Rosario está en llamas. O, al menos, eso es lo que algunos quieren que creamos. La anulación de la condena a 25 años de prisión del policía Luciano Nocelli, quien en 2019 abatió a dos “motochorros”, ha desatado una tormenta perfecta de opiniones encontradas, indignación y, por supuesto, mucha, mucha polémica. ¿Justicia o impunidad? Depende de a quién le preguntes, pero una cosa está clara: este caso expone las profundas grietas en la sociedad argentina cuando se trata de seguridad, justicia y el uso letal de la fuerza por parte de la policía.
El Caso Nocelli: Un Resumen Para Indignados
Para los que llegaron tarde al ring, repasemos: en mayo de 2019, Nocelli, junto a su compañero, se enfrentó a tiros con Adrián Rosasco y Jimena Gramajo, acusados de robarle la cartera a una mujer. El tiroteo terminó con Rosasco y Gramajo muertos, y el policía inicialmente condenado por homicidio agravado. Ahora, la Corte Suprema de Santa Fe anuló la condena, ordenando un nuevo juicio. ¡Eureka! O, tal vez, ¡Chanfle!
La decisión de la Corte ha desatado un aluvión de reacciones. El gobernador Maximiliano Pullaro, fiel a su estilo “mano dura”, celebró la anulación, preguntándose si es justo que un policía que “actúa en cumplimiento de su deber” sea condenado a más años que los “sicarios y narcos”. ¡Ah, la retórica política, qué bien suena!
El Ministerio de Seguridad: A defenderse… ¿o a atacar?
El Ministro de Seguridad provincial, Pablo Cococcioni, salió al cruce con la intensidad de un incendio. Reclamó el “cese inmediato del encarcelamiento” de Nocelli, argumentando que lleva cinco años y medio preso sin condena firme. Una defensa conmovedora, dirán algunos; un descarado intento de manipulación, otros dirán. Pero seamos claros: este es un juego sucio donde el discurso es la herramienta principal para ganar.
Cococcioni llegó al punto de declarar que “en algunas situaciones extremas es la vida del delincuente o la tuya”. ¡Ay, qué manera de ponerle picante al asunto! Una declaración que seguro generó más que un simple debate, ¿no? La pregunta es: ¿qué queda del respeto por los derechos humanos cuando entramos a este terreno de la ley del más fuerte?
El ministro también propone capacitar a jueces y fiscales en “táctica operacional”. Como si para juzgar un caso de uso letal de la fuerza se necesitara saber cómo se dispara un arma. ¡Qué invento! Quizás lo que hace falta es imparcialidad y una comprensión profunda del contexto social en que se desenvuelven estas tragedias.
Un Pueblo Dividido: El Uso Letal De La Fuerza
El caso Nocelli no es solo un debate legal; es un reflejo de la lucha ideológica que atraviesa a la Argentina. Por un lado, tenemos la corriente que defiende a ultranza la figura del policía “héroe”, dispuesto a usar la fuerza letal para “proteger a la sociedad”. Por otro, la que exige un mayor escrutinio sobre el uso de la fuerza, la necesidad de rendición de cuentas y la protección de los derechos humanos, incluso de los delincuentes.
La pregunta clave es: ¿dónde está el equilibrio? ¿Cómo se garantiza la seguridad pública sin caer en la arbitrariedad y la violencia desmedida? No hay respuestas fáciles. Encontrar un punto de equilibrio en este terreno cenagoso es el verdadero desafío para Argentina, para Rosario. Mientras tanto, las imágenes de un policía disparando sobre dos jóvenes seguirán provocando dolor e indignación, incluso años después de la tragedia.
Este caso nos lleva a plantearnos preguntas incómodas, y no nos deja escapar de la realidad: la inseguridad en Rosario es una herida abierta, un dolor que se niega a cicatrizar. Mientras la política se debate en un campo de batalla de discursos, los ciudadanos se enfrentan a una realidad que los rebasa, donde la vida de muchos está en juego. Un panorama en el que la incertidumbre nos ahoga. ¿Qué futuro les espera a los rosarinos en medio de este torbellino? El tiempo, solo el tiempo, lo dirá.
¿Un Final o Un Principio?
La anulación de la condena a Nocelli no es un punto final, sino una coma en una larga y tortuosa sentencia. Mientras tanto, el debate abierto sobre el uso letal de la fuerza y la seguridad pública deja a la sociedad argentina con más preguntas que respuestas, exponiendo una grieta profunda. De la cual será muy difícil escapar, si no se trabaja sobre el problema desde el fondo. Mientras tanto, seguiremos discutiendo, esperando justicia y preguntándonos ¿qué pasará la próxima vez?