El mundo aún resuena con el eco de la tragedia de los Andes. Álvaro Mangino Schmid, uno de los 16 hombres que desafió la muerte en el fatídico vuelo 571, ha fallecido en Montevideo a los 71 años. Su partida, tras una valiente batalla contra afecciones respiratorias, no solo enluta a sus seres queridos, sino que también nos invita a contemplar la magnitud de su coraje y resiliencia. Su historia, forjada en el crisol de la desesperación y el compañerismo, continúa inspirando esperanza y admiración en cada rincón del planeta.
Un adiós desde las alturas: La última visita al Valle de las Lágrimas
En febrero del año anterior, Álvaro compartió en sus redes sociales una imagen que hoy palpita con un significado trascendental. Era su postrer peregrinación a la Cordillera, ese paraje que se erigió como un santuario de dolor y, a la vez, de una hermandad inquebrantable. ‘El cielo nos obsequió un doble arcoíris. Me gusta pensar que era una señal de mis amigos que se quedaron en la montaña’, escribió, su voz impregnada de una serenidad conmovedora. En aquella instantánea, se revelaba su delicado estado de salud, admitiendo su dependencia del oxígeno para desafiar la altura. No obstante, su espíritu permanecía incólume, abrazado a la memoria imborrable de aquellos que compartieron su destino en la adversidad.
Aquel último viaje al Valle de las Lágrimas fue un rito sagrado, imbuido de emociones desbordantes. Álvaro, en compañía de otros sobrevivientes, retornó para rendir tributo a sus camaradas caídos, para insuflar vida a la llama inextinguible de la memoria. En cada paso que resonaba en la inmensidad de la cordillera, en cada mirada que se perdía en el horizonte de las montañas, percibía la presencia latente de aquellos que ya no estaban físicamente, pero que seguían siendo parte intrínseca de su ser. El doble arcoíris que danzó sobre él fue, sin duda, una epifanía, un mensaje de bienvenida desde el ignoto más allá, un abrazo eterno tejido con los hilos invisibles del amor y el recuerdo.
El vuelo 571: Un antes y un después en la vida de Álvaro
Álvaro Mangino, un joven de apenas 19 años ajeno al mundo del rugby, se vio catapultado al epicentro de la tragedia al ser invitado por Marcelo Pérez del Castillo, capitán del equipo Old Christians, a unirse al fatídico vuelo. Lo que comenzó como una aventura juvenil se transformó en una odisea de supervivencia que marcaría su existencia para siempre. En la gélida inmensidad de la montaña, aquejado por fracturas que lo confinaron a la inmovilidad, encontró en Roberto Canessa y Eduardo Strauch a sus ángeles guardianes, quienes le brindaron un apoyo incondicional en medio del desamparo. Su juventud, su vulnerabilidad y su férrea voluntad de sobreponerse al dolor lo convirtieron en un emblema de esperanza en el corazón de la desesperación.
Durante los 72 días de tormento en la cordillera, Álvaro demostró una fortaleza inaudita. A pesar de sus heridas lacerantes, participó activamente en las tareas esenciales para la supervivencia, derritiendo nieve para obtener agua, un tesoro invaluable en aquel páramo blanco. Su espíritu colaborativo y su actitud resiliente irradiaron inspiración a sus compañeros, quienes lo recordarán por siempre como un guerrero indomable. Su historia es un testimonio elocuente de que, incluso en las fauces de la adversidad más implacable, el ser humano alberga la capacidad innata de encontrar la fuerza para trascender sus límites y seguir adelante.
Juan Caruso, el actor que encarnó a Álvaro en la magistral película ‘La sociedad de la nieve’, tuvo el privilegio de conocerlo en persona y quedó profundamente conmovido por su inquebrantable resiliencia. ‘Lo primero que me transmitió cuando lo vi fue su fuerza de voluntad’, compartió Caruso, su voz cargada de emoción. Para él, Álvaro era un hombre de perfil bajo, pero con una historia tan hermosa, tan rica y tan poderosa que merecía ser contada con el máximo respeto y reverencia.
