El humo acre se eleva sobre los escombros, el eco de los disparos aún resuena en los oídos, y el miedo se aferra a los corazones de los habitantes de Alepo. En medio del caos y la devastación de una ciudad sitiada por la guerra, una figura se alza como un faro de esperanza: el sacerdote argentino Hugo Alaniz. Su negativa a abandonar a su comunidad, su compromiso inquebrantable con los más vulnerables, lo convierten en un testimonio vivo de fe y solidaridad en medio del infierno sirio.
Un hogar en el corazón del infierno
Alepo, una ciudad milenaria que alguna vez fue sinónimo de belleza y cultura, hoy yace en ruinas. La guerra civil siria, que comenzó en 2011, ha transformado sus calles en campos de batalla, sus hogares en escombros y sus habitantes en víctimas. En este escenario desolador, el padre Hugo Alaniz, miembro del Instituto del Verbo Encarnado (IVE), ha elegido quedarse. Llegó a Siria hace casi tres décadas, movido por su vocación misionera y su amor por el pueblo sirio. Hoy, su presencia es más vital que nunca.
Mientras las bombas caen y el terror se apodera de la ciudad, el padre Alaniz trabaja incansablemente para brindar ayuda humanitaria a quienes más lo necesitan. El sótano de la iglesia Nuestra Señora de la Anunciación, donde reside, se ha convertido en un refugio para 250 personas desplazadas por la violencia. Familias enteras, ancianos, jóvenes y niños encuentran en este espacio un lugar seguro donde dormir, comer y recibir consuelo.
“No me voy a ir, este es mi hogar y la gente nos necesita más que nunca”.
Fe inquebrantable en tiempos de oscuridad
La decisión del padre Alaniz de permanecer en Alepo, desafiando el peligro y la incertidumbre, es un acto de fe inquebrantable. En un país donde la guerra ha destruido todo a su paso, la esperanza es un bien escaso. Pero para el padre Alaniz, la fe es el motor que lo impulsa a seguir adelante, a brindar consuelo y ayuda a quienes han perdido todo. Su presencia es un recordatorio de que incluso en la oscuridad más profunda, la luz de la esperanza puede brillar.
Junto a Monseñor Hanna Jalouf, obispo de los católicos latinos en Siria, el padre Alaniz ha buscado establecer contacto con las nuevas autoridades, con el objetivo de garantizar la seguridad de la comunidad cristiana y continuar con su labor humanitaria. Su valentía al adentrarse en territorio controlado por los insurgentes, al enfrentarse a la incertidumbre y al peligro, es un ejemplo de coraje y determinación.
Las dificultades son inmensas. La electricidad es un lujo, el agua escasea y los precios de los alimentos se han cuadruplicado. Pero en el Obispado Latino, donde el padre Alaniz reside, la solidaridad se impone a la adversidad. Con la ayuda de voluntarios, han transformado el sótano de la iglesia en un refugio, compartiendo los pocos recursos que tienen con quienes han perdido todo.
El padre Alaniz y Monseñor Jalouf lograron contactar con un antiguo conocido, ahora en las filas rebeldes. Este encuentro, aunque cargado de tensión, trajo un mensaje de tranquilidad: “No venimos por los cristianos”. Sin embargo, la incertidumbre persiste. La amenaza de represalias, la imposición de la ley islámica, son fantasmas que se ciernen sobre la comunidad.
A pesar del peligro, el padre Alaniz y sus colaboradores continúan saliendo a las calles para repartir alimentos y medicinas. “Hay viejitos que estaban sin comer desde hacía 5 días. Tenemos que devolverles un poco de dignidad”, afirma el sacerdote. Su compromiso con los más vulnerables no conoce límites, ni siquiera ante el temor de perder su propia vida.
En medio del caos, la ciudad intenta recuperar una semblanza de normalidad. Algunos comercios abren sus puertas, pero los precios son exorbitantes. La pobreza se ha agudizado, el 93% de la población vive bajo el nivel de pobreza y el 70% en la indigencia. La guerra, el COVID-19 y el terremoto de 2023 han dejado cicatrices profundas en el alma del pueblo sirio.
Un llamado a la esperanza en medio de la guerra
La Navidad se acerca, pero en Alepo, la festividad se celebra bajo la sombra de la guerra. El padre Alaniz, con la mirada puesta en el futuro, transmite un mensaje de paz y esperanza: “Ojalá que esto sea el inicio del fin, más que el inicio de otras batallas. Nuestro anhelo es que todo esto pase rápido y que todo el mundo rece por nosotros”.
Sus palabras son un llamado a la comunidad internacional, una súplica para que la ayuda humanitaria llegue a quienes la necesitan, para que se busquen soluciones pacíficas al conflicto, para que la guerra en Siria finalmente termine. Pero también son un llamado a la solidaridad, a la empatía, a la compasión con un pueblo que sufre.
La historia del padre Hugo Alaniz es una historia de valentía, de fe inquebrantable y de compromiso con los más necesitados. Es una historia que nos conmueve y nos inspira, que nos recuerda que incluso en los lugares más oscuros del mundo, la luz de la esperanza puede brillar. Es una historia que nos invita a reflexionar sobre nuestro propio compromiso con la humanidad.