Kabul se ha transformado en una distopía vigilada. En el corazón de un centro de control, la policía talibana exhibe con orgullo su más reciente herramienta de opresión: una red de 90,000 cámaras de vigilancia que estrangula la libertad de millones de afganos. Esta omnipresente red, vendida cínicamente como una medida para combatir el crimen, ha provocado una profunda ola de terror y desesperación entre defensores de los derechos humanos, quienes la denuncian como un brutal instrumento para aplastar la disidencia y sofocar toda forma de libertad. ¿Hasta dónde llegará este régimen implacable en su afán por controlar cada aspecto de la vida de los afganos?
La BBC, en una exclusiva estremecedora, obtuvo acceso a este sistema de vigilancia, revelando una realidad escalofriante donde cada movimiento, cada suspiro, es fríamente registrado y analizado. En la sala de control, hileras de agentes observan las transmisiones en vivo de miles de cámaras, controlando cada segundo de las vidas de los seis millones de habitantes de Kabul. Desde las matrículas de los coches hasta los rostros de los transeúntes, nada escapa al ojo vigilante de este Gran Hermano talibán. ¿Es este el precio de la seguridad? ¿O es el comienzo de una pesadilla orwelliana?
La Farsa de la Seguridad: Vigilancia como Herramienta de Opresión
Khalid Zadran, portavoz del jefe de policía, alega que el sistema de vigilancia permite detectar “grupos de personas sospechosas de consumir drogas, participar en actividades delictivas o cualquier otra actividad sospechosa”. En tales casos, la policía local es notificada de inmediato para investigar la naturaleza de la reunión. Sin embargo, esta justificación no es más que una burda fachada que intenta ocultar la verdadera intención detrás de este despliegue tecnológico: ahogar cualquier atisbo de disidencia y perpetuar un control absoluto sobre la población. ¿Puede alguien creer en la promesa de seguridad de un régimen que pisotea los derechos humanos?
La promesa de seguridad resuena vacía en un país donde los derechos y libertades fundamentales son brutalmente pisoteados a diario. Amnistía Internacional ha denunciado que la instalación de estas cámaras, bajo el pretexto de la “seguridad nacional”, establece un precedente nefasto para que los talibanes continúen con sus políticas draconianas, apuntando especialmente a las mujeres en los espacios públicos. La organización destaca que este sistema convierte cada rincón de la ciudad en una potencial escena del crimen, donde la presunción de inocencia es reemplazada por la sospecha constante.
El Ojo que Todo lo Ve: La Distopía Digital Talibana
El sistema de vigilancia exhibido por los talibanes a la BBC incluye la espeluznante capacidad de rastrear personas mediante reconocimiento facial. En las pantallas, cada rostro es clasificado por edad, género e incluso si llevan barba o el rostro cubierto. “En días claros, podemos hacer zoom en individuos a kilómetros de distancia”, presume Zadran, señalando una cámara que enfoca un concurrido cruce de tráfico. Esta tecnología, digna de una novela de George Orwell, convierte a cada ciudadano en un blanco potencial de la vigilancia estatal. ¿Dónde queda el derecho a la privacidad en este infierno vigilado?
Pero la paranoia del régimen talibán no tiene límites. Incluso su propio personal es objeto de escrutinio. En un puesto de control, mientras los soldados abrían el maletero de un automóvil para inspeccionarlo, los operadores de las cámaras enfocaban sus lentes, examinando minuciosamente el contenido. Esta omnipresente vigilancia interna revela un régimen que desconfía hasta de sus propios miembros. ¿Cómo puede un régimen paranoico ofrecer seguridad a su pueblo?
El Ministerio del Interior talibán afirma que las cámaras han contribuido significativamente a mejorar la seguridad, reducir las tasas de criminalidad y detener rápidamente a los delincuentes. Sin embargo, estas afirmaciones son imposibles de verificar de forma independiente, y los grupos de derechos humanos cuestionan la validez de tales estadísticas, sugiriendo que podrían ser fabricadas para justificar la represión.
Mujeres en la Mira: La Opresión Amplificada por la Vigilancia
Las mujeres afganas, ya sometidas a restricciones draconianas en su vida diaria, son las que más temen las consecuencias de este sistema de vigilancia. Fariba*, una joven graduada que vive en Kabul, expresa su “notable preocupación” por la posibilidad de que las cámaras se utilicen para monitorear sus hijabs (velos). “Sentimos que cada paso que damos está siendo observado y juzgado”, confiesa con angustia. ¿Cómo puede una mujer vivir con dignidad bajo esta constante opresión?