Un legado de amor, familia y memoria eterna
Tras ser rescatado de las garras de la cordillera, Álvaro reconstruyó su vida junto a Margarita Arocena, su amada novia de siempre, con quien edificó un hogar colmado de amor y felicidad. Fruto de su unión, nacieron cuatro hijos, quienes se convirtieron en su mayor orgullo y en el motor que impulsó cada uno de sus pasos. Se graduó como técnico agropecuario, incursionó en el mundo empresarial y dedicó gran parte de su vida a impartir conferencias inspiradoras, compartiendo su experiencia transformadora con miles de personas ávidas de esperanza. Su historia se erigió como un faro de luz, un recordatorio constante de que, incluso después de transitar por el abismo más profundo, es posible hallar la plenitud y la dicha.
Álvaro jamás se distanció de sus compañeros sobrevivientes ni permitió que la memoria de aquellos que quedaron custodiando la montaña se desvaneciera en el olvido. Participó activamente en la difusión de la historia de los Andes, plasmándola en libros conmovedores, entrevistas reveladoras y producciones cinematográficas impactantes. En 1993, su vida fue llevada a la pantalla grande en la película ‘¡Viven!’, y en 2023 desempeñó un papel crucial en la promoción de ‘La sociedad de la nieve’, la obra maestra de J.A. Bayona que revivió la tragedia con una mirada respetuosa y visceral. Para Álvaro, era esencial que las nuevas generaciones se sumergieran en la historia de los Andes, para que nunca se extinguiera el valor de la amistad, la solidaridad inquebrantable y la perseverancia inagotable.
Su participación activa en la creación de una exquisita línea de vinos en tributo a sus compañeros fallecidos, bautizada con el nombre evocador de ‘El Valle de las Lágrimas’, es una manifestación palpable de su compromiso inquebrantable con la memoria. Cada botella es un brindis silencioso por aquellos que ya no están físicamente, un recordatorio perenne de que su sacrificio supremo no fue en vano. Álvaro fue un guardián incansable de la memoria colectiva, un hombre excepcional que consagró su vida a honrar a sus amigos y a transmitir su legado trascendental a las generaciones venideras.
El legado imborrable de Álvaro Mangino: Un faro de esperanza en la cordillera de la vida
Álvaro Mangino Schmid ha partido hacia la eternidad, dejando un vacío irremplazable en el corazón de sus seres queridos y de todos aquellos que fuimos tocados por su historia de valentía y superación. Sin embargo, su legado trascenderá las barreras del tiempo, perdurando como un faro de esperanza en la cordillera de la vida. Su existencia fue un canto a la resiliencia humana, un himno al amor incondicional por la familia y un compromiso inquebrantable con la memoria de sus compañeros. Su historia seguirá inspirando a las futuras generaciones, recordándoles que, incluso en los momentos más sombríos y desafiantes, siempre existe una luz radiante de esperanza que nos guía hacia un nuevo amanecer.
Hoy, al despedir a Álvaro con el alma henchida de gratitud y respeto, revivimos sus palabras impregnadas de sabiduría: ‘Me gusta pensar que era una señal de mis amigos que se quedaron en la montaña, de que estaban contentos de que los habíamos ido a visitar’. Sin duda, hoy, desde la inmensidad del cielo, sus amigos lo reciben con los brazos abiertos, colmándolo de abrazos fraternos y agradeciéndole su lealtad inquebrantable y su amor eterno. Descansa en paz, Álvaro. Tu historia imborrable seguirá latiendo con fuerza en nuestros corazones, impulsándonos a ser mejores personas y a honrar el legado de aquellos que nos precedieron en el camino.
Su fallecimiento no solo marca el ocaso de una vida ejemplar, sino también el cierre definitivo de un capítulo trascendental en la historia de la Tragedia de los Andes. Álvaro Mangino se ha reunido con sus compañeros en la memoria eterna, dejando un legado imborrable de valentía, humanidad y amor fraterno. Su espíritu indomable resonará por siempre en la inmensidad de la cordillera, inspirándonos a enfrentar nuestros propios desafíos con coraje y esperanza.
En cada libro que revive su hazaña, en cada película que plasma su heroísmo, en cada testimonio que irradia su sabiduría, su historia seguirá siendo contada y recontada, transmitiendo un mensaje universal de esperanza y superación que resonará por siempre en los corazones de quienes la escuchen. Adiós, Álvaro. Tu último adiós desde la montaña no es un final, sino un hasta luego, un recordatorio perenne de que el amor y la memoria trascienden las fronteras de la muerte, uniéndonos en un abrazo eterno que perdurará por siempre.