Cordoba se estremece ante un caso de violencia infantil que ha sacudido a la comunidad. Un abuelo, desgarrado por el dolor y la impotencia, ha denunciado a su propia hija por el brutal maltrato al que sometía a su nieto de tan solo 8 años. La escena que se describe en la denuncia deja helado a cualquiera: un niño atado, con la boca tapada con cinta adhesiva, golpeado sin piedad. ¡Impresionante! ¿Hasta dónde puede llegar la crueldad?
Un infierno para el pequeño
El pequeño, de apenas ocho años, presentaba lesiones visibles, algunas de ellas compatibles con golpes propinados con una hebilla o un objeto contundente. El relato del abuelo, un torbellino de dolor, confirma los peores presagios. En una entrevista televisiva, el hombre, con la voz entrecortada por la emoción y la rabia contenida, declaró que las marcas en el cuerpo del niño le destrozaron el alma. Con lágrimas en los ojos y una angustia palpable, este hombre valiente afirmó, con la crudeza de la verdad: “Ya no es mi hija”. Una frase que refleja el quiebre irreparable en una relación familiar.
La abogada Fernanda Alaniz, que representa al abuelo, relató con detalles escalofriantes el calvario del niño. Señaló que el pequeño no solo era golpeado con saña, sino que también era atado y amordazado con cinta adhesiva. Una práctica que recuerda a las escenas más perturbadoras de películas de terror, pero que aquí, desafortunadamente, es la cruel realidad.
Según la abogada, la madre, además, mantuvo cautiva a su propia hermana, la tía del niño, quien también sería víctima de la brutalidad de esta mujer, que al parecer también presenta problemas de alcoholismo y adicciones. Ambas víctimas, madre e hijo, fueron rescatadas en una intervención conjunta con el 911 y el Juzgado y ahora están bajo protección.
La complicidad del silencio
Un detalle alarmante del caso que pone los pelos de punta: la pasividad de la escuela ante evidentes señales de maltrato. Alaniz critica con dureza la falta de actuación del colegio. ¿Cómo es posible que nadie se percatara de la situación, pese a las evidentes señales de alerta?
La abogada lanzó un llamado de atención a las autoridades educativas y a toda la comunidad. De haber actuado a tiempo, quizás se podría haber evitado un daño mayor. Y plantea una terrible pregunta que nos deja a todos pensando: ¿cuántas otras víctimas de maltrato infantil existen bajo la alfombra del silencio, protegidas por el miedo o la complicidad de adultos que deberían velar por su seguridad?
Las autoridades investigan ahora la posible participación de dos amigas de la madre en los ataques. ¡Increíble! La violencia se multiplica y los cómplices se suman a esta espiral de brutalidad. Por eso la denuncia del abuelo se vuelve no sólo una acción individual sino un acto heroico, una alerta colectiva que esperamos ayude a detener este crimen.
El menor se encuentra ahora bajo la protección de su familia materna, y las autoridades correspondientes trabajan para determinar las imputaciones, y decidir el futuro de esta madre, que parece, según las palabras de su propio padre, haberse perdido en el abismo de la maldad. El caso sigue en investigación.
La voz de la indignación
Este caso de violencia extrema contra un menor expone las fallas del sistema de protección infantil en nuestro país. Genera indignación, sí, pero también nos lleva a cuestionar profundamente la eficacia y el alcance de las medidas y protocolos destinados a resguardar a los niños víctimas de maltrato.
Además de la Justicia, este es un llamado a la responsabilidad social. Nos debemos a la obligación moral de velar por el bienestar de todos los niños. Debemos aprender a reconocer las señales, denunciar lo que veamos y evitar que un caso más de violencia como este ocurra.
Por ello es importante fortalecer los sistemas de apoyo y protección infantil, capacitando a los profesionales involucrados para detectar casos de maltrato, y facilitar los mecanismos para realizar denuncias, garantizando a los denunciantes un apoyo integral.
El abuelo ha demostrado una valentía ejemplar al denunciar el horror que vivía su nieto. ¡Es un verdadero héroe! Pero este es solo el comienzo del camino hacia la justicia para el pequeño y para miles de niños que necesitan de la protección de la comunidad. Todos, unidos, contra la violencia infantil. Y que el ejemplo del abuelo nos sirva a todos de advertencia: el silencio nunca es una opción.