Tras un cuarto de siglo de arduas negociaciones, el acuerdo comercial entre el Mercosur y la Unión Europea parece estar más cerca que nunca. Un pacto de esta magnitud, que uniría a 720 millones de personas y representaría el 20% de la economía global, no está exento de complejidades y controversias. Analicemos las claves de este posible hito histórico y su impacto, especialmente para un Emmanuel Macron que se encuentra en una cuerda floja política.
Un acuerdo de larga data: ¿finalmente una realidad?
Desde 1999, ambos bloques han intentado alcanzar un acuerdo. La firma se ha postergado debido a diferencias en temas ambientales y agrícolas, principalmente por la resistencia de Francia. Sin embargo, el contexto internacional actual, marcado por el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos y las crecientes tensiones con China, ha impulsado a la UE a buscar fortalecer sus alianzas estratégicas. Esto ha dado un nuevo impulso a las negociaciones con el Mercosur.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha expresado optimismo, afirmando que “la línea de llegada está a la vista”. Pero, ¿es realmente así? La cumbre del Mercosur en Montevideo se presenta como el escenario propicio para la firma del acuerdo. Sin embargo, aún persisten dudas y obstáculos que podrían frustrar este ansiado pacto.
Macron en la mira: ¿un acuerdo beneficioso o un golpe político?
Para Emmanuel Macron, este acuerdo se presenta como un arma de doble filo. Por un lado, podría fortalecer la posición de Europa en el tablero geopolítico y diversificar sus socios comerciales. Por otro, la fuerte oposición del sector agrícola francés, que teme la competencia de los productos sudamericanos, podría debilitar aún más su ya frágil liderazgo, especialmente en medio de una crisis política interna que incluye una moción de censura en su contra.
El gobierno francés ya ha expresado su rechazo al acuerdo “tal como está”, considerando “inaceptable” la reducción de aranceles para productos agrícolas del Mercosur. Esta postura intransigente refleja la presión que ejercen los agricultores franceses, un sector clave en la economía y la política del país. Para Macron, firmar el acuerdo en estas condiciones podría significar un alto costo político, incluso poniendo en riesgo su continuidad en el Elíseo.
El esquema de reducción arancelaria: ¿quién gana y quién pierde?
El acuerdo propone una reducción progresiva de aranceles en un plazo de 10 años para el 92% de los productos del Mercosur que ingresen a la UE, y del 90.7% para los productos europeos que se exporten al bloque sudamericano en 15 años. Algunos productos, como aceites para uso industrial, ciertos pescados y mariscos, frutas, legumbres e infusiones, tendrían arancel cero desde el primer día.
Otros, como langostinos, conservas de pescado, hortalizas, cítricos, frutas finas, harina de maíz y biodiesel, junto con golosinas, helados y dulce de leche, se desgravarían en un plazo de 4 a 10 años. Este esquema, aunque beneficioso en términos generales para ambos bloques, genera preocupación en sectores específicos, como el agrícola europeo, que se siente amenazado por la competencia sudamericana.
La visión desde América Latina: ¿una oportunidad para el desarrollo?
Para el Mercosur, este acuerdo representa una oportunidad para diversificar sus mercados y aumentar sus exportaciones, impulsando el crecimiento económico y la generación de empleo. Sin embargo, también existen desafíos. Los países del bloque deberán adaptarse a las exigencias de calidad y estándares ambientales de la UE, lo que requerirá inversiones y modernización en sus sectores productivos. Además, la apertura comercial podría generar desequilibrios si no se implementan políticas que protejan a las industrias locales más vulnerables.
Brasil, como principal economía del Mercosur, ha jugado un rol clave en las negociaciones. Su interés en el acuerdo radica en la posibilidad de acceder a un mercado de alto poder adquisitivo y atraer inversiones europeas. Sin embargo, también deberá lidiar con las presiones internas de sectores que podrían verse afectados por la competencia europea. Argentina, por su parte, busca en este acuerdo una forma de reactivar su economía y salir del aislamiento internacional. Uruguay, con su economía más diversificada, se presenta como un firme defensor del acuerdo, viendo en él una oportunidad para consolidar su inserción en el comercio global.
El futuro del acuerdo: ¿un camino incierto?
A pesar del optimismo de algunos líderes, el futuro del acuerdo Mercosur-UE aún es incierto. La oposición de Francia y otros países europeos, la crisis política de Macron y las diferencias internas en el Mercosur podrían dificultar la firma y posterior ratificación del tratado. Incluso si se firma en Montevideo, el acuerdo deberá ser aprobado por los parlamentos de todos los países involucrados, un proceso que podría llevar años y estar plagado de obstáculos. ¿Será este un histórico pacto comercial o simplemente otro capítulo en la larga historia de desencuentros entre ambos bloques?
Solo el tiempo lo dirá. Lo que está claro es que este acuerdo, de concretarse, tendrá un impacto significativo en la economía y la geopolítica global, reconfigurando las alianzas y los flujos comerciales en un mundo cada vez más interconectado y competitivo.