancias no debe ser subestimada.
En este sentido, la pregunta clave no es si la subjetividad ha cambiado, sino si las fuerzas políticas, tanto el peronismo como la oposición, son capaces de interpretar las demandas de la sociedad y ofrecer respuestas concretas a sus problemas. La “vieja política”, con sus prácticas clientelares y su discurso vacío, ya no es suficiente para convencer a un electorado cada vez más informado y exigente.
La crisis del peronismo, evidenciada en sus divisiones internas y en su dificultad para construir una alternativa al gobierno de Milei, abre un espacio para la emergencia de nuevos liderazgos y nuevas propuestas. La capacidad de la oposición para capitalizar este descontento y ofrecer una visión de futuro que integre las demandas de la sociedad será determinante para el futuro de la Argentina.
El debate sobre la “nueva subjetividad” y la “vieja política” es, en definitiva, un debate sobre el futuro de la Argentina. La capacidad de las fuerzas políticas para comprender las transformaciones sociales y ofrecer respuestas innovadoras a los desafíos del presente será clave para construir un país más justo, equitativo y democrático.