Desde que los talibanes tomaron el poder, las mujeres han sido excluidas de la mayoría de los empleos, se les ha prohibido hablar fuera de sus casas y se les ha negado el acceso a la educación secundaria y superior. Ahora, incluso su vestimenta está sujeta a la mirada escrutadora del régimen. A pesar de las garantías de los talibanes de que solo la policía de la ciudad tiene acceso al sistema de vigilancia, muchas mujeres temen que esta tecnología se utilice para reforzar aún más el estricto código moral impuesto por el régimen. La libertad de elección ha sido reemplazada por el miedo constante a la represión.
Fariba teme que las cámaras pongan en peligro a quienes se oponen al régimen talibán. “Muchas personas, especialmente ex miembros del ejército, defensores de los derechos humanos y mujeres que protestan, tienen dificultades para moverse libremente y a menudo viven en secreto”, lamenta. La vigilancia se convierte así en un arma para silenciar las voces disidentes y perpetuar la tiranía.
El Precio de la Vigilancia: Un Pueblo Hambriento Sacrificado en el Altar del Control
La instalación de esta extensa red de vigilancia no solo tiene un costo en términos de libertades civiles, sino también en recursos económicos. En un país devastado por años de guerra y con una economía en crisis, el régimen talibán está destinando recursos valiosos a un sistema de control que beneficia principalmente a sus propios intereses. ¿No sería más lógico invertir en alimentar a un pueblo hambriento en lugar de espiarlo?
La BBC habló con Shella* en su casa en el centro de Kabul, quien relató que le pidieron que pagara por algunas de las cámaras instaladas cerca de su hogar. “Exigieron miles de afganis a cada hogar”, dice. Esta suma representa una enorme carga en un país donde las mujeres que tienen trabajo pueden ganar solo alrededor de 5,000 afganis (unos US$68 dólares) al mes.
“Si las familias se negaban a pagar, las amenazaban con cortes de agua y electricidad en tres días”, añade Shella. “Tuvimos que pedir préstamos para cubrir los costos”. La indignación de Shella es palpable: “La gente se muere de hambre, ¿de qué les sirven estas cámaras?” La pregunta resuena con una fuerza desgarradora.
Mientras la población afgana lucha por sobrevivir en medio de una crisis humanitaria sin precedentes, el régimen talibán prioriza la vigilancia y el control, ignorando las necesidades básicas de su pueblo. La hambruna se cierne sobre Afganistán, pero los talibanes prefieren invertir en tecnología para controlar a la población. ¿Es esta la verdadera cara de la compasión islámica que tanto pregonan?
“Nos tratan como basura, nos niegan la oportunidad de ganarnos la vida y las autoridades nos consideran inútiles”, se lamenta Jaber, un vendedor de verduras en Kabul. “No podemos hacer nada”. Su voz, cargada de desesperación, es un grito ahogado en el silencio impuesto por el régimen.
Un Llamado Urgente a la Acción: No Abandonemos al Pueblo Afgano
La extendida red de vigilancia de los talibanes es una afrenta a la dignidad humana y un recordatorio sombrío de la opresión que vive el pueblo afgano. Es imperativo que la comunidad internacional alce su voz con urgencia y exija el respeto de los derechos humanos en Afganistán. Se deben redoblar los esfuerzos para apoyar a las organizaciones de derechos humanos que trabajan en el terreno, proporcionar asistencia humanitaria a quienes la necesitan y ejercer una presión implacable sobre el régimen talibán para que ponga fin a su campaña de represión. No podemos ser cómplices silenciosos de esta tragedia.
- Firma peticiones exigiendo el fin de la vigilancia masiva.
- Dona a organizaciones que apoyan a los derechos humanos en Afganistán.
- Contacta a tus representantes políticos para que tomen medidas.
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No podemos permanecer en silencio mientras se despoja a todo un pueblo de su libertad y se le somete a una vigilancia constante. La lucha por los derechos humanos en Afganistán es una lucha por la justicia, la dignidad y la esperanza en un mundo donde la opresión y la tiranía amenazan con prevalecer. Es hora de actuar, de demostrar que la comunidad internacional no abandonará al pueblo afgano en su hora más oscura.
*Los nombres de las personas entrevistadas para este artículo fueron cambiados por su seguridad